Cuando el soldado Peligro (José
García Díaz, 15 665), utilizado por el capitán Manuel Rodríguez Batista
(Colinche), entonces jefe de la Guardia Secreta del presidente Machado, asesinó
de la más cobarde y repulsiva manera a un chofer, disparándole por la espalda,
cuando manejaba su guagua, al cabo, fue preso y condenado a muerte. Nosotros lo
conocimos entonces, cuando, como reo de muerte, vivía en las celdas de El
Príncipe, frente a nuestras galeras.
Era un mulato colorado, grande,
fuerte, alto... Era ingenioso también, y terriblemente pícaro jugando a las
damas, en las que apenas tenía rival.
Hacía poco en el Castillo se
había dado garrote a Padilla y a Castro. La presencia de un nuevo condenado a
muerte causaba expectación. Nosotros, que ya habíamos conocido al verdugo, no
tuvimos inconveniente en tratar al reo, por más que su crimen había sido en
extremo innoble.
Peligro era un hombre original,
con personalidad, con un vocabulario singular. Creo que hasta simpático nos
era... Siempre decía: «El caballero conoce... El caballero me trató mal... El
caballero se equivocó»... Y, mientras hablaba, con su mano enorme, que cubría
medio tablero, con extraordinaria habilidad cambiaba las fichas de lugar,
aunque estuviera ganando, parece que por una costumbre innata de hacer trampa.
A veces, cuando pensaba que su
inductor lo iba a abandonar, le daban raptos de melancolía y de silencio,
hundiéndose en su celda... Otras veces, seguro de que, el temor a que hablara,
obligaría a sus elevados cómplices a salvarlo, se volvía locuaz y
dicharachero...
Y, al fin, lo condenaron a
muerte... La tarde en que regresó del juicio, lo rodeamos y le preguntamos:
—El caballero me maltrató...
Estuvo duro el caballero... (Esta vez «el caballero» era el Fiscal.)
Mas, conforme esperaba, el
temor a que, llevado al garrote, contara toda la verdad, obligó a Colinche a
obtener de Machado la conmutación de la pena, por más que esto viniera a
confirmar los rumores públicos...
¿Pero, una más qué le importaba
al Asno con Garras?... Y Peligro, fue a parar a Isla de Pinos, con sus seis
pies de estatura, sus 180 libras, y su ánimo confortado por la promesa de
sacarlo de allí en breve tiempo...
Pero el pobre Peligro tan luego
como llegó, a pesar de que el aire era tan saludable y de que él era joven y
fuerte, y de que enseguida, para evitarle los trabajos rudos lo vistieron de
blanco, enfermó de tuberculosis y murió a gran velocidad en el sanatorio del
Penal...
Mas este es sólo un caso que
cito porque está ligado a recuerdos personales y a típicos hechos del
machadato... Además, porque nos dio una idea de lo que debía ser el sanatorio
de los tuberculosos del Presidio Modelo... aislado, propicio para todas las
refinadas monstruosidades capaces de ser concebidas en aquel antro
únicamente...
Ya en Isla de Pinos, tuvimos
oportunidad de conocer algunos datos «insignificantes». Por ejemplo, que los
mismos mayores que colgaron a Luis Peine y Cuchillo por robarse dos chorizos en
la cocina, se reunían por las noches en el hospital y, allí, con lo que se
robaban de la comida para los tuberculosos, hacían aquellas comilatas que los
iban poniendo gordos, cebados, barrigones, como palandchards humanos...
Pero el sanatorio estaba muy
lejos de nuestra vista y, en realidad, ninguna impresión directa de lo que allí
pasó puedo dar. Por fortuna, los presos tuvieron confianza en mí y hoy puedo
reproducir íntegro el informe de un preso con su propia ortografía y
puntuación, según he hecho en todos los casos semejantes, y que está redactado
por Mauricio Basulto Salas y firmado por él y por Ramón Carmona Díaz. Dice así:
El que suscribe Mauricio
Basulto Salas, mayor de edad, casado, y hoy preso juro ante los tribunales de
justicia, decir la más estricta verdad que es la siguiente:
Yo fui el primer enfermo que
subí la escalera que da entrada a este Sanatorio y he benido observando muy
detenidamente todos los hechos realizados por el Jefe de este Departamento Sr.
Julián Cruz Díaz y su cuadriya de esbirros y asesinos.
El primer caso una infame y
terrible calunia que costó la vida a los hermanos Antonio y Domingo Bescala y
ha un tal Aniceto González estos tres infelices fueron víctimas de una trama
inventada por el beterinario y también preso Dr. Gollito Santiestebe, y el
antes mencionado Julián Cruz, Jefe de este Sanatorio, que les acusaron de tener
preparada una fuga, esto lo hicieron con el fin de eliminarlos toda vez que
ellos sabían que aquí el que se acusaba en una causa de esta naturaleza era
afusilado en el momento.
