Michel Carrouges
¿Qué es una máquina célibe?
Una máquina célibe es una imagen fantástica que
transforma el amor en un mecanismo de muerte.
Imágenes de este tipo se encuentran en obras célebres
como las de Duchamp, Kafka, Jarry, Roussel. Pero se las experimenta como
imágenes contingentes, heterogéneas y aisladas, y no como máquinas célibes en
general.(Salvo en el caso de Duchamp, que es el particular inventor de este
término).
Proponemos, sin embargo, superar esta fase inevitable
y provisional para visualizar estas mismas imágenes como
máquinas célibes, es decir, aprender a mirarlas física y mentalmente, en la
perspectiva global de una serie de máquinas célibes. La intuición, por tanto,
debe tener un papel capital, aunque no arbitrario, en esta operación. Para
evitar ver máquinas célibes por todas partes o no verlas en ninguna parte, como
consecuencia de analogías fluctuantes o diferencias superficiales, es necesario
conocer los puntos de referencia decisivos, que permitan una identificación
precisa.
1. Una máquina célibe se presenta ante todo como
una máquina inverosímil.
A diferencia de las máquinas reales o incluso de la
mayoría de las máquinas imaginarias pero racionales y útiles, como el Nautilus de
Julio Verne o los cohetes de ciencia ficción, la máquina célibe se presenta
ante todo como una máquina imposible, inútil, incomprensible y
delirante. Puede que incluso no lo parezca en absoluto, en la medida en
que se mimetice con el entorno que la rodea.
La máquina célibe puede, por tanto, estar constituida
por una única máquina, extraña y desconocida, o por un conjunto aparentemente
heterogéneo de piezas. Puede contener un pararrayos, un reloj, una
bicicleta, un tren, una dinamo o incluso un gato, o restos de cualquier cosa.
Poco importa. La máquina célibe no tiene su razón
de ser en sí misma, como máquina regida por las leyes físicas de la mecánica y
por las leyes sociales de la utilidad.
Es un simulacro de máquina, como las que aparecen en
los sueños, en el teatro, en el cine o incluso en las áreas de entrenamiento de
los cosmonautas.
Guiada esencialmente por las leyes mentales de la
subjetividad, la máquina célibe simplemente adopta ciertas figuras mecánicas
para simular ciertos efectos.
Solamente según se vayan descubriendo poco a poco las
claves de esta determinación subjetiva, veremos disiparse la niebla del absurdo
y levantarse el alba de una lógica implacable.
2. Pero la estructura determinante de esta máquina
inverosímil se funda sobre una lógica matemática.
Cada máquina célibe es un sistema de imágenes,
compuesto de dos conjuntos iguales y equivalentes. Uno
de estos conjuntos es el conjunto sexual, que por definición
incluye dos elementos: masculino y femenino. Estos dos
elementos deben considerarse como categorías claramente definidas y
discernibles. Esto no quiere decir que no existan complicaciones dentro de
estas categorías. Duchamp lo ha visto muy bien, puesto que su “máquina
célibe” contiene nueve célibes que pueden considerarse como fracciones del
elemento masculino. Se pueden encontrar varios ejemplos de máquinas
célibes en las que una pluralidad de personajes concurre a representar el
elemento masculino, frente a un único personaje femenino. Lo contrario es
igualmente posible.
El otro conjunto es el conjunto mecánico,
compuesto también por dos elementos mecánicos, que corresponden respectivamente
a los elementos masculino y femenino del conjunto sexual.
Esta dualidad y esta correspondencia aparecen con
nítida evidencia en el Gran Vidrio de Duchamp, que coloca a la
Novia sola en lo alto, mientras que la "máquina célibe" masculina
queda relegada a lo bajo, solitaria. En general la situación es más
compleja. Sucede a menudo que uno u otro de los dos elementos (masculino o
femenino), está representado por una pluralidad de cuerpos, máquinas o
mecanismos, cuyas imágenes pueden definirse y distinguirse con mucha
nitidez. (Ejemplos: el lecho mecánico y el condenado en la Colonia
Penitenciaria de Kafka; Louise Montalescot, la urraca y los maniquíes
móviles en Impresiones de Áfrique de Roussel).
¿Debemos concluir que una pluralidad variable de
elementos se impone a nivel del conjunto mecánico?
No. Porque el conjunto sexual constituye la estructura
original y decisiva para la identificación de las máquinas célibes. En el
origen de todas las figuras y de todos los significados está el dualismo de los
sexos. Por muy complejas que sean, las representaciones mecánicas
contenidas en el conjunto mecánico se dividen automáticamente en uno u otro de
los dos elementos sexuales.
Estas imágenes, duplicadas o complementarias, no son
por tanto elementos, sino fracciones de uno u otro elemento.
Ésta es la razón por la que los dos conjuntos -el
sexual y el mecánico- son iguales y equivalentes: porque ambos están compuestos
de dos elementos correspondientes.
3. El prototipo de Maldoror. Conjuntos y
funciones
Para comprender mejor, consultemos el prototipo más
simple de máquinas célibes. Se le reconocerá en la célebre fórmula de
Lautréamont: “¡Hermoso como el encuentro fortuito, sobre una mesa de disección,
de una máquina de coser y un paraguas!” (Maldoror, Canto VI).
