miércoles, 15 de junio de 2011

Celso Golmayo



 Andrés Clemente Vázquez

 ¿Le veis? Es el Sr. Ldo. D. Celso Golmayo, Presidente del Club de ajedrez de la Habana, Campeón ajedrecista de España y Fiscal del Tribunal de lo contencioso, en la Isla de Cuba.
 Las canas comienzan ya a blanquear la imponente cabeza del Maestro, encubriendo uno de los cerebros más robustos y mejor organizados que ha producido la encantadora Rioja. Las facciones que constituyen su rostro son correctas. La mirada es fría, aunque suave y casi lánguida. El semblante resulta bondadoso. El aspecto seduce, atrae, sin duda inspira confianza. ¡He ahí al hombre! Así es el Sr. D. Celso Golmayo, atento en sociedad, cariñoso en el hogar, epigramático en las fugitivas horas de la causerie, Pero ah! no le irritéis delante del tablero. Entonces se torna, de benévolo en implacable.
 Su blanca mano os coloca las piezas vengadoras en lugares de muerte y de desolación. ¿No es acaso el primer jugador de filiales de partida que se conoce en todo el mundo? ¿No ha superado inmensamente a sus antiguos compatriotas Ruy López y Lucena?
 ¿No es cierto que está reconocido, sin disputa, como el más grande ajedrecista de la heroica España? Atleta en lo físico, alto y ágil, apenas deja recordar que ha traspuesto los 50 años; edad en la cual, según el pensamiento de Vico, se reverdecen las ideas y el espíritu penetra en nuevos y desconocidos horizontes, infranqueables para las almas jóvenes. Cuando os derrota, sus azules ojos adquieren los tintes negros y pavorosos de la tempestad. Distante de los peones, de los alfiles, de los caballos y las torres, el Campeón se olvida de que lo es, y entonces nadie le aventaja en generosidad, en prudencia, en compasión y tolerancia para con sus prójimos. Lo mismo emplea las agudezas más finas y punzantes, aunque discretas siempre, que las sentencias serias.
 Generalmente prefiere callar, pero cuando habla, sus palabras son claras, persuasivas, justas. Opina como Quintiliano que hay momentos para el silencio y oportunidades para la discusión: Tempus tacendi-Tempus loquendi. Desdeña los aplausos de las multitudes y tiene profiíndo amor al propio criterio, a los consejos de su experiencia y a las luces de su misma razón, in odium aucioris.
 En el ajedrez ha ganado juegos notabilísimos a Steinitz, a Mackenzie, a Kolisch, a Neumann, a Arnous de Riviere, a Maurian, a Dionisio M. Martínez y a otros profesores célebres. El gran Morphy no pudo darle un caballo de ventaja. En 1867, cuando casi nadie le conocía en Europa, se apareció en el torneo universal de París, disputando el premio del Emperador, y quedó en lugar superior a Czarnowski y a Rosenthal de Polonia, a Samuel Loyd de Philadelphia, a Severino From, de Copenhague, a Eugenio Rousseau, de St. Denis, y al Barón Emilio d' André, de la capital de Francia.
 Pertenece por completo a la brillante y enérgica Escuela Antigua, Estima a Steinitz y a Weiss, pero venera a La Bourdonnais, a Cochrane y en primer término a Morphy.
 Son sus autores favoritos el Handbuch de Bilguer y Von der Lasa; Chess opefíifigs ancietit and modern por Freeborough y Ranken, y la magistral Theorie und Praxis der Endspiele de J. Berger, el sabio tratadista de Leipzig.
 En Política -aunque en realidad no tiene otra que la de los hombres de bien- figura como conservador progresista, y en religión es católico, apostólico, romano. Después de una victoria de ajedrez, y si fuese un Tarrasch, un Lasker o un Schallopp, no tendría reparo en decir muy alto, y con purísimo orgullo: Gott mit unsf.
 Cuando se acuerda que es padre, y padre nada menos que del inteligente Celsito, siente el deseo de dejarle el cetro valiosísimo del ajedrez ibérico, y sin embargo alienta, ilustra y dirige, a Guillermo López y a Enrique Ostolaza, los futuros émulos en Cuba del hijo del Maestro, como llamamos al noble Sr. Golmayo sus amigos y admiradores.
 Refiere D. Miguel Moya en sus delicados Perfiles sobre los Oradores Políticos de la Península, que según frase de Alcalá Galiano, los hombres de hoy vivimos hacia dentro; que en el espíritu riñen batallas terribles los deseos y los temores; que hay audacias del pensamiento con el pensamiento mismo; que con la sonrisa en los labios se siente un amargo horror ante la descarnada realidad. Esto no puede decirse del Sr. Golmayo, corazón sencillo, carácter sin dobleces, personalidad sin antifaces, que carece de pasiones, esos corceles indómitos que galopan por la llanura, como decía Gautier, y que en su loca carrera iluminan a veces el camino al chocar con los guijarros.
 La Historia de nuestro bello arte, habrá de recordar en todo tiempo con gratitud los méritos eminentes del hijo de Logroño, y nosotros nos contentaremos con haber sido uno de los más modestos, pero al propio tiempo de los más entusiastas biógrafos del invencible Aquiles del ajedrez español.  

De El Pablo Morphy,

Habana, Noviembre 15 de 1891.

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