Un hombre ya mayor de casi cinquenta años, y
de oficio carpintero, peso pobre, cayó enfermo, y se le conduxo al hospital de
Caridad de París en 15 de abril del año de 1713. La causa de su enfermedad fue
un gran susto que recibió al saber la muerte repentina que había acometido a
uno de sus amigos con quien él hubo reñido unos cuantos días antes, y entró en
gran rezelo y escrúpulo de que hubiese sido su riña el motivo de aquella
desgracia.
El tal carpintero mostró al principio hallarse
como aturdido, embotado y medio falto de discurso por la confusión y tristeza
que entre sí tenía, y aun con alguna disposición e inicios de adormecimiento y
sopor. Por lo demás, no dexaba de gozar de un perfecto conocimiento, y
respondía bastante bien a quantas preguntas se le hacían. No tenía calentura,
pero a unos días de su entrada en el hospital, cayó en un profundo sueño
aletargado, de forma que quedó destituido enteramente de todo conocimiento,
movimiento y sentido. En medio de esto se mantenía con el semblante tranquilo,
el color roxo, la respiración libre, y el pulso fuerte e igual, aunque muy
lento.
Algunas sangrías que se le administraron del
brazo y el pie, varios sacudimientos que se le hicieron, y un emético que se le
dio, le pudieron despertar por veinticuatro horas; pero al cabo de ellas volvió
a caer en otro letargo tan profundo, que no bastaron las medicinas más fuertes
y violentas para volverle de él.
Mr. Burette, que a la sazón era médico de
aquel hospital y estaba de quartel, viendo que eran inútiles quantos remedios
le administraba por más eficaces, resolvió el abandonarle al espacio de la
naturaleza, hasta fin de Junio del mismo año en que su quartel se acababa. El
enfermo durmió sin interrupción todo ese tiempo, y solo vivió de algunas
cucharadas de buen caldo, substancia de jalesina, y sorbos de vino generoso,
que se le hacían tragar por fuerza, abriéndole con gran trabajo la boca y los
dientes por lo apretados que los tenía, siendo de notar que el poco excremento
que evacuaba de tarde en tarde guardaba proporción con la especie y cantidad de
aquellos alimentos.
Otro médico que entró de quartel, substituyendo
a Mr. Brunette, quiso dexar al enfermo en el mismo estado, hasta que sabiendo
por algunos religiosos enfermeros que le asistían que ya tenía la boca más
dócil y flexible para poderle introducir el sustento, y que aun él mismo se
retiraba a la orilla de la cama para obrar, sin dexar de dormir, ordenó que se
le metiese desnudo en el pilón de agua de una fuente que había en el jardín de
dicho hospital. Hízose por el mes de Julio y muchas veces, pero sin efecto
ninguno, entrando y saliendo del agua el enfermo tan soporoso y azurrado como
antes, notándose solo que quando estaba dentro del pilón hacía los mismos
esfuerzos y movimientos para no ahogarse que un perro quando nada. Salía, pues,
del baño sin conocimiento ni sentido, y persistió así hasta fin de Agosto, en
cuyo tiempo ignorando su muger lo que pasaba, y viendo lo largo de la cura por
lo que tardaba en salir del hospital, fue a saber lo que era. Divulgó ella
misma la noticia, y recogió mucho dinero de las personas curiosas que iban a
ver al dormido, como si fuese animal raro.
Por fin, a mediados de Octubre comenzó a ir
despertando poco a poco, habiéndole durado el sopor, letargo y profundo sueño
casi seis meses continuos.
Luego que despertó quedó enteramente sano,
pero lelo y medio tonto.
Papel Periódico de la Havana, jueves 2 de Febrero de 1804. Núm. 10, pp. 37-38.
No hay comentarios:
Publicar un comentario