Gilles Deleuze
¿A qué remite todo lo que se ha hecho en psicoanálisis y psiquiatría? El deseo –o el inconsciente– no es imaginario o simbólico, es únicamente maquínico. Y hasta tanto ustedes no alcancen la región de la máquina del deseo, mientras permanezcan en lo imaginario, en lo estructural o en lo simbólico, no habrán captado verdaderamente el inconsciente. El inconsciente son máquinas que, como toda máquina, se confirman por su funcionamiento.
Primera confirmación: el pintor Lindner
atormentado por “los niños con máquina”. Enormes niños en primer plano
sosteniendo una extraña máquina –especie de pequeño cometa– y detrás una gran
máquina técnico-social. La pequeña máquina está empalmada sobre la gran
máquina. Esto es lo que he intentado llamar el inconsciente huérfano, el
verdadero inconsciente que ya no pasa por papá-mamá; aquel que pasa por las
máquinas delirantes, que están a su vez en una determinada relación con las
grandes máquinas sociales.
Segunda confirmación: Niederland, un inglés,
ha mostrado las máquinas en el caso del padre de Schreber. [W. G. Niederland, “Schreber, father and son”, Psychoanalytic
quaterly, 1959, T. 28, pp. 151-169]. Lo que yo reprochaba al texto
de Freud era el hecho de que el psicoanálisis actuara como un verdadero molino
que trituraba el carácter más profundo del tipo, su carácter socio-histórico.
Cuando se lee a Schreber se encuentra al gran mongol, a los arios, a los
judíos, etc. Cuando se lee a Freud de todo eso no hay ni una palabra. Como si
todo el contenido político, político-sexual, político-libidinal fuera el
contenido manifiesto e hiciera falta descubrir el contenido latente: el eterno
papá-mamá de Edipo. Cuando Schreber padre se imagina ser una pequeña alsaciana que
defiende su tierra contra un oficial francés, ahí hay una libido política. A la
vez sexual y política. Sabemos que Schreber padre era muy conocido por haber
inventado un sistema de educación, los Jardines de Schreber. Había hecho
un sistema de pedagogía universal.
El esquizoanálisis procederá a la inversa del psicoanálisis. Cada vez
que el sujeto cuente algo que se relacione de cerca o de lejos con Edipo o la
castración, el esquizoanálisis dirá: “¡Váyase a la mierda!”. Lo que verá como
importante es que Schreber padre inventa un sistema pedagógico de valor
universal que no gravita sobre su pequeño, sino mundialmente: el
Pan-gimnasticón. Si se suprime del delirio del hijo la dimensión polí
tico-mundial del sistema pedagógico paterno, ya no se puede comprender nada. El
padre no aporta una función estructural, sino un sistema político. Y la libido
pasa por ese sistema, no por papá y mamá.
En el Pan-gimnasticón hay máquinas. No hay sistema sin máquinas. Un
sistema es en rigor una unidad estructural de máquinas, aún si hay que hacerlo
estallar para llegar hasta ellas. ¿Qué son las máquinas de Schreber? Son
máquinas sádico-paranoicas, un tipo de máquinas delirantes. Son
sádico-paranoicas en el sentido en que se aplican a los niños, preferentemente
a las niñas pequeñas. Con esas máquinas los niños permanecen tranquilos.
En ese delirio la dimensión pedagógica universal aparece claramente: no
es un delirio sobre su hijo, es un delirio sobre la formación de una raza
mejor. Schreber padre actúa sobre su hijo no como padre, sino como promotor
libidinal de un investimento delirante del campo social. Seguramente que el
padre está ahí para hacer pasar algo del delirio. Pero ya no se trata de la
función paterna. El padre actúa aquí como agente de transmisión en relación a
un campo que ya no es el familiar, es un campo político e histórico. Los
nombres de la historia y no el nombre del padre.
El sistema de Schreber padre, sus cinturones de buenos modales, tenían
una proyección mundial. Era una gran máquina social que estaba llena, al mismo
tiempo, de pequeñas máquinas delirantes sado-paranoicas sembradas en ella.
Entonces en el delirio del hijo seguramente está el papá, pero ¿a qué título
interviene? Interviene como agente de transmisión en un investimento libidinal
de un cierto tipo de formación social.
El drama del psicoanálisis, en cambio, es el
eterno familiarismo que consiste en referir la libido –y con ella toda la
sexualidad– a la máquina familiar. Y será en vano estructuralizarlos, no
cambiará nada. Permaneceremos en el estrecho círculo de: castración simbólica,
función familiar estructurante, personajes parentales. Continuamos aplastan do
todo el afuera.
(…) El psicoanálisis –el psicoanálisis
clásico– produce la reterritorialización familiar haciendo saltar todo lo que
es efectivo en el delirio, todo lo que en él es agresivo, el hecho de que el
delirio es un sistema de investimentos político-social. Es la libido que se
engancha en las determinaciones político-sociales. Schreber no sueña con el
momento en que hace el amor a su mamá, sueña que se hace violar como niña
alsaciana por un oficial francés. Esto depende de algo más profundo que Edipo.
Depende de la manera en que la libido inviste las formaciones sociales.
Derrames entre el capitalismo y la
esquizofrenia, Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Cactus, 2021; Trad. Pablo
Ariel Ires; Sebastián Puente; pp. 33-35.
Un cuadro de Richard Lindner, Boy with
Machine, muestra un enorme y turgente niño que ha injertado y hace funcionar
una de sus pequeñas máquinas deseantes sobre una gran máquina social técnica
(…) Una máquina deseante, un objeto parcial no representa nada: no es
representativo. Más bien es soporte de relaciones y distribuidor de agentes;
pero estos agentes no son personas, como tampoco estas relaciones son
intersubjetivas. Son simples relaciones de producción, agentes de producción y
de antiproducción. Bradbury nos lo señala claramente cuando describe la
guardería como lugar de producción deseante y de fantasma de grupo, que no
combina más que objetos parciales y agentes. El niño está continuamente en
familia; pero en familia y desde el principio, lleva a cabo inmediatamente una
formidable experiencia no-familiar que el psicoanálisis deja escapar. El cuadro
de Lindner.
Es por completo cierto que lo social y lo
metafísico llegan al mismo tiempo, de acuerdo con los dos sentidos simultáneos
de proceso, como proceso histórico de producción social y proceso metafísico de
producción deseante. No llegan después. Siempre el cuadro de Lindner, en el que
el grueso muchacho ya ha empalmado una máquina deseante a una máquina social,
cortocircuitando a los padres que no pueden intervenir más que como agentes de
producción y de antiproducción tanto en un caso como en otro. No hay más que lo
social y lo metafísico. [Anti Edipo, fragmentos].
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