Buenaventura Pascual Ferrer
Concluidos los primeros días de nuestro arribo, que se pasaron en cumplimientos indispensables; pasamos al examen que habíamos convenido hacer en la ciudad. Esta, si se ha de decir la verdad, presenta un horroroso aspecto, principalmente para los que no están acostumbrados. La gente que de ordinario transita por las calles a pié, no son más que Negros y Mulatos. Se ven muy pocos Blancos, pues casi todos van siempre en carruaje cubierto con tapasete. Las mujeres principales no salen de día a pié sino para ir a la Iglesia, y el trage que usan para esto es de basquiña y mantilla como en España; y el de los hombres consiste en un pantalón de lienzo, chaleco y chupa de lo mismo, en los que ordinariamente ponen botonaduras de oro los que tienen facultades. Los Negros y Mulatos por lo regular no usan más que una camisa de lienzo grueso, y unos calzones anchos y largos hasta el tobillo, sombrero de paja, y sin calzado. Estos son los que hacen el tranco de la ciudad: conducen los fardos y demás muebles en una especie de angarillas con una rueda que llaman carretilla.
La catedral, que fue el primer edificio que vimos, tiene una fachada de buena arquitectura, con tres naves bastante capaces: fue colegio de los Jesuitas. El Convento de Santo Domingo es bien espacioso y contendrá sesenta Religiosos; su Iglesia, que tiene dos naves, es regular; se está fabricando otra de tres, pero muy desproporcionada. El de San Francisco es una obra sólida con buenas bóvedas de cal y canto y podrá contener cien individuos con bastante comodidad: su Iglesia tiene tres naves, pero es muy oscura y húmeda. El Convento de San Agustín es pequeño y ofrece pocas conveniencias a sus Religiosos, pero la Iglesia y Sacristía son magníficos. El Convento de Nuestra Señora de la Merced es más pequeño que el anterior y la Iglesia es de excesiva capacidad, aun sin estar concluida, como se halla en el día. El de Religiosos de San Juan de Dios no es recomendable más que por su Hospital, donde tiene diversas salas y muy espaciosas para curar todo género de enfermedades. El de Nuestra Señora de Belén, de Religiosos de esta Orden, fundado por Fray José Betancourt, es de bastante extensión y contiene un Hospital de convalecencia muy suntuoso y bien asistido. Los Conventos de Monjas son de bastante extensión. Las demás Iglesias y Ermitas tienen poca recomendación, pero se nota en todas un singular aseo, decencia y seriedad en las ceremonias del culto.
Reconocimos también la Universidad de San Gerónimo, sita en el Convento de Santo Domingo, en la que está graduado mi amigo. El Rector, Vice-Rector, Conciliarios y Secretarios de ella, han de ser precisamente Religiosos de dicha Orden. Tiene seis cátedras de Teología, seis de Derecho, cuatro de Medicina, tres de Filosofía, etc. Aunque se ha tratado muchas veces de poner dotación a estas cátedras, todavía carecen de ella. El único emolumento que tienen los Catedráticos por el sexenio que trabajan es el uso de una borla, la qual, sin embargo de estar libre de derechos, no deja de traerles algún gasto en pagar la música, los guantes y el refresco, que es de costumbre en estas funciones. Al acto de la recepción de estos grados, que se ejecuta en la Iglesia, precedía un examen, donde uno de los Doctores, sentado en la Cátedra, ridiculizaba al Graduado y le llenaba de dicterios. Este capítulo de la constitución se ha extinguido por S. M. en consideración a los abusos que de él se habían hecho. Si las Cátedras tuviesen una dotación capaz de mantener a sus Profesores, si se reformase enteramente el método de los estudios, y si todos los Doctores pudiesen optar los empleos de la Universidad, habría más estímulo y, de consiguiente, se lograrían mayores progresos que los que se sacan en el día.
