sábado, 26 de octubre de 2024

Niños con máquinas

 

  Gilles Deleuze


 ¿A qué remite todo lo que se ha hecho en psicoanálisis y psiquiatría? El deseo –o el inconsciente– no es imaginario o simbólico, es únicamente maquínico. Y hasta tanto ustedes no alcancen la región de la máquina del deseo, mientras permanezcan en lo imaginario, en lo estructural o en lo simbólico, no habrán captado verdaderamente el inconsciente. El inconsciente son máquinas que, como toda máquina, se confirman por su funcionamiento.

 Primera confirmación: el pintor Lindner atormentado por “los niños con máquina”. Enormes niños en primer plano sosteniendo una extraña máquina –especie de pequeño cometa– y detrás una gran máquina técnico-social. La pequeña máquina está empalmada sobre la gran máquina. Esto es lo que he intentado llamar el inconsciente huérfano, el verdadero inconsciente que ya no pasa por papá-mamá; aquel que pasa por las máquinas delirantes, que están a su vez en una determinada relación con las grandes máquinas sociales.

 Segunda confirmación: Niederland, un inglés, ha mostrado las máquinas en el caso del padre de Schreber. [W. G. Niederland, “Schreber, father and son”, Psychoanalytic quaterly, 1959, T. 28, pp. 151-169]. Lo que yo reprochaba al texto de Freud era el hecho de que el psicoanálisis actuara como un verdadero molino que trituraba el carácter más profundo del tipo, su carácter socio-histórico. Cuando se lee a Schreber se encuentra al gran mongol, a los arios, a los judíos, etc. Cuando se lee a Freud de todo eso no hay ni una palabra. Como si todo el contenido político, político-sexual, político-libidinal fuera el contenido manifiesto e hiciera falta descubrir el contenido latente: el eterno papá-mamá de Edipo. Cuando Schreber padre se imagina ser una pequeña alsaciana que defiende su tierra contra un oficial francés, ahí hay una libido política. A la vez sexual y política. Sabemos que Schreber padre era muy conocido por haber inventado un sistema de educación, los Jardines de Schreber. Había hecho un sistema de pedagogía universal.

 El esquizoanálisis procederá a la inversa del psicoanálisis. Cada vez que el sujeto cuente algo que se relacione de cerca o de lejos con Edipo o la castración, el esquizoanálisis dirá: “¡Váyase a la mierda!”. Lo que verá como importante es que Schreber padre inventa un sistema pedagógico de valor universal que no gravita sobre su pequeño, sino mundialmente: el Pan-gimnasticón. Si se suprime del delirio del hijo la dimensión polí tico-mundial del sistema pedagógico paterno, ya no se puede comprender nada. El padre no aporta una función estructural, sino un sistema político. Y la libido pasa por ese sistema, no por papá y mamá.

 En el Pan-gimnasticón hay máquinas. No hay sistema sin máquinas. Un sistema es en rigor una unidad estructural de máquinas, aún si hay que hacerlo estallar para llegar hasta ellas. ¿Qué son las máquinas de Schreber? Son máquinas sádico-paranoicas, un tipo de máquinas delirantes. Son sádico-paranoicas en el sentido en que se aplican a los niños, preferentemente a las niñas pequeñas. Con esas máquinas los niños permanecen tranquilos.

 En ese delirio la dimensión pedagógica universal aparece claramente: no es un delirio sobre su hijo, es un delirio sobre la formación de una raza mejor. Schreber padre actúa sobre su hijo no como padre, sino como promotor libidinal de un investimento delirante del campo social. Seguramente que el padre está ahí para hacer pasar algo del delirio. Pero ya no se trata de la función paterna. El padre actúa aquí como agente de transmisión en relación a un campo que ya no es el familiar, es un campo político e histórico. Los nombres de la historia y no el nombre del padre.

 El sistema de Schreber padre, sus cinturones de buenos modales, tenían una proyección mundial. Era una gran máquina social que estaba llena, al mismo tiempo, de pequeñas máquinas delirantes sado-paranoicas sembradas en ella. Entonces en el delirio del hijo seguramente está el papá, pero ¿a qué título interviene? Interviene como agente de transmisión en un investimento libidinal de un cierto tipo de formación social.

 El drama del psicoanálisis, en cambio, es el eterno familiarismo que consiste en referir la libido –y con ella toda la sexualidad– a la máquina familiar. Y será en vano estructuralizarlos, no cambiará nada. Permaneceremos en el estrecho círculo de: castración simbólica, función familiar estructurante, personajes parentales. Continuamos aplastan do todo el afuera.

 (…) El psicoanálisis –el psicoanálisis clásico– produce la reterritorialización familiar haciendo saltar todo lo que es efectivo en el delirio, todo lo que en él es agresivo, el hecho de que el delirio es un sistema de investimentos político-social. Es la libido que se engancha en las determinaciones político-sociales. Schreber no sueña con el momento en que hace el amor a su mamá, sueña que se hace violar como niña alsaciana por un oficial francés. Esto depende de algo más profundo que Edipo. Depende de la manera en que la libido inviste las formaciones sociales.

 Derrames entre el capitalismo y la esquizofrenia, Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Cactus, 2021; Trad. Pablo Ariel Ires; Sebastián Puente; pp. 33-35.


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 Un cuadro de Richard Lindner, Boy with Machine, muestra un enorme y turgente niño que ha injertado y hace funcionar una de sus pequeñas máquinas deseantes sobre una gran máquina social técnica (…) Una máquina deseante, un objeto parcial no representa nada: no es representativo. Más bien es soporte de relaciones y distribuidor de agentes; pero estos agentes no son personas, como tampoco estas relaciones son intersubjetivas. Son simples relaciones de producción, agentes de producción y de antiproducción. Bradbury nos lo señala claramente cuando describe la guardería como lugar de producción deseante y de fantasma de grupo, que no combina más que objetos parciales y agentes. El niño está continuamente en familia; pero en familia y desde el principio, lleva a cabo inmediatamente una formidable experiencia no-familiar que el psicoanálisis deja escapar. El cuadro de Lindner.

 Es por completo cierto que lo social y lo metafísico llegan al mismo tiempo, de acuerdo con los dos sentidos simultáneos de proceso, como proceso histórico de producción social y proceso metafísico de producción deseante. No llegan después. Siempre el cuadro de Lindner, en el que el grueso muchacho ya ha empalmado una máquina deseante a una máquina social, cortocircuitando a los padres que no pueden intervenir más que como agentes de producción y de antiproducción tanto en un caso como en otro. No hay más que lo social y lo metafísico. [Anti Edipo, fragmentos].



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