Andrea Fajkusová
A finales de los años cuarenta, en uno de los
barrios obreros de Praga un hombre despertó la atención de los transeúntes,
causando cierto alboroto entre las fuerzas policiales. En una pared desconchada
pegó una hoja de papel blanco pintando en ella las estructuras gráficas que
veía en la pared.
Luego empezó a explicar a la gente reunida las
estructuras de la pared desde distintos puntos de vista estéticos, obligándola
a "mirar a su alrededor, utilizar sus ojos, ver el arte y entenderlo".
En ello consistía el secreto de su estilo -el explosionalismo-, en la fuerza
explosiva de la fantasía.
El hombre era un tornero de la fábrica de
acero de Kladno, Vladimír Boudník. Durante los años cincuenta organizó unas 150
actividades callejeras similares. Al mismo tiempo describía su teoría del arte
en manifiestos y cartas que enviaba en centenares de copias a redacciones,
escuelas y oficinas públicas. Escribía también poemas que publicaba en
samizdat.
En la fábrica de Kladno conoció a su amigo de
toda la vida, al escritor Bohumil Hrabal. Durante dos años compartieron un
hogar y Hrabal inmortalizó a Boudník, a quien llamaba con el diminutivo
"Vladimírek", en los libros "El tierno bárbaro" y
"Perlas en el fondo". Posteriormente se unió a los dos el poeta y filósofo,
Egon Bondy. Surgió así un trío inseparable al que hoy en día nos referimos como
a "los tres grandes de Libeñ", barrio praguense donde residían.
En el año 1952, Vladimír Boudník empezó a
trabajar en la empresa de maquinaria CKD en Praga-Vysocany. Permaneció allí
trece años. Se enamoró de la fábrica encontrando en ella la mejor inspiración.
La empresa CKD se convirtió en un taller de alquimia para Boudník. Reunía desperdicios y con un autógeno, un martillo y otros instrumentos lo transformaba en arte. Hacía de todo, pero especialmente gráficos estructurales y magnéticos.
Los primeros los creaba usando arena,
materiales textiles, cuerdas o trozos de papel que fijaba con lacas. Los
gráficos magnéticos nacían con la impresión de superficies formadas por
limaduras, ordenadas con ayuda del flujo de líneas de fuerza. Soñaba con
construir una prensa gigantesca con la que pudiera crear una hoja gráfica que
tapara el cielo.
Vladimír Boudník estaba obsesionado por los
experimentos. No experimentaba sólo con técnicas figurativas, sino también con
su propio cuerpo en detrimento de su salud. Dormía poco para ganar más tiempo,
trataba de vivir únicamente de cerveza y pan, pidió a su médico que le recetara
LSD, y en ocasiones experimentaba con la muerte, "jugando" con la
horca en su casa. No se conformaba con experiencias transmitidas.
Boudník exponía sus obras en el patio de la
fábrica, en sus naves de producción o en el comedor. En el extranjero se
presentó en la Exposición Mundial Expo 58 en Bruselas, cosechando un enorme
éxito. Se le abrieron las puertas a Varsovia o Nueva York, pero cerraron las de
su patria. Su única gran exposición en Checoslovaquia se realizó en el año 1963
en la sala de exposiciones Mánes, de Praga.
A mediados de los años sesenta Vladimír
Boudník cayó en una crisis artística y personal. Dudaba de su arte, se
divorció, después llegó agosto de 1968 y un amigo suyo murió en un accidente de
tráfico.
A principios de diciembre de 1968 Boudník
preparó después de varios años su propia exposición en la bodega Viola, en
Praga, lugar que frecuentaba a menudo. El mismo colgó los cuadros y después de
la inauguración se quedó conversando con sus amigos hasta altas horas de la
noche. En la mañana del 5 de diciembre lo encontraron en su cuarto ahorcado.
“El tierno bárbaro Vladimír
Boudník”, tomado de Radio Praga Internacional, 2004.
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