El Colegio Seminario, fundado el año 1774 por el limo. Sr. D. Santiago Echavarría, Obispo que fue de Cuba, consta de un Director, dos Cátedras de Teología, una de Filosofía y dos de Latinidad. Tendrá hasta sesenta becas entre dotadas y pensionistas. El orden de estudios que aquí se sigue es más regular, pero aún le falta mucho para llegar a su perfección. En los conventos de San Francisco, San Agustín, la Merced y San Isidro, se enseña la gramática latina, y en los tres primeros, además, Filosofía y Teología. En el de Nuestra Señora de Belén, se enseñan las primeras letras a niños de todos los colores, gratuitamente.
Le hace notable falta a esta población un buen río, pues el que la baña únicamente es de un cauce artificial, llamado la Zanja, que sale del rio Almendariz, distante una legua por lo más cerca. El agua de este cauce es y de mal gusto, por lo que muy pocos la beben y así tienen en casi todas las casas grandes algibes o cisternas en donde depositan el agua llovediza para hacer uso de ella, dejando la de la Zanja para lavar y fregar. El agua llovediza tiene excelente gusto y es muy sana. La gente de pocas conveniencias bebe la de la azequia, para cuyo consumo hay cinco fuentes públicas y muchas más particulares.
Tiene la Ciudad ocho puertas, sin incluir la entrada de la Contaduría, y son dos de tierra, una para entrar y otra para salir; una que va a la Factoría; una llamada de la Tenaza, que hace muchos años que está cerrada, una en el muelle de la Luz, otra en el de la Máquina, otra en el de la Sal, y otra en la Punta. El palacio del Capitán General está en la plaza de Armas: es el mejor y más arreglado edificio de toda la isla que ocupa una manzana entera, incluyéndose en él la casa de Ayuntamiento o Capitular y la cárcel pública. El piso bajo está ocupado con los Oficios de Escribanos.
Luego que se sale por la puerta de la Factoría, a mano izquierda está el Arsenal. El espacio que ocupa en circunferencia, podrá ser de una milla. En él se construyen navíos de guerra, fragatas y demás buques, para cuyo o tiene gradas y diques. Contiene también almacenes copiosos de madera de cedro, y otros para la construcción de ellos. El día que fuimos al Arsenal, se botaba al agua el navío Real Carlos, de tres puentes. Aun no se habían formado los diques y el navío estaba en la grada. El curso de gente fue extraordinario y se habían formado varios palcos en donde asistió la nobleza y magistrados. Se ejecutó esta escena a las diez del día, cuando la marea estaba en creciente. La grada está a la orilla del mar, con un gran descenso, y los asientos llenos de cebo sobre los cuales el navío atado por la popa con fuertes cables que llaman bozas y sostenido por muchas maderas clavadas ligeramente en los costados. El Director de Ingenieros de Marina, colocado en el extremo de la grada, dispuso la acción. Primeramente se sacaron los contreles, que son unos pedazos de madera, a manera de cuñas; picáronse las bozas con unas hachas, y aunque el navío se detuvo un poco, con los auxilios del palanquero cayó al agua felizmente, soltando luego que entró en ella, todo lo que tenía clavado. El júbilo que causó este acto, es imponderable al considerar desprendida aquella gran mole que va corriendo desde la tierra al mar. Al mismo tiempo los aplausos de los concurrentes, la gritería de la chusma y los vivas de la mucha gente que va dentro del mismo navío, conmueven y trasportan el ánimo más insensible. En el día no se construyen ya los navíos en las gradas, pues se ha notado que se quebrantaban al caer en el agua, por la grande inclinación que hacen; y en su lugar, se han forma diques, que son unos grandes cóncavos de donde se extrae el agua y detiene con una o más compuertas mientras se fabrica el navío, los que abren cuando está concluido, y sale sin ningún daño. Vimos después todos los almacenes y casas notables que contiene el Astillero, deteniéndonos gran rato en la sierra de agua. Esta es una máquina gobernada por medio un exe que tiene una gran rueda, movida por un cauce de agua de la Zanja Real, que entra en el Arsenal. Tiene varios hierros que asierran a tiempo cinco o más tozas sin más trabajo personal que el conducirlas y colocarlas en ellos. El mecanismo es muy sencillo y su utilidad no puede ser mayor (…)
Como la tarde era larga, recorrimos el arrabal; hay en él una parroquia con varias anexas en muchos pueblos. Las calles son irregulares, y la mayor parte de las casas do embarrado y guano. Las casas que llaman de embarrado, se fabrican con horcones que se entierran en el suelo, en las que se atraviesan muchas varas o cujes que cubren con una capa de barro. El guano es la hoja seca de la palma real, que se ata a los cujes del techo, por lo que queda cubierta la casa, sin que le cause daño la lluvia por el modo con que lo ponen. En el piso de la calle, como no está empedrada, se forman en tiempo de aguas grandes charcos y tanto lodo, que es casi intransitable. En la Ciudad sucedía lo mismo, pero en el día, como os he dicho está empedrada, cuyo beneficio se le debe a la eficacia del Excmo. Sr Luis de las Casas, Gobernador y Capitán General que fue de ella. Los ríos que forman el arrabal, están bien habitados, pues como en él se disfruta de más fresco que en la ciudad, ya sea por estar más descampado, o por la proporción de las viviendas, muchos se pasan a vivir a extramuros, al menos mientras dura la estación del calor.
