Michel de Certeau
Con la inauguración de una nueva práctica escrituraría, marcada en el
cielo del siglo XVIII por la insularidad laboriosa de Robinson Crusoe, se puede
comparar entonces su generalización tal como la representan las máquinas
fantásticas cuyas figuras surgen, alrededor de los años 1910 1914, en las obras
de Alfred Jarry (Le Surmâle, 1902; Le Docteur Faustroll, 1911),
Raymond Roussel (Impressions d'Afrique, 1910; Locus Solus, 1914),
Marcel Duchamp (Le Grand Verre: La mariée mise à nu par ses célibataires,
méme, 1911, 1925), Franz Kafka (La colonia penitenciaria, 1914),
etcétera: (1) mitos de un encierro en las operaciones de una escritura que se
maquina indefinidamente y sólo se encuentra a sí misma. Solamente hay salidas
en la ficción, ventanas pintadas, cristales. Sólo hay horadaciones y
desgarrones escritos. Son comedias de desnudamientos y torturas, relatos
"autómatas" de defoliaciones del sentido, locuras teatrales de
rostros descompuestos. Estas producciones tienen algo de fantástico no por la
indecisión de algo real que harían aparecer en las fronteras del lenguaje, sino
por la relación entre los dispositivos productores de simulacros y la ausencia
de otra cosa. Estas ficciones novelescas o icónicas cuentan que no hay, para
la escritura, ni entrada ni salida, sino solamente el interminable juego de sus
fabricaciones. El mito expresa el no lugar del acontecimiento, o un
acontecimiento que no tiene lugar, si todo acontecimiento es una entrada o una
salida. La máquina productora de lenguaje se desentiende de la historia,
separada de las obscenidades de lo real, absoluta y sin relación con el otro
"célibe".
Es una "ficción teórica", para tomar
la palabra de Freud, que concebía ya, en 1900, una especie de máquina célibe
fabricante de sueños: va adelante de día, atrás por la noche. (2) Se escribe en
una lengua sin tierra y sin cuerpo, con todo el repertorio de un exilio fatal o
de un éxodo imposible. La máquina solitaria hace funcionar el Eros del muerto,
pero este ritual de duelo (no hay otro) es una comedia en la tumba del (o la)
ausente. No hay muerte en el campo de las operaciones gráficas y lingüísticas.
El "suplicio" de la separación o de la muerte del cuerpo queda como
algo literario. Herir, torturar, matar, todo se desarrolla en el interior de la
página. La soltería es escrituraria. Los personajes transformados en cilindros,
tímpanos, locuras o resortes ensamblados y pintados sobre el vidrio donde su
representación en perspectiva se mezcla con los objetos situados detrás (el
vidrio es una ventana) y delante (el vidrio es un espejo) no representan
solamente, en el painting-glass-mirror que es La mariée mise á nu
de Duchamp instalado en la biblioteca de la casa de campo de Miss Dreier (3),
la diseminación del sujeto de la pintura, sino el señuelo de la comunicación
que promete la transparencia del cristal. Tragedia chusca del lenguaje: al estar
mezclados ahí por un efecto óptico, estos elementos no son ni coherentes ni están
unidos. El azar de las miradas que contemplan los asocia pero no los articula:
“Mise à nu” por una retirada mecánicamente organizada, la mariée nunca se
casa con algo real o con un sentido.
Desde luego que una erótica, deseo del otro ausente, es la única capaz
de poner en marcha el aparato productor, pero busca cualquier cosa que nunca esté
allí y que vuelve obsesiva la mirada del mirón atrapado por su Doble que
se agita en medio de las cosas ofrecidas/rehusadas en el cristal-espejo. El espectador
se percibe disperso entre lo inasible. La grafía pintada sobre el vidrio de Marcel
Duchamp dibuja el efecto óptico del desnudamiento realizado por y para los
mirones que jamás serán célibes. La visión designa y engaña la comunicación ausente.
Otras máquinas célibes funcionan del mismo modo, al identificar el sexo con su imagen
mecánica, y la sexualidad con una ilusión óptica. Así, en Les Jours et les nuits
de Alfred Jarry, una inscripción domina la muralla de vidrio que circunda la
isla de la nereida, mujer rodeada de vidrio en medio de una decoración militar,
habla "del que besa apasionadamente a su Doble a través del vidrio":
"El vidrio se anima en un punto y se convierte en sexo, y el ser y la
imagen se aman a través de la muralla". (4) En esta "isla de vidrio lúbrico",
una maquinaria fabrica en cada punto besado un sexo que sólo es un sucedáneo.
