jueves, 12 de septiembre de 2024

Las "máquinas célibes"


    Michel de Certeau


   Con la inauguración de una nueva práctica escrituraría, marcada en el cielo del siglo XVIII por la insularidad laboriosa de Robinson Crusoe, se puede comparar entonces su generalización tal como la representan las máquinas fantásticas cuyas figuras surgen, alrededor de los años 1910 1914, en las obras de Alfred Jarry (Le Surmâle, 1902; Le Docteur Faustroll, 1911), Raymond Roussel (Impressions d'Afrique, 1910; Locus Solus, 1914), Marcel Duchamp (Le Grand Verre: La mariée mise à nu par ses célibataires, méme, 1911, 1925), Franz Kafka (La colonia penitenciaria, 1914), etcétera: (1) mitos de un encierro en las operaciones de una escritura que se maquina indefinidamente y sólo se encuentra a sí misma. Solamente hay salidas en la ficción, ventanas pintadas, cristales. Sólo hay horadaciones y desgarrones escritos. Son comedias de desnudamientos y torturas, relatos "autómatas" de defoliaciones del sentido, locuras teatrales de rostros descompuestos. Estas producciones tienen algo de fantástico no por la indecisión de algo real que harían aparecer en las fronteras del lenguaje, sino por la relación entre los dispositivos productores de simulacros y la ausencia de otra cosa. Estas ficciones novelescas o icónicas cuentan que no hay, para la escritura, ni entrada ni salida, sino solamente el interminable juego de sus fabricaciones. El mito expresa el no lugar del acontecimiento, o un acontecimiento que no tiene lugar, si todo acontecimiento es una entrada o una salida. La máquina productora de lenguaje se desentiende de la historia, separada de las obscenidades de lo real, absoluta y sin relación con el otro "célibe".

 Es una "ficción teórica", para tomar la palabra de Freud, que concebía ya, en 1900, una especie de máquina célibe fabricante de sueños: va adelante de día, atrás por la noche. (2) Se escribe en una lengua sin tierra y sin cuerpo, con todo el repertorio de un exilio fatal o de un éxodo imposible. La máquina solitaria hace funcionar el Eros del muerto, pero este ritual de duelo (no hay otro) es una comedia en la tumba del (o la) ausente. No hay muerte en el campo de las operaciones gráficas y lingüísticas. El "suplicio" de la separación o de la muerte del cuerpo queda como algo literario. Herir, torturar, matar, todo se desarrolla en el interior de la página. La soltería es escrituraria. Los personajes transformados en cilindros, tímpanos, locuras o resortes ensamblados y pintados sobre el vidrio donde su representación en perspectiva se mezcla con los objetos situados detrás (el vidrio es una ventana) y delante (el vidrio es un espejo) no representan solamente, en el painting-glass-mirror que es La mariée mise á nu de Duchamp instalado en la biblioteca de la casa de campo de Miss Dreier (3), la diseminación del sujeto de la pintura, sino el señuelo de la comunicación que promete la transparencia del cristal.  Tragedia chusca del lenguaje: al estar mezclados ahí por un efecto óptico, estos elementos no son ni coherentes ni están unidos. El azar de las miradas que contemplan los asocia pero no los articula: “Mise à nu” por una retirada mecánicamente organizada, la mariée nunca se casa con algo real o con un sentido.

  Desde luego que una erótica, deseo del otro ausente, es la única capaz de poner en marcha el aparato productor, pero busca cualquier cosa que nunca esté allí y que vuelve obsesiva la mirada del mirón atrapado por su Doble que se agita en medio de las cosas ofrecidas/rehusadas en el cristal-espejo. El espectador se percibe disperso entre lo inasible. La grafía pintada sobre el vidrio de Marcel Duchamp dibuja el efecto óptico del desnudamiento realizado por y para los mirones que jamás serán célibes. La visión designa y engaña la comunicación ausente. Otras máquinas célibes funcionan del mismo modo, al identificar el sexo con su imagen mecánica, y la sexualidad con una ilusión óptica. Así, en Les Jours et les nuits de Alfred Jarry, una inscripción domina la muralla de vidrio que circunda la isla de la nereida, mujer rodeada de vidrio en medio de una decoración militar, habla "del que besa apasionadamente a su Doble a través del vidrio": "El vidrio se anima en un punto y se convierte en sexo, y el ser y la imagen se aman a través de la muralla". (4) En esta "isla de vidrio lúbrico", una maquinaria fabrica en cada punto besado un sexo que sólo es un sucedáneo. De esta forma, en Les Dix mille milles, un cristal separa a la mujer encerrada en el vagón, de los varones en bicicleta que corren tras el tren. Estas tragicomedias, fragmentos de mitos, reconocen como imposible la comunicación cuya lengua es a la vez la promesa y el fantasma. Una poética, una vez más, ha impedido la teoría. Desde entonces, la reflexión ha avanzado en esta dirección. En Lacan, la categoría de "lalangue" liga en efecto el hablar con la imposibilidad de unirse ("no hay relación sexual"), y la posibilidad misma del lenguaje con la imposibilidad de la comunicación que se supone produce. El lingüista agrega: "Así como el lenguaje del filósofo es el lugar de lo imposible del conocimiento mutuo, así lalangue es el lugar de lo imposible de la relación sexual". (5) Entre los deseosos, no queda más que amar la lengua que sustituye a la comunicación. Es un modelo de lengua el que proporciona la máquina, hecha de piezas diferenciadas y combinadas (como todo enunciado) y que desarrolla, mediante el movimiento de sus mecanismos, la lógica de un narcisismo célibe.