Aun era de día cuando nos volvimos, por lo que dimos una vuelta a la Alameda. Hace este paseo un punto de vista de los mejores que se pueden proporcionar. Está a un lado del Campo Marte y lo atraviesa la Zanja Real, sobre la que hay varios puentes. La vista del mar, la verdura perpetua del campo, la población del arrabal, los diversos cocales y palmas que se ven a lo lejos, la fortificación y edificios de la ciudad, todo esto se presenta a cualquier parte que se vuelva la vista, forma una perspectiva encomiable (…).
La multitud de volantas que concurren a este paseo, y la gente de a pié, con especialidad los días de fiesta, lo hacen muy divertido. Posteriormente, me han dicho, que con el celo del Excmo. Sr. Casas, se ha hecho ameno, pues se han plantado ceybas y otros árboles de mucha frondosidad. También me han asegurado que el mismo Gobernador había tratado de formar un jardín botánico, en el espacio que hay desde la Puerta de Tierra a la de la Punta. No sé en lo que habrá quedado este proyecto, pues en mi tiempo solo había en este paraje unas casucas con baños de agua corriente que llamaban de las Guachinangas, donde se bañaba el público por el corto estipendio de un real de aquella moneda, que cada individuo daba por vía de limosna (…).
Concluyo, señora, esta carta, con daros noticia de las diversiones públicas de la Habana. Si la cultura de un pueblo se conoce por el Teatro, como pretenden muchos filósofos, la de este se quedaría muy inferior. En esta ciudad no se conocieron hasta el año 73, más representaciones teatrales que las despreciables que hacían algunos mulatos por afición. En el gobierno del Excmo. Sr. Marqués de la Torre, se edificó un magnífico Coliseo, contiguo a la Alameda interior, valuado en setenta y cinco mil cuatrocientos pesos fuertes. Era de una arquitectura magestuosa, y aunque el interior era de madera, estaba bien pintado y con buenas decoraciones: lo actores eran muy regulares. A los principios fue muy concurrido, pero decayó a los pocos años, de tal suerte, que con motivo de amenazar ruina, se echó abajo el año de 1892, habiéndolo desamparado cinco años antes.
Desde esta época, se puede decir que no hay representaciones en la Habana. Muchos de los cómicos pasaron a México, y los que quedaron, representaban en el Arrabal, en una choza harto indecente. Pasáronse después a la ciudad donde fabricaron un Teatro provisional, en el que he visto muy pocas comedias, pues la gente que concurre es la más ordinaria del pueblo y los actores son malos, a excepción de los que quedaron del Teatro antiguo. Esto a la verdad puede considerarse como poca afición, pero contemplo que es efecto de no saber conducirse los que disponen éstas diversiones.
