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martes, 3 de abril de 2012

El escarabajo




 
 Soñaba que cogía los caracoles por centenares, de todo género y de innumerables especies: era una dicha que podía llamarse preludio de la bienaventuranza. Una noche soñé que me había vuelto escarabajo, y mascaba la yerba con mandíbulas horizontales. ¡Cosa extraña! —decía yo: antes movía la quijada de arriba abajo y viceversa, y ahora la muevo lateralmente. Cuando desperté, pude acordarme de aquel de quien escribe la Bruyere que soñaba haberse vuelto canario, que mudaba las plumas y sacaba sus polluelos; pagaba veinticinco pesos al organista que educaba a los pájaros, y dejaba a sus hijos sin educación.


 “Viaje a Rangel” (1858), Felipe Poey y Aloy: Obras; Biblioteca de clásicos cubanos, La Habana, 1999, p. 249. 

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