Amado Nervo
Los espíritus tienen coqueterías de mujer, cosa que yo no hubiera creído si no me lo revelan ellos mismos, o mejor dicho, si no revela esas coqueterías un buen fotógrafo, artista macabro que fija en su cámara oscura fisonomías ultraterrestres.
Este digno hijo de Daguerre, seguro de que los
espíritus, como los microbios, pululan en todas partes, se dijo: “Hay que
atraparlos”, y los atrapa por un medio muy sencillo.
Va usted a retratarse; le coloca a usted
frente a la cámara y le dice:
-Evoque usted
a algún espíritu.
Y usted evoca
a su madre (conste que esta frase no es un insulto).
-Reconcentre
usted su imaginación –añade el fotógrafo–
para que la imagen no se borre un punto. ¡A la una! ¡A las dos! ¡A la tres!
Ya está usted
retratado, con todo y madre.
A los tres o cuatro días va usted por sus
retratos; los observa: la fisonomía de usted se destaca perfectamente; y aquí entra
lo maravilloso: sobre la cabeza de usted, en el lienzo, hay unos trazos vagos,
esfumados casi; se advierte un rostro; lo considera usted bien, y acaba por
distinguir sus facciones.
-¿Son las de su madre?
No –responde usted- , serán las de la suya.
-Las de la mía tampoco. Se trata de otro
espíritu que andaba por ahí. Apenas tuvo tiempo de alisarse el pelo para no
salir con la cabeza desgreñada. Si hubiera tenido tiempo, de seguro se pone una
flor en la cabeza y sonríe.
¿Evoca usted a su padre?
Pues resulta un caballero anciano, con
patillas luengas y ceño fruncido.
No es tampoco el papá de usted: es otro
espíritu a quien atrapó el fotógrafo, al pasar, en la cámara oscura.
En el lienzo del fondo, del que he hablado,
hay asimismo algunas manchas: ésas son los espíritus que usted evocó; andaban
lejos, entretenidos, y no alcanzaron a salir; pero se adivina que son ellos;
para eso sirven las intuiciones del cariño.
Paga usted un peso por cada retrato, y se va
tan contento a su casa; que si al fin y al cabo no salió su madre ni salió su
padre, salieron otros, y lo mismo da; ¡qué sabe usted si aquel anciano de
patillas fue un tío suyo, y si aquella buena señora que apenas se alcanzó a
rizar el pelo es su suegra, la suegra a quien tuvo usted la dicha de no
conocer!
La fotografía
por lo demás, es mala: las figuras se destacan de un fondo oscuro con tonos
amarillentos; pero hay que advertir que esos tonos se deben a la luz de los
nimbos que “usan” los espíritus. Qué, ¿quería usted salir bien, en fotografía
bonita y con espíritu?
¡Vamos, no pida usted gollerías!
Mi hermanito Allan Kardek no se preocupa
mucho del arte; no es esa su misión. Artista sobrenatural, se limita a atrapar
espíritus. Hay que avisarles a éstos para que no los cojan en deshabillé.
Septiembre 2, 1895
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