No entro en la cuestión tan reñida de si el Teatro es bueno, malo o indiferente; quiero solamente considerarlo como útil y necesario en el orden social, en un pueblo grande y de vasto comercio. La concurrencia y distracción de los espectáculos, impide otros daños difíciles de prevenir en una población extendida, especialmente quando esta se compone la mayor parte de tratantes y gente de oficio que tienen la noche ociosa, y no saben en que emplearla. La causa de que decayesen las entradas en el Teatro es grande a mi parecer, no ha sido otra que la mala disposición que se tenía en los precios. El asiento más caro, que era el de la luneta, costaba tres reales de esta moneda, y el más ínfimo dos. Esta desproporción traía muchos daños, pues el pueblo, que generalmente se compone de la gente de color, que de ordinario es de cortas facultades, estaba imposibilitado de ver comedias, y si acaso las veía, era muy de tarde en tarde. La de esta clase que podía sufragar este gasto, pretendía el mejor asiento de la luneta y esto era causa de que los hombres decentes no concurriesen por no ponerse al lado de estas personas. He aquí el impedimento de que asistiesen dos clases las más numerosas. En tanto que no se disponga una proporción arreglada en los precios para toda clase de personas, que no haya una buena elección de comedias y cómicos, y que no se tenga un poco de buen gusto en dirigir las funciones, no se podrá formar en Teatro digno de una Ciudad como esta; pero para vencer estas dificultades es menester acierto, y alguna mayor afición en los ciudadanos.
Las corridas de toros, a que es tan apasionada nuestra nación, han prosperado algo más. Según me ha dicho el Señor Ferrer, las primeras de que hay memorias, fueron las de la proclamación del Señor Don Carlos III. Quedó sepultado este espectáculo en el olvido, hasta que muchos años después se hicieron otras en el patio del Coliseo, de donde sacaron todas las bancas. Duraron poco tiempo, a causa (quizá) de que el Empresario no sacó toda la ganancia que se prometía. Hacíase un capeo en el patio del matadero a donde concurrían muchos aficionados a sortear a los toros que se habían de matar aquel día para el abasto del público. Últimamente se formó la plaza, que hoy existe en el Campo de Marte. Los toros verdaderamente no tienen aquella ferocidad que los de Castilla, con el motivo quizá del cansancio de traerlos tan lejos, y así llegan rendidos y casi domesticados. Si el ganado fuera bravo, sucederían muchas desgracias, pues los toreros son muy poco diestros. Lo material de la plaza es todo de madera, sin proporción alguna en la arquitectura; tiene casi tanta extensión como la de Madrid, y en medio del área hay un agujero adonde se refugian los lidiadores, quando los persigue el toro, y no pueden alcanzar barrera.
Las riñas de Gallos es una de las diversiones de más afición en los Habaneros. Para executarlas hay diversas vallas, que este es el nombre que se da al lugar donde riñen estos animales. La principal es la que está junto a Santa Teresa. En un patio indecente y debaxo de un mal texado, se ha hecho un plano circular con más de veinte varas de circunferencia, cercado de tablas de una vara de alto, en cuya área se ejecutan las peleas. Por fuera y en lo alto hay muchos asientos para la gente, la cual paga medio real por persona a la entrada. Las riñas son de dos clases: unas a pico que son muy dilatadas y a veces suelen hacerse tabla, pues llega la noche y quedan indecisas: y las otras a navaja, para cuyo efecto cortan al gallo el espolón izquierdo, y atan en su lugar una navaja de más de una pulgada de largo, bien afilada y con buena punta. La pelea se concluye pronto, pues se destrozan los gallos, y el que muere o huye primero, ese pierde. Si la afición tan grande que hay en esta ciudad a esta diversión, estuviese unida al buen gusto, habría en su excecución mejores disposiciones, serían mayores los derechos del estanco; y el público estaría más divertido. Para dar una prueba de la afición que hay aquí a los combates de sellos, baste decir, que así como en Europa tienen muchos sujetos caballerizas y criados para mantener un gran número de caballos, en la Habana hay muchos que tienen gran copia de gallos, cuidados por diversos criados con todo esmero.