De esta forma, en Les Dix mille milles, un cristal separa a la mujer encerrada
en el vagón, de los varones en bicicleta que corren tras el tren. Estas
tragicomedias, fragmentos de mitos, reconocen como imposible la comunicación cuya
lengua es a la vez la promesa y el fantasma. Una poética, una vez más, ha impedido
la teoría. Desde entonces, la reflexión ha avanzado en esta dirección. En Lacan,
la categoría de "lalangue" liga en efecto el hablar con la
imposibilidad de unirse ("no hay relación sexual"), y la posibilidad
misma del lenguaje con la imposibilidad de la comunicación que se supone
produce. El lingüista agrega: "Así como el lenguaje del filósofo es el
lugar de lo imposible del conocimiento mutuo, así lalangue es el lugar
de lo imposible de la relación sexual". (5) Entre los deseosos, no queda más
que amar la lengua que sustituye a la comunicación. Es un modelo de lengua el
que proporciona la máquina, hecha de piezas diferenciadas y combinadas (como
todo enunciado) y que desarrolla, mediante el movimiento de sus mecanismos, la
lógica de un narcisismo célibe.
"Se trata de agotar el sentido de
las palabras, de jugar con ellas hasta violentarlas en sus atributos más
secretos, hasta pronunciar por fin el divorcio total entre el término y el
contenido expresivo que reconocemos en él habitualmente". (6) Desde
entonces, lo importante ya no es el dicho (un contenido) ni el decir
(un acto), sino la transformación, y la invención de dispositivos,
todavía insospechados, que permitan multiplicar las transformaciones. (7)
Concluye entonces el tiempo en que lo "real" parecía llegar al texto
para ahí ser manufacturado y exportado. Concluye el tiempo en que la escritura
parecía hacer el amor con la violencia de las cosas y alojarlas en el orden de
una razón. El verismo era la apariencia, el teatro de lo verosímil. Después de
Zola, llegan Jerry, Roussel, Duchamp, etcétera, es decir las "ficciones
teóricas" del otro imposible y de la escritura entregada a sus mecanismos
o a sus erecciones solitarias. El texto imita su propia muerte y la toma en
broma. A esta escritura, cadáver exquisito, ya no se dedica ningún respeto.
Sólo es el sacramento ilusorio de lo real, espacio de risas contra los
postulados de ayer. Allí se despliega el trabajo irónico y meticuloso del
duelo.
De la escritura conquistadora en Defoe, las piezas
maestras están comprometidas: la página en blanco sólo es un vidrio donde la
representación es atraída por lo que excluía; el texto escrito, cerrado sobre
sí mismo, pierde la referencia que lo autorizaba; la utilidad expansionista se
invierte en "estéril gratuidad" del Don Juan célibe o del
"viudo" sin más generación que la simbólica, sin mujer, sin
naturaleza, sin otro. La escritura es aquí "isla-inscripción", Locus
Solus, "colonia penitenciaria", sueño laborioso, ocupado por lo imposible
al cual o sobre el cual cree "hablar".
Por medio de este desnudamiento del mito
moderno de la escritura la máquina célibe se vuelve, bajo el signo de la
irrisión, blasfemia. Acomete la ambición occidental de articular con base en el
texto la realidad de las cosas y de reformarla. Retira la apariencia de
ser (de contenido, sentido) que era el secreto sagrado de la Biblia transformada
a lo largo de cuatro siglos de escritura burguesa en poder de la letra y el
número. Tal vez este antimito se mantenga todavía adelantado a nuestra historia,
aun si encuentra ya múltiples confirmaciones con la erosión de certezas científicas,
con el "tedio" masivo de los estudiantes, o con la progresiva
metaforización de los discursos administrativos. Tal vez se encuentre
simplemente colocado "al margen" de una tecnocratización galopante,
como una paradoja indicativa, un pequeño guijarro blanco.
Notas
(1) Michel Carrouges, Les Machines
célibataires, Arcenes, 1954 (y la reed. rev. y aum. de 1975); Jean Clair et
al., Junggesellen Maschinen. Les Machines célibalaires, Venecia,
Alfieri, 1975.
(2) Die traumdentung, cap. 7, sobre el psychischen
Apparat. La expresión theoretische Fiktion remite especialmente a
"la ficción de un aparato psíquico primitivo".
(3) Ver Katherine S. Dreier y Malta Echaurren,
"Duchamp's Glass" 'La Mariée mise à nu par ses célibataires, méme', An
Analytical Reflexion" (1944), en Selected Publications, Ill,
Monographs and Brochure, Nueva York, Amo Prees, 1972
(4) Alfred Jarry, Les Jours et les Nuits (1897), Paris, Gallimard,
1981.
(5)
Jean-Claude Milner, L'Amour de la langue, París, Seuil, 1978, pp,
98-112.
(6) Michel Sanouillet, en Marcel Duchamp, Duchamp du signe. Écrits,
ed. M.Sanouillet, Paris, Flammarion,1975,p. 16.
(7). Ver
Jean-François Lyotard, Les Transformateurs Duchamp, París, Galilée,
1977,pp. 33-40
La invención de lo cotidiano I. Artes de hacer, Ed. Luce Giard;
traducción Alejandro Pescador, México D.F., Universidad Iberoamericana, 2000,
pp. 162-65.
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