domingo, 11 de mayo de 2025

La curiosa curiosidad

 Jorge Mañach 

 Isaac Goldberg, el excelente hispanófilo norteamericano, cuya labor de divulgación para nuestras letras "de aquel lado del Río Grande" va constituyéndonos ya en deudores de la más cordial gratitud, me escribió ha poco esa apremiada carta que, presumiendo la venia del ensayista amigo, traduzco y publico por juzgarla de insólito interés, tanto para los letrados como para el que llaman vulgus profanus.

 La breve carta en cuestión reza de esta manera:

  "Mi querido Mañach:

  Su carta fue agradable lectura.

  Tengo la intención de escribir, dentro de poco, acerca de algunos libros cubanos. Entretanto, usted pudiera hacerme un gran servicio en relación con un artículo que estoy componiendo para el American Mercury. Se trata de averiguar lo siguiente:

  (1) Qué escritores de los Estados Unidos se leen en Sud América. ¿Emerson, Poe, Hawthorne, Whitman, Longfellow?

  (2) Si son leídos en el original, en el idioma del país o en francés.

  (3) Cuál es la opinión franca acerca de la cultura literaria de los Estados Unidos.

  (4) Qué se sabe de nuestros escritores contemporáneos (poetas, novelistas, críticos y demás).

 "Desearía enseguida su propia contestación a estas preguntas, así como la de Lizaso, Lamar Schweyer, Max Henríquez Ureña, Carlos Loveira y de cualquier otro literato cubano a quien usted crea de suficiente relieve para preguntarle. Por ejemplo, Chacón y Calvo.

 Insisto en que debe ser enseguida. Puede usted..." etc.

 Unas cuantas líneas más de encarecimiento y de saludo daban fin a la inquisitiva epístola.

 Aquel día, fue, pues, necesario hacer nuevo paréntesis en la vacación de los nervios para hacer llegar a los literatos "de relieve" la consulta del autor de los Estudios de literatura hispano-americana. Debo advertir, empero, que el apremio de la consulta no dejaba margen para la larga búsqueda. Muchos son los literatos de relieve que hay en Cuba con derecho - con infinitamente más derecho- que el presente glosador a dar su parecer en tan escogida materia pero ya se sabe que la dispersión del Ietrado gremio es, entre nosotros, algo deplorable.

 Aparte algún que otro cenáculo nocherniego, aparte tal cual redacción sombría y no siempre accesible, no existen en nuestra villa centros vitales de asociación literaria. Y digo vitales, porque mortecinos, momificables, accidentales y espurios sí los hay: mas no se reúnen sino para oír discursos o elegir comités.

 Queda implícita, claro está, una excepción a favor de la "Minoría Sabática" a quien nuestro Fontanills daba el otro día su espaldarazo social. Esa Minoría aspira, a lo que parece, a ser algo vivo y sin discursos. A ella, pues, me dirigí, y espero que los más hayan contestado la "encuesta" del crítico yanqui.

 Mi propia contestación, apremiada también y escrita en un modesto espíritu de "salvo prueba en contrario" decía como sigue, después de las pertinencias iniciales:

 "Me pregunta usted qué escritores de los Estados Unidos se leen en la prensa de Sud-América. Su alusión es a los clásicos y cuando usted dice "Sud-América" entiendo no solamente que incluye a Cuba, sino que a ella particularmente se refiere al pedir mi parecer. Pues bien, mi querido Goldberg, nosotros casi no leemos en absoluto los clásicos de ustedes. A excepción de algún otro cubano que, como yo, ha vivido y estudiado en los Estados Unidos, el público lector de aquí, o simplemente no conoce, o no quiere conocer los viejos valores literarios americanos. De vez en cuando, sin embargo, se encuentra usted con algún sujeto de torcedura académica que ha leído a Emerson en castellano o a Hawthorne en francés; pero rara avis. Poe es medianamente conocido a través de Baudelaire y de sus traductores latino-americanos, Pérez Bonalde, entre ellos. De Whitman nos hemos enterado directamente gracias al espléndido ensayo de Martí. Longfellow apenas nos es más que un nombre. Quizás el escritor yanqui de antaño mejor conocido sea Mark Twain; tanto que hasta tiene -diremos "fanáticos"?- en categoría con Anatole France y Eça de Queiroz. Y no se me ocurre ningún otro autor americano que se lea por modo considerable.

 Su segunda lectura es si esos autores son leídos en el original inglés, en castellano o en francés. Me parece que los más lo son en español; pues aunque muchos hablan inglés aquí, raros son los que leen otra cosa que magazines, y para eso, de una manera superficial y frívola, sin fijarse en nombres ni tendencias, en una palabra, sin conciencia literaria.

 Delicada tarea, la de contestar a su tercera pregunta. Quiere usted saber qué es lo que nosotros "francamente' opinamos de la cultura literaria de los Estados Unidos.

 Ya advierto que dice usted "literaria". Pero nuestra sospecha -apenas es más que eso: una sospecha- de la literatura de ustedes es como un reflejo de lo que en general pensamos sobre su vida nacional. Lo cual equivale a decir que estamos todavía tocante al "Norte" como ustedes lo están tocante a "Sud-América": en la era del pintoresco prejuicio. Aún no hemos cesado de entretener aquella inicua noción que cifra el esfuerzo americano en un buscón de oro y en un rascacielos.

 Pocos -y con esto respondo ya a su última pregunta-muy pocos de entre nosotros saben algo de Edith Wharton, Robert Frost, James Cabell, Sinclair Lewis, O. Henry, o siquiera de Hergesheimes, el autor de ese bellísimo libro San Cristóbal de la Habana. Es ruboroso, pero hay que admitirlo.

 La razón de ello no está tanto en aquel prejuicio nuestro sobre el "materialismo" yanqui como en el hecho de nuestra escasez de tiempo. No somos nosotros la haragana gente que el sajón imbuido de Enciclopedia Británica se empeña en hacernos. Tenemos poco ocio libre, tras "el ganar y el gastar", para lecturas exóticas, y el poco que tenemos estamos habituados a dárselo a las lecturas españolas y francesas.

 Desde luego hay que lamentarlo. Una miaja más de propaganda por parte nuestra harían mucho en sentido de mantenernos fecundamente unidos y... convenientemente "separados".


 En “Glosas”, Diario de la Marina, 19 de mayo de 1924.


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