Entre estos tres objetos aparentemente heterogéneos,
reconocemos el paraguas como un símbolo masculino y la máquina
de coser como un símbolo femenino. Queda el tercer objeto, la
mesa de disección. Su importancia es evidentemente capital, pero de otra
manera. No es un elemento sexual ni mecánico. Esto representa
la función específica que resulta del sistema de los dos
conjuntos. En lugar del lecho de amor, que es unión y vida, la mesa de
disección expresa la función específica de la máquina célibe, que es soledad y
muerte.
Cómo identificar las máquinas célibes
“La Mariée mise à nu par ses Célibataires,
même” (“La Novia puesta al desnudo por sus Célibes, incluso”).
1. Se conoce comúnmente como el Gran
Vidrio de Duchamp, esa gran lámina de vidrio que se erige
verticalmente en medio de una sala del Museo de Arte de Filadelfia. Mide
aproximadamente 2,5 m. de altura por 1,75 m. de largo.
El Gran Vidrio se presenta como un
gran enigma. Se aprecia ante todo que es completamente diferente de una pintura
sobre vidrio, o incluso de una vidriera, porque la mayor parte de la superficie
no está pintada sino que es transparente.
Así, las extrañas formas y objetos dibujados en
perspectiva sobre el cristal parecen suspendidos en el vacío de un espacio
paralelo.
No se reconoce ninguna figura humana, solamente, en lo
alto, una forma muy ambigua. Abajo, los objetos tienen aspectos mecánicos,
pero su combinación y su eventual funcionamiento parecen inexplicables o
incluso imposibles. El Gran Vidrio fascina como una
especie de pictograma o de jeroglífico figurando una escena capital e
incomprensible.
2. Consideremos ahora el título del Gran
Vidrio, “La Novia desnudada por sus Célibes, incluso”. La fórmula,
bastante enigmática, está llena de las contradicciones propias de cierto humor
negro. Mientras esperamos comprenderlo, inmediatamente nos damos cuenta de
que este título es un verdadero texto explicativo. Superpone a
la figuración mecánica o paramecánica del Gran Vidrio una
figuración humana, sexual, que en el nivel paralelo de la
didascalia pone en escena dos elementos: el femenino (La Novia) y el
masculino (los célibes).
Por tanto, observamos la presencia de dos conjuntos:
el mecánico y el sexual, cada uno de los cuales incluye dos elementos
correspondientes.
3. Para proceder al descubrimiento, debemos remitirnos
a los trabajos preparatorios, en los que Duchamp anotó las palabras e imágenes
que inspiraron la creación del Gran Vidrio. Se conoce que
fueron recogido en La Caja Verde (1933) y reproducidos
en Marchand du Sel, escritos de Marcel Duchamp editados por Michel
Sanouillet (París, Terrain Vague, 1959).
Se descubre así que el Gran Vidrio está compuesto por
dos placas de vidrio superpuestas verticalmente, que la placa superior está
reservada a las imágenes relativas a la Novia, mientras que la
placa inferior está especialmente dedicada a las imágenes de los célibes.
Por eso los dos elementos sexuales se proyectan
directamente en la distribución de las dos zonas de reproducción mecánica del
Gran Vidrio.
Las indicaciones de Duchamp explican claramente el
contenido de las dos zonas:
“En la placa superior, la de la Novia, se ve una larga
forma sinuosa, horizontal, suspendida en lo alto. Es la “Vía Láctea”,
color “carne" (en otras palabras, la piel o los restos de la
Novia), mientras que la parte angular que desciende verticalmente a la derecha
es su “esqueleto".
La puesta al desnudo del título se corresponde por
tanto con el “suplicio” ejecutado en el Gran Vidrio. Esta
dualidad de símbolos no impide que la Novia sea también una especie de
máquina. Su piel (o sus restos) contiene tres "pistones de corriente
de aire", mientras que el esqueleto de la mujer ahorcada se agita con
movimientos bruscos, como los de la esfera del reloj eléctrico de las
estaciones de ferrocarril.
A partir de las notas de Duchamp, en la placa inferior
se identifican sucesivamente:
En segundo plano, a la izquierda, nueve moules
mâlic. Se trata de maniquíes supuestamente hechos de membrana inflable
(guardia, coracero, policía, sacerdote, camarero de café, repartidor de grandes
almacenes, criado, enterrador, jefe de estación), reducidos a su carcasa
exterior, como la Novia. El área que ocupan es, por supuesto, “el
cementerio de uniformes y libreas”.
La muerte también reina en la zona de los célibes
masculinos. En primer plano, de izquierda a derecha, reconocemos el trineo
o carrito sin ruedas, impulsado por aspas (llamado "molino de
agua"). El trineo activa a su vez las grandes "tijeras",
que cruzan sobre la “molinillo de chocolate”.
Así, mientras el esqueleto de la Novia es sacudido
hacia arriba por movimientos bruscos, el trineo va y viene junto con las
tijeras, mientras el “molinillo de chocolate” gira.
Finalmente, a la derecha, los círculos que representan
a los "testigos oculistas" en la zona "de deslumbramiento de la salpicadura".
Es inútil insistir más en comprender el origen sexual
de la mecánica del Gran Vidrio y su significado de muerte, que
hacen de esta obra una de las más extraordinarias máquinas célibes.(El
análisis más detallado del Gran Vidrio se encuentra en Miroir
de la Mariée, de Jean Suquet, ed. Flammarion).
“Intrucciones para el uso” (fragmento), De
macchine celibi / The bachelor machines, Rizzoli, N. Y, 1975, pp. 21-24.
Traducción: M. A. Limia.
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