Caridad
Atencio
Están
entrando en Cristo por sitio no sagrado. Vienen a desgarrar los clavos propios,
la costilla expandida que Adán pobló de bruces. “Ciega me gustas, sorda, vuelco
de res abierta sombreando la camilla: ruedas sobre el enigma”. Casa que me
escogió para exhibirme presa. Estoy tocando mi silencio. Hay sueros para canes
y una rara molécula para tornar verdes los ojos, verde la tarde, el trino como
el agua. Verde es la ciencia. Frida, ya lo ves, palpo tus senos verdes. El
trino como el agua: rostros incontenibles. Y marcan la oquedad entre tus cejas,
llegan al lienzo, yo: fin del cercado, la espuma de la esquina. Las puntas de
tus senos se alambican: nuestros pezones son de sangre. Bárbara la señal de
estos vestidos en la angostura de los talles. Estoy en el camino y llevo en un
zurrón Lo que el agua me ha dado para
asistir mis culpas. La espera luminosa no viste de serpiente, pero algo de sus
óleos le transita la vida.
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