El primero de estos buenos
señores hiso esto para hebadirse de pagar cuatro mil pesos, que en clase de
préstamo le facilitaron los hermanos Domingo y Antonio Becala, y el segundo o
sea el tal Julián Cruz lo hizo atendiendo a la influencia que disfrutava el tal
Gollito, y por que temía que Domingo Bescala le quitara el puesto que el como
Jefe desempeñaba en este Sanatorio, para poder probar esta infame calunia al
hoy, Capitán Pedro Abraham Castells busco el tal Gollito Santiestebe Dos
cuchillos que los trajo aquí un mayor de la Comisión de apellido Cuní (negro
por desgracia) este buen señor metió los cuchillos debajo de los dos colchones
de las camas de los infortunados hermanos Antonio y Domingo Becala, y así quedó
comprobado que ellos se preparaban para la fuga, estos hechos se realizaron el
19 de abril de 1930. Sabado de Gloria a las tres de la tarde y a las tres y
media fueron afucilados los dos hermanos Domingo Bescala # 7 867 y Antonio
Bescala # 7 868; y al tal Aniceto González # 12 149, fue infamemente condenado
a morir a pan y agua en una Cerda en la que falleció a los 13 días, a este se
le acusó de haber traído los cuchillos.
El informe, de una precisión
absoluta en cuanto a las fechas y números, demuestra que Basulto siempre se
preocupó de los horrores que allí se cometían. El detalle de escoger a un
infeliz más para inmolarlo, a fin de completar la trama, es realmente
monstruoso. Como esta muerte ocurrió ya fuera de su radio de investigación, el
dato ya no es cierto. Aniceto González no murió a los trece días, sino casi al
mes, el 16 de mayo, y no debilitado por el hambre, sino de «mal de Bright»,
según certificó el doctor Francisco Santiesteban, que tenía que estar más
enterado que Basulto...
Sigue el informe cada vez más
acusatorio:
En este infame trama también
tomaron parte con gran interés y como testigos los siguientes pistoleros y maquiabélicos
Nicanor Camacho # 9 972. Este recide en Sagua de Tánamo (Oriente) Ipólito Durán
conocido por alias Lobató, este de San Luis de Oriente). Francisco Monteagudo
de Santic Spíritus probincia de Santa Clara (Fermín García Benite 12 319)
Niquero, Oriente) y Manuel Santana Marrero # 7 863, Isleño de Canaria Capital
de las Palmas.
El primero de estos indibiduos
o sea el tal Nicanor Camacho # 9 972 dijo en su regreso que habían tenido tanto
excito sus acusaciones en contra de los hermanos Bescala, que en el momento de
despedirse de el Capitán le dijo, desde hoy es usted Inspector de este
departamento, y sin contar contigo no se podrá hacer nada absolutamente allí,
esto no era cierto, ni el Capitán dijo tal cosa, pero el utiliso este
maquihabelismo para demostrar que disfrutava de grandes influencias con el
Capitán, y así poder cometer beinte mil infamias y atropellos como los cometió
con Unverto Rojas Valdés un enfermo grave a este infeliz le dio una entrada de
golpes en su propia cama, más tarde estropio a Antonio Pérez, luego a Loreto
Aguero, todos estos indibiduos enfermos graves; y él ya puede usted jusgar un
hombre de 193 libras, también negro, por suerte.
Basulto se muestra torpemente
racista, ya que ni Castells, ni Goyito Santiesteban, las dos máximas figuras
del terror en Isla de Pinos, tenían nada de negros... Como tampoco eran negros Machado, ni Viriato Gutiérrez,
Orestes Ferrara, Wifredo Fernández y Vázquez Bello, sus más notables
sostenedores... ni siquiera a los funestos «jefes» Crespo, Carrerá, Trujillo,
Fors y Calvo lo fueron; y hasta casi blanco era Arsenio Ortiz, el sombrío
asesino, lo que no impidió que se hablase siempre de los «porristas negros»...
Pero a Basulto se le puede
perdonar su fobia racista a cambio de esas escenas de tuberculosos enfermos,
golpeados brutalmente por un hombre de 190 libras... Sin duda, de esta manera
sustituían allí con gran éxito la aplicación del neumotórax artificial...
El informe pasa a:
El segundo caso.