Los baños son otra de las que se pueden llamar diversiones públicas en esta ciudad. Luego que pasa la Semana Santa, casi toda la gente se marcha al campo a librarse de los calores de la población. Se forman concurrencias en los parages donde hay ríos, con el motivo de bañarse. A una de estas asistí con mi amigo en un lugar que llaman Arroyo-Naranjo, que es de las más numerosas, y dista de la ciudad cerca de tres leguas. Las casas donde habitaba la gente, eran todas de cujes y guano, y concurrieron aquel año más de mil personas. A todo se va allí más bien que a bañarse: bayles, juegos, comedias, máscaras, novillos, todo abundaba. Cada familia contribuía con una pequeña cantidad, con la qual se pagaba una música perpetua que sonaba en una glorieta espaciosa que se formó para el intento. Esta era la palestra donde se ejecutaban todas las diversiones, y las mesas de estado rodeaban la plaza, tal era su abundancia. Tres días estuvimos en este sitio, y me pareció que los baños refrescarían muy poco a los que no cesaban de acalorarse en los bayles, en el juego y otras disoluciones.
Los paseos se reducen a una alameda extramuro muy amena, de la que ya os he hablado, y otra dentro de la ciudad junto a la muralla del mar, la qual es bien poco concurrida, sin árbol alguno, aunque tiene donde producirlos. Esta última, si estuviera en otra disposición, que la pudiesen rodear los coches por fuera, y pusieran una balaustrada de hierro o piedra en vez de la de madera que tiene casi toda podrida, sería un excelente paseo por la frescura del mar, y el punto de vista que ofrece. La naturaleza en este país proporciona muchas arboledas, pero están absolutamente destituidas del arte.
Otra de las diversiones más apetecidas de los Habaneros, es el bayle, pues casi toca en locura. Habrá diariamente en la ciudad más de cincuenta de estas concurrencias y como son todas a puerta abierta, los mozos de pocas obligaciones suelen pasar en ella toda la noche. No se necesita ser convidado, ni aun tener conocimiento alguno en la casa para asistir, basta presentarse decentemente para baylar. En la plaza mayor hay una casa pública destinada para este defecto adonde se concurre por subscripción. Asisten a ella las familias más distinguidas del pueblo, y hay varios quartos destinados para baylar, refrescar, jugar, etc. Esta tertulia es sumamente útil para la civilidad de una población; pero me han dicho, que posteriormente ha decaído mucho su concurrencia sin saber por qué. Los bayles de la gente principal se componen de buenos músicos y se danza en ellos la escuela francesa; los demás se executan con una o dos guitarras o tiples, y un calabazo hueco, con unas hendiduras. Cantan y baylan unas tonadas alegres y bulliciosas, inventadas por ellos mismo con una ligereza y gracia increíbles. La clase de las Mulatas es la que más se distingue en estas lanzas.
La pasión más dominante en toda la Isla es la del juego de naypes, pues toda la vigilancia del Gobierno no basta a impedirlo. Los juegos de suerte son los que más gustan, y entre ellos, el que llaman el monte, es el más seguido. Casi en todos los bayles se mantiene una partida de este juego y en todas las funciones, tanto en la ciudad como en el campo, abundan mucho.
No faltan otras diversiones de menor entidad, las que se hacen según los tiempos y los motivos. Su relación seria muy cansada, y con lo dicho basta para daros una idea en este particular. No dexan de concurrir también por temporadas volatines, titiriteros, saltimbanquis, y toda especie de charlatanes que giran por Europa. Hacen en esta ciudad sus habilidades y pasan después a México y al Perú.
Viaje a la Isla de Cuba: Cartas que escribió D. Buenaventura Pascual Ferrer, en 1798, publicadas en el Viajero Universal, o Noticia del mundo antiguo y nuevo, e impresas por primera vez en este país, con notas históricas, por el Dr. D. Eusebio Valdés Domínguez.
Tomado de Revista de Cuba, Volumen I, 1877, La Habana, La Propaganda Literaria, pp. 97, 200, 311, 393.
No hay comentarios:
Publicar un comentario