Jorge Mañach
Isaac Goldberg, el excelente
hispanófilo norteamericano, cuya labor de divulgación para nuestras letras
"de aquel lado del Río Grande" va constituyéndonos ya en deudores de
la más cordial gratitud, me escribió ha poco esa apremiada carta que, presumiendo
la venia del ensayista amigo, traduzco y publico por juzgarla de insólito
interés, tanto para los letrados como para el que llaman vulgus profanus.
La breve carta en cuestión reza
de esta manera:
"Mi querido Mañach:
Su carta fue agradable lectura.
Tengo la intención de escribir,
dentro de poco, acerca de algunos libros cubanos. Entretanto, usted pudiera
hacerme un gran servicio en relación con un artículo que estoy componiendo para
el American Mercury. Se trata de averiguar lo siguiente:
(1) Qué escritores de los Estados Unidos se leen en Sud América. ¿Emerson,
Poe, Hawthorne, Whitman, Longfellow?
(2) Si son leídos en el original, en el idioma del país o en francés.
(3) Cuál es la opinión franca acerca de la cultura literaria de los
Estados Unidos.
(4) Qué se sabe de nuestros escritores contemporáneos (poetas,
novelistas, críticos y demás).
"Desearía enseguida su propia
contestación a estas preguntas, así como la de Lizaso, Lamar Schweyer, Max
Henríquez Ureña, Carlos Loveira y de cualquier otro literato cubano a quien
usted crea de suficiente relieve para preguntarle. Por ejemplo, Chacón y Calvo.
Insisto en que debe ser enseguida. Puede
usted..." etc.
Unas cuantas líneas más de encarecimiento y de
saludo daban fin a la inquisitiva epístola.
Aquel día, fue, pues, necesario hacer nuevo
paréntesis en la vacación de los nervios para hacer llegar a los literatos
"de relieve" la consulta del autor de los Estudios de literatura
hispano-americana. Debo advertir, empero, que el apremio de la consulta no
dejaba margen para la larga búsqueda. Muchos son los literatos de relieve que
hay en Cuba con derecho - con infinitamente más derecho- que el presente
glosador a dar su parecer en tan escogida materia pero ya se sabe que la
dispersión del Ietrado gremio es, entre nosotros, algo deplorable.
Aparte algún que otro cenáculo nocherniego,
aparte tal cual redacción sombría y no siempre accesible, no existen en nuestra
villa centros vitales de asociación literaria. Y digo vitales, porque
mortecinos, momificables, accidentales y espurios sí los hay: mas no se reúnen
sino para oír discursos o elegir comités.
Queda implícita, claro está, una excepción a favor de la "Minoría Sabática" a quien nuestro Fontanills daba el otro día su espaldarazo social. Esa Minoría aspira, a lo que parece, a ser algo vivo y sin discursos. A ella, pues, me dirigí, y espero que los más hayan contestado la "encuesta" del crítico yanqui.
Mi propia contestación, apremiada también y
escrita en un modesto espíritu de "salvo prueba en contrario" decía
como sigue, después de las pertinencias iniciales:
"Me pregunta usted qué escritores de los
Estados Unidos se leen en la prensa de Sud-América. Su alusión es a los
clásicos y cuando usted dice "Sud-América" entiendo no solamente que
incluye a Cuba, sino que a ella particularmente se refiere al pedir mi parecer.
Pues bien, mi querido Goldberg, nosotros casi no leemos en absoluto los
clásicos de ustedes. A excepción de algún otro cubano que, como yo, ha vivido y
estudiado en los Estados Unidos, el público lector de aquí, o simplemente no conoce,
o no quiere conocer los viejos valores literarios americanos. De vez en cuando,
sin embargo, se encuentra usted con algún sujeto de torcedura académica que ha
leído a Emerson en castellano o a Hawthorne en francés; pero rara avis.
Poe es medianamente conocido a través de Baudelaire y de sus traductores
latino-americanos, Pérez Bonalde, entre ellos. De Whitman nos hemos enterado
directamente gracias al espléndido ensayo de Martí. Longfellow apenas nos es
más que un nombre. Quizás el escritor yanqui de antaño mejor conocido sea Mark
Twain; tanto que hasta tiene -diremos "fanáticos"?- en categoría con
Anatole France y Eça de Queiroz. Y no se me ocurre ningún otro autor americano
que se lea por modo considerable.
Su segunda lectura es si esos
autores son leídos en el original inglés, en castellano o en francés. Me parece
que los más lo son en español; pues aunque muchos hablan inglés aquí, raros son
los que leen otra cosa que magazines, y para eso, de una manera
superficial y frívola, sin fijarse en nombres ni tendencias, en una palabra,
sin conciencia literaria.
Delicada tarea, la de contestar a su tercera
pregunta. Quiere usted saber qué es lo que nosotros "francamente' opinamos
de la cultura literaria de los Estados Unidos.
Ya advierto que dice usted
"literaria". Pero nuestra sospecha -apenas es más que eso: una
sospecha- de la literatura de ustedes es como un reflejo de lo que en general
pensamos sobre su vida nacional. Lo cual equivale a decir que estamos todavía
tocante al "Norte" como ustedes lo están tocante a
"Sud-América": en la era del pintoresco prejuicio. Aún no hemos
cesado de entretener aquella inicua noción que cifra el esfuerzo americano en
un buscón de oro y en un rascacielos.
Pocos -y con esto respondo ya a su última
pregunta-muy pocos de entre nosotros saben algo de Edith Wharton, Robert Frost,
James Cabell, Sinclair Lewis, O. Henry, o siquiera de Hergesheimes, el autor de
ese bellísimo libro San Cristóbal de la Habana. Es ruboroso, pero hay que admitirlo.
La razón de ello no está tanto en aquel
prejuicio nuestro sobre el "materialismo" yanqui como en el hecho de
nuestra escasez de tiempo. No somos nosotros la haragana gente que el sajón imbuido
de Enciclopedia Británica se empeña en hacernos. Tenemos poco ocio libre, tras
"el ganar y el gastar", para lecturas exóticas, y el poco que tenemos
estamos habituados a dárselo a las lecturas españolas y francesas.
Desde luego hay que lamentarlo. Una miaja más
de propaganda por parte nuestra harían mucho en sentido de mantenernos
fecundamente unidos y... convenientemente "separados".
En “Glosas”, Diario de la Marina, 19 de
mayo de 1924.
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