domingo, 25 de mayo de 2025

Ocultismos

 

  Eulogio Horta


 EL París actual es teatro de una resurrección de antiguas doctrinas y sectas, que llaman poderosamente la atención pública y seducen a los ánimos libres y curiosos. Un escritor de gran talento, Jules Bois, se ha encargado de dar a conocer en forma amena y espiritual la organización y trabajos de los novísimos magos y apóstoles de la magia, la teosofía y el ocultismo. Sin embargo, no hay que fiarse de lo que acerca de esas recreativas y estupendas novedades digan los blagueurs de la prensa, dispuestos en todo momento a ridiculizar lo más respetable y a buscarle con admirable diligencia su lado cómico y alegre.

 El asunto ha trascendido hasta la vida mundana, que le da participación en medio de sus elegancias y frivolidades encantadoras. Es una nota nueva en los salones, que estimulará por algún tiempo el paladar estragado del espíritu francés, claro y sobrio, sí, pero veleidoso e inconstante como descocada mujerzuela.

 Entre los magos modernos los hay de todas clases. Unos se dedican a escudriñar los secretos de la naturaleza y las leyes que rigen sus diversas transformaciones; otros, menos ambiciosos, pero más prácticos, fundan centros y grupos de iniciados, que se creen en posesión de los más grandes arcanos. Stanislas de Guaita, Popus, Peladan pertenecen a este número. Después de haber debutado brillantemente en algunos cenáculos literarios, estas inteligencias exquisitas han hecho voto de recogimiento, apartándose del mundo y de sus luchas vanas, con la mira de regenerarse y alcanzar el mayor dominio de la voluntad sobre los sentidos.

 No faltan magos dilettantes que como el citado Popus lleven a la vida diaria y callejera sus estudios y su ciencia. Este mago, de figura simpática y fisonomía nada despreciable, atraviesa los boulevares leyendo el porvenir en las manos de las mujeres bonitas, y traza horóscopos en Le Figaro y el Echo de Paris por cuarenta céntimos.

 No es posible dejar de mencionar al referirnos a la kábala y ocultismo modernos a la aristocrática duquesa Pomar, cuyo palacio del Pozzo di Borgo en la avenida de Wagrân es un verdadero templo consagrado al culto de la grande Isis, que ha descorrido su velo ante las princesas y ante los sabios que concurren afanosos a las fiestas del mercredis ofrecidas por la ilustre dama.

 Lo que es innegable es el influjo de estas tendencias y de estas ideas en el teatro y en la literatura, al extremo que hasta los escritores más apartados por sus antecedentes de estas cosas, han obedecido al predominio de la moda y echado su cuarto a espadas. Tal es el caso de Gilbert, Augustin Tierry, Anatole France. Paul Adam, Julio Lermina y tantos otros que firman notables trabajos en los diarios y revistas parisienses.

 Por lo que a mí toca declaro francamente que no atribuyo gran mérito a este género literario, que ni reproduce observación, ni plantea tesis, ni pinta escenas de la vida. El ocultismo llevado a la novela resulta una especie de Mil y una noches, en que todo es arbitrario y ocurre fuera de las condiciones normales del mundo. Como no hay que observar leyes ni lógica, todo el mérito depende de la fantasía más o menos hermana del autor, pues de Poe, Bulwer Lytton, Villiers de l'lsle Adam y en la actualidad Jean Lorrain, la magia en la novela y en la poesía sólo han producido obras medianas y de poquísima enjundia. El carácter impresionable y propagandista que caracteriza al pueblo francés, basta para explicar la boga que momentáneamente disfrutan las publicaciones del género a que hacemos referencia. Un pueblo histérico, nervioso, solicitado por múltiples anhelos, que ha agotado todas las sensaciones y pedido al placer su última palabra, es natural que se refugie en el ocultismo y en la kábala, de igual manera que esos crapulosos sin estómago que buscan los manjares menos fuertes y copiosos.

 Los que han entendido la biblia en este belén son los editores, muchos de los cuales han realizado pingües ganancias a costa del bolsillo de los crédulos y entusiastas.

 A Cuba no ha llegado todavía el ambiente ocultista. Ni Dios lo quiera. ¡Figúrense los lectores de EL FIGARO las cosas que saldrían por ahí si la moda ocultista penetra en nuestra anémica literatura!

 ¡Ni la guerra!

                                                                                              Diciembre, 1895

 

  El Fígaro, 29 de diciembre de 1895 p. 580.


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