Todo el país se ha estremecido de indignación
al conocer el horripilante crimen cometido por el campesino Juan Pérez Landuy,
quien después de matar a palos a su hija de 9 años, la enterró cerca de la casa
donde residía.
Matar a su hija a palos ¡qué horror!, se pide
justicia para que el asesino reciba la máxima sanción que corresponde para tan
desnaturalizado padre que según los informes recibidos se ensañó con su hija,
infeliz criatura, como si se tratara de una alimaña.
Claro que la pena de muerte está abolida, pero
frente a un hecho como este no hay otro recurso correctivo que la pena máxima,
de acuerdo con las leyes vigentes.
Haciéndonos eco de la indignación popular es
que interesamos que la justicia siga su curso en este hecho, pero que no se
detenga, y que en este caso, mayormente, se cumpla la vindicta: ¡El que la
hace, la paga!
El País, 1951.
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