Antonio María Claret
He visto con mis propios ojos y movido a compasión he
socorrido a muchas infelices mujeres cargadas de hijos, pues algunas cuentan
seis, nueve y más, habidos de diferentes hombres; porque después de haber
vivido amancebadas algunos años con uno, éste las abandona, y no pudiendo
subsistir por sí solas con la carga de los hijos pequeños se entregan a otro
del que también tienen hijos, y éste les abandona como el primero enamorado de
otra o por cualquier leve motivo... Los hijos a imitación de los padres se
entregan al contubernio apenas llegan a la pubertad formando de este modo
generaciones de iniquidad, como lo he visto en los libros parroquiales…
Estos hijos de distintos padres y por consiguiente de
distintos genios, aunque hermanos uterinos, no pueden menos de vivir en una
continua anarquía doméstica y lo peor es que los males y desgracias no quedan
limitados al breve recinto de la familia sino que se extienden en todas
direcciones para vulnerar la moral pública; pues careciendo de educación,
ocupación y oficio, son holgazanes y viciosos y han de vivir a expensas de los
demás robando, estafando, jugando, etc., y siempre les pasará cuenta desear y
promover revoluciones para ver si mejoran de fortuna aunque sea por los medios
más inicuos. Y no es esto una mera sospecha, sino verdad positiva, pues he
visto que en los puntos de mi arzobispado en que es más común este modo de
vivir, es donde hay más insurgentes y revoltosos contra el legítimo gobierno español.
Estos males se siguen de los amancebamientos, y si bien es verdad que con la
santa visita y misión que estoy practicando se han remediado mucho, porque he
allanado todas las dificultades y ahorrado todos los gastos que ha sido posible a los que han querido contraer matrimonio…
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