La Cuba que he dejado atrás y la Cuba del porvenir, tal y
como podemos verla según la lógica, no puede por menos de rechazarla un hombre
como yo. Con dolor, pero la rechazo. ¿Por qué? Porque no soy comunista. Porque
no quiero que el mundo soviético devore a mi mundo y me devore a mí mismo.
Porque no apruebo que se repudien los principios de libertad y de respeto hacia
el individuo que postulaba la revolución castrista. Porque me opongo de la
manera más firme al hecho de que se salga de un imperialismo duro para caer en
las garras de un imperialismo infinitamente más duro: más duro por ser
lúcidamente concebido, fríamente organizado, cínicamente actuado...
He visto en Cuba a
comunistas europeos y asiáticos hablar de América Latina, hablar de México,
como si una y otro fueran cosas suyas. Hablaban de México como de su próxima
etapa. Pronunciaban nombres de hombres mexicanos, de localidades mexicanas, de
hechos mejicanos. Tenían en el bolsillo la tarjeta de Gobernación que les
permitía ir a México como inocentes turistas...
Fidel Castro nos ha
traicionado. Es una doble traición. Primero, a la vocación histórica de Cuba,
asociada a la de todos los países americanos bajo el signo de la libertad,
consagrada en nuestra isla por más de medio siglo de luchas heroicas y por el
designio democrático de nuestros fundadores. Después, es una traición al
mandato tácito que Fidel Castro recibió cuando peleaba en la Sierra y a los
convenios explícitos que firmó con otros grupos de la oposición. A lo que no
estaba autorizado el fidelismo era a cambiar radicalmente la estructura
institucional y social de la nación cubana sin el previo y explícito consentimiento
de nuestro pueblo.
Bohemia Libre, New York, 18 de junio de 1961
No hay comentarios:
Publicar un comentario