 "Se trata de agotar el sentido de las palabras, de jugar con ellas hasta violentarlas en sus atributos más secretos, hasta pronunciar por fin el divorcio total entre el término y el contenido expresivo que reconocemos en él habitualmente". (6) Desde entonces, lo importante ya no es el dicho (un contenido) ni el decir (un acto), sino la transformación, y la invención de dispositivos, todavía insospechados, que permitan multiplicar las transformaciones. (7) Concluye entonces el tiempo en que lo "real" parecía llegar al texto para ahí ser manufacturado y exportado. Concluye el tiempo en que la escritura parecía hacer el amor con la violencia de las cosas y alojarlas en el orden de una razón. El verismo era la apariencia, el teatro de lo verosímil. Después de Zola, llegan Jerry, Roussel, Duchamp, etcétera, es decir las "ficciones teóricas" del otro imposible y de la escritura entregada a sus mecanismos o a sus erecciones solitarias. El texto imita su propia muerte y la toma en broma. A esta escritura, cadáver exquisito, ya no se dedica ningún respeto. Sólo es el sacramento ilusorio de lo real, espacio de risas contra los postulados de ayer. Allí se despliega el trabajo irónico y meticuloso del duelo.

 De la escritura conquistadora en Defoe, las piezas maestras están comprometidas: la página en blanco sólo es un vidrio donde la representación es atraída por lo que excluía; el texto escrito, cerrado sobre sí mismo, pierde la referencia que lo autorizaba; la utilidad expansionista se invierte en "estéril gratuidad" del Don Juan célibe o del "viudo" sin más generación que la simbólica, sin mujer, sin naturaleza, sin otro. La escritura es aquí "isla-inscripción", Locus Solus, "colonia penitenciaria", sueño laborioso, ocupado por lo imposible al cual o sobre el cual cree "hablar".

 Por medio de este desnudamiento del mito moderno de la escritura la máquina célibe se vuelve, bajo el signo de la irrisión, blasfemia. Acomete la ambición occidental de articular con base en el texto la realidad de las cosas y de reformarla. Retira la apariencia de ser (de contenido, sentido) que era el secreto sagrado de la Biblia transformada a lo largo de cuatro siglos de escritura burguesa en poder de la letra y el número. Tal vez este antimito se mantenga todavía adelantado a nuestra historia, aun si encuentra ya múltiples confirmaciones con la erosión de certezas científicas, con el "tedio" masivo de los estudiantes, o con la progresiva metaforización de los discursos administrativos. Tal vez se encuentre simplemente colocado "al margen" de una tecnocratización galopante, como una paradoja indicativa, un pequeño guijarro blanco.

 

  Notas

 (1) Michel Carrouges, Les Machines célibataires, Arcenes, 1954 (y la reed. rev. y aum. de 1975); Jean Clair et al., Junggesellen Maschinen. Les Machines célibalaires, Venecia, Alfieri, 1975.

 (2) Die traumdentung, cap. 7, sobre el psychischen Apparat. La expresión theoretische Fiktion remite especialmente a "la ficción de un aparato psíquico primitivo".

 (3) Ver Katherine S. Dreier y Malta Echaurren, "Duchamp's Glass" 'La Mariée mise à nu par ses célibataires, méme', An Analytical Reflexion" (1944), en Selected Publications, Ill, Monographs and Brochure, Nueva York, Amo Prees, 1972

 (4) Alfred Jarry, Les Jours et les Nuits (1897), Paris, Gallimard, 1981.

 (5) Jean-Claude Milner, L'Amour de la langue, París, Seuil, 1978, pp, 98-112.

 (6) Michel Sanouillet, en Marcel Duchamp, Duchamp du signe. Écrits, ed. M.Sanouillet, Paris, Flammarion,1975,p. 16.

 (7). Ver Jean-François Lyotard, Les Transformateurs Duchamp, París, Galilée, 1977,pp. 33-40

 

 La invención de lo cotidiano I. Artes de hacer, Ed. Luce Giard; traducción Alejandro Pescador, México D.F., Universidad Iberoamericana, 2000, pp. 162-65.


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