Rafael Urrutia # 9 377 También
víctima de una infame calumnia, este penado cometió la simple falta de
regalarle una lata de leche a un compañero que entro a este departamento en el
que se encontrava Urrutia, ospitalizado, este hecho fue denunciado al Jefe de
dicho departamento, Sr. Julián Cruz Dias y este de acuerdo con un sargento, que
hacia serbicio al rededor de él Sanatorio; visto el caso y para darle mayor
importancia y a sabienda que estos hechos eran castigados con la muerte; le
acusaron de pederasta pasivo y empedernido, y el Capitán, hordeno que fuese
recluído en una Cerda, donde fue «estrangulado» por la noche, y sin embargo yo
se que le fue comunicado a su familia, que había sido muerto de una hemotisis
furminante, careciendo esto de toda veracidad, a pesar de que Urrutia era
tuberculoso, pero él mismo decía que nunca se había visto tan grueso como se
encontrava en ese tiempo.
Este caso, relatado por
Basulto, muestra un típico caso de «número ocho» por sodomía, que para tantas
inmundas venganzas se utilizó. Rafael Urrutia murió el 26 de noviembre de 1930,
«de tuberculosis pulmonar»...
Pero más dramático, y más
conocido en el penal, fue el caso de Félix Albert, # 14 845. Véase cómo relata
su muerte el informe:
Este infeliz fue traído del
conocido castigo «llana» que se impone por la más simple falta; en un estado
que daba pena verle de los culatazos que traía marcados por todo el cuerpo y
los brazos en el gueso, pues la carne de la parte delante se la habían
arrancado los maderos que cargó en el fastídico y conocido castigo de la llana.
De primer momento le dieron
ingreso en la enfermería de este Penal con el objeto de darle muerte en dicho
departamento, parece que por sircunstancias no se proporcionava la oportunidad;
y entonces fue trasladado de nuevo al Sanatorio lugar más propicio, ya que en
este lugar trataron primeramente de ponerle una inyección de estrinina para
cuyo efecto llamaron al sargento sanitario, señor Jacinto Barqui, que al darce
cuenta que se trataba de un acesinato, dijo, yo estoy medio malo y muy nerbioso
y no puedo inyectarlo, y entonces le dijeron, retírese usted, y llamaron a
Charles Brón, un negro jamaiquino que mide tres metros de alto, y es hombre de
gran mosculatura, Antonio Guerra y Ramos Seberino y Silberio Conosido por alias
Congo y Manuel Santana Marrero; y así quedó realisado el asesinato, por estos
infames que estrangularon de la manera más billana a aquel infeliz.
Pero también Félix Albert, un
hombre a quien tenían castigado en La Yana, murió el 6 de abril de 1933, de
tuberculosis pulmonar... Y el caso es tan inhumano que yo sólo quiero que se
crea aquí la verdad oficial... esto es, que a un tuberculoso se le mandaba a
trabajar en La Yana... ¡Basta con eso para juzgar a las bestias!...
Si hay algo más espantoso que
este relato que sigue, es porque de veras la senda de la vileza humana es
infinita, y es azul el alma de los tigres...
Antonio Ojeda # 14 707.
Joven de 20 años de edad,
recluido en el Hospital de este Penal, pues aparecía como Demente, cosa
incierta pues esto lo hacían los mayores de la comisión o los Jefes de
Departamentos cuando querían obligar a un joven a meterse a sodomista, y si no
lo conseguían después que lo sometían a beinte mil suplisios los mataban,
igualmente lo hacían con cualquier hombre, que ellos tuvieran la más simple
indiferencia o por no gustarle su modo de ser su opinión y en muchos casos por
imbidia.
Esta muerte fue verificada en
la mañana del día 8 de abril de 1933 de la manera siguiente. siendo como las
ocho de la noche de ese mismo día como a las ocho de la noche se le acerco a su
cama a donde vivía el Jefe del Departamento nombrado Julian Cruz Diaz acompañado
por su segundo Jefe Antonio Guerra Ramos y el Enfermo Charles Bron y Severino
Silverio conocido por el (congo) y de un pomito que portaba el primero uvo de
darle una pequeña Dosis del veneno que contenía y que como al minuto empezó a
sentirse los síntomas de envenenamiento y a los hayes y quejidos que daba la
víctima nos acercamos los hoy superbivientes que a ud. damos estos Datos
nombrados Mauricio Basulto Salas Natural de Cienfuegos y el segundo Ramon
Carmona Díaz natural de Pinar del Río. Y que esa noche devido a la presencia de
nosotros no pudieron verificar el asesinato, lo dejaron para el segundo día
o sea 9 del mismo mes siendo como las ocho de la mañana de este mismo le
repitieron la dosis y como tampoco le surtio efecto entonces entre el nombrado Julian
Cruz Antonio Guerra y Severino Silverio Charles Brohow lo levantaron en brazos
de su cama donde yacía para conducirlo a un lugar apartado que para esto tenían
preparado y allí pudimos comprobar los que suscribimos el cuadro más
orripilante que en vida se haya presenciado ver cuatro hombres asecinando a un
infeliz y uno apretando el pescuezo otro por los Brazos y otros por los pies y
a si susesibamente ubieron de darle muerte Elevosamente a este infeliz: Antonio
Ojeda Pérez.
