Soñaba que cogía los caracoles por centenares, de todo género y de innumerables
especies: era una dicha que podía llamarse preludio de la bienaventuranza. Una
noche soñé que me había vuelto escarabajo, y mascaba la yerba con mandíbulas
horizontales. ¡Cosa extraña! —decía yo: antes movía la quijada de arriba abajo
y viceversa, y ahora la muevo lateralmente. Cuando desperté, pude acordarme de
aquel de quien escribe la Bruyere que soñaba haberse vuelto canario, que mudaba
las plumas y sacaba sus polluelos; pagaba veinticinco pesos al organista que
educaba a los pájaros, y dejaba a sus hijos sin educación.
“Viaje a
Rangel” (1858), Felipe Poey y Aloy: Obras; Biblioteca
de clásicos cubanos, La Habana, 1999, p. 249.
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