domingo, 19 de mayo de 2024

El niño que duerme

 



 Charles Péguy

 

 Nada es tan bello como un niño que se duerme haciendo 

  su plegaria, dice Dios.

Yo os lo digo: nada es tan bello en el mundo.

Yo no he visto jamás nada tan bello en el mundo.

Y no obstante yo he visto todas las bellezas del mundo.

Y yo me conozco. Mi creación reboza de bellezas.

Mi creación rebosa maravillas.

Son tantas que no se sabe dónde colocarlas.

Yo he visto millones y millones de astros rodar bajo mis pies 

  como la arena del mar.

Los días estivales de junio, de julio y de agosto.

Yo he visto las noches de invierno posadas como un manto.

Yo he visto las noches de estío calmas y dulces como una caída 

   del paraíso,

Consteladas de estrellas.

Yo he visto los collados de Mosa y las iglesias que son mis propias casas.

Y Paris y Reims y Rouen y las catedrales que son mis propios palacios 

    y mis castillos.

Tan bellos que los guardaría en el cielo.

Yo he visto la capital del reino y Roma capital de la cristiandad.

He oído cantar la misa y las triunfantes vísperas.

Y he visto los llanos y valles de Francia

Que son más bellos que todo.

Yo he visto la profunda mar, la foresta profunda, y el corazón 

    profundo del hombre.

Yo he visto los corazones devorados de amor durante vidas enteras.

Perdidos de caridad,

Ardiendo como llamas.

Yo he visto a los mártires henchidos de fe

Tenerse como una roca sobre el potro,

Bajo los dientes de hierro

(Como un soldado que se mantuviese firme toda la vida,

Por la fe,

Por su general (aparentemente) ausente).

Yo he visto a los mártires flamear como antorchas

Preparándose así las palmas siempre verdes.

Y yo he visto brotar bajos las garras de hierro

Gotas de sangre que resplandecían como diamantes.

Y yo he visto brotar las lágrimas de amor

Que durarán más tiempo que las estrellas del cielo

Y yo he visto las miradas de súplica, las miradas de ternura,

Perdida de caridad,

Que brillarán eternamente en noches y noches.

Y yo he visto las vidas enteras, del nacimiento a la muerte,

Del bautismo al viático,

Desenlazarse como una bella madeja de lana.

Y yo lo digo, dice Dios, no conozco nada tan bello en todo el mundo

Como un niño que se duerme haciendo su plegaria.

Bajo el ala de un ángel guardián.

Y que sonríe a los ángeles comenzando a dormirse;

Y que ya confunde todo y no comprende más nada;

Y introduce las palabras del Padre Nuestro, revueltas y extraviadas 

    en las palabras del Te Saludo, María.

Mientras que un velo desciende ya sobre sus párpados,

El velo de la noche sobre su mirada y sobre su voz.

Yo he visto los más grandes santos. Pues bien, yo os lo digo,

No he visto jamás nada tan gracioso y en consecuencia no conozco 

  nada tan bello en el mundo 

Como ese niño que se duerme haciendo su plegaria

(Como ese pequeño ser que se duerme de confianza)

Y que mezcla su Padre Nuestro con su Te Saludo, María

Nada es tan bello, y es al mismo tiempo un punto

En el que la Santa Virgen está acorde conmigo.

Y bien puedo decir que es el único punto en que estamos de acuerdo.

Pues generalmente tenemos pareceres opuestos,

Porque ella está hecha para la misericordia.

Y está bien que yo sea para la justicia.

 

 Fragmento de “El misterio de los Santos Inocentes”, en Clavileño, núm. 2, septiembre de 1943. 


 Traducción de Gastón Baquero


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