Primer responsable de esta
Muerte El Sargento mayor del Hospital Luis María Pérez quien ordenó su
asesinato sin previa autorización del comandante Pedro A. Castells.
Esta vez, parece que por un
humorismo macabro, el médico buscó una muerte oficial que se asemejara a la que
le dieron a Ojeda, zarandeado y estrangulado a la vez, y certificó su muerte «a
consecuencia de Espilepsia»... (Y el certificado de muerte la fija en 24 de
junio de 1933 y no el 9 de abril, como dice Basulto).
Aún relata otro caso el
informe. Es el de Vidal Ordaz y Pérez # 5 159, cuya muerte ocurrió el 7 de
julio de 1933, fijándola Basulto en los últimos días del mes de mayo. Resulta
curioso cómo el narrador conserva con mayor precisión las fechas antiguas que
las más recientes...
¿Sería que el espectáculo del crimen,
a fuerza de repetirse, dejó de tener tanta importancia para él?... Es probable.
Una vez estudié en Psicología que si la atención no variaba terminaba por
desaparecer, y, en Isla de Pinos, la atención no variaba; allí el asesinato
dejó de ser noticia y no los muertos, sino los que lograban salir con vida del
Penal fueron los que llegaron a dejar recuerdo en lo hombres...
Este es el último caso
relatado:
este Compañero ingresó en el
Sanatorio en los últimos días del mes de mayo a las siete de la mañana con la
consigna de darle muerte como lo verificaron ese mismo día a la una de la tarde
de la manera siguiente que para poder aplicarle el narcótico tubieron que
aguantarlo los mismos asesinos que anteriomente relatamos por ser un hombre de
bastante fuerza.
Dando el Bochornoso caso que
cuando ingresó lo sentaron en una banqueta y que el segundo Jefe o sea Antonio
Guerra le preguntó a su Jefe Julián Cruz que adonde alojaba el Paciente
contestándole el susodicho Cruz que para lo que a él le quedaba de vida que
adonde quiera estaba bien).
Como en efecto a la 1 de la
tarde de ese mismo día le dieron muerte con envenenamiento. Y no seguimos
relatando por que sería interminable la lista). (fdo.) Mauricio Basulto Salas.
Ramón Carmona Díaz.
Sí, hacen bien en no seguir
relatando tanto crimen... Cansa ya comenzar a leer tanta narración que se sabe
que va a terminar con un hombre asesinado... Cansa ya todo esto, tanto como la
imperturbable impudicia del médico; esta vez, el enfermo, al que «porque es
bastante fuerte» hay que sujetar para que, a la fuerza, se tome el veneno,
murió también de «tuberculosis pulmonar»...
Debo, para terminar esta
narración, decir que, para juzgar el grado de inhumanidad que rigió la vida del
Presidio Modelo, en lo absoluto es necesario dar crédito a ninguno de estos
relatos del sanatorio de los tuberculosos. Basta con ir allí y comprobar, cómo
en aquel lugar en que tantas cosas fastuosas e inútiles se construyeron; cómo
en donde hay un verdadero palacio para la administración; cómo donde hay una
bella herradura de chalets para los empleados; cómo donde existen dos inmensos
pabellones para el hospital, al que, por otro lado, tan difícil era ser
admitido; cómo donde se construyó un magnífico edificio para la planta
eléctrica; cómo, en fin, en donde hubo para todo, hasta para construir una
magnifica «casa de maternidad», como Castells llamaba orgulloso a las casetas
para las cerdas paridas, nunca hubo para hacerles un alojamiento siquiera
decente y limpio a los tuberculosos, que vivían allá lejos, en unos barracones
de madera vieja, pintados de blanco, suspendidos sobre pilares, con pisos rotos
y paredes y techos remendados...
¡Y es que aquello, lejos de la
vista del público, asombrado de tanto mármol, más que un sanatorio fue un
matadero, y ya, como matadero, hay que reconocer que estaba bastante bien!...
Capítulo XXIX, Presidio Modelo, Ediciones
La Memoria, Centro Cultural Pablo de
la Torriente Brau, 2000.
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