RETURN TICKET, Editorial Cultura. México, 1928.
El homúnculo viajero que todos llevamos dentro, ¿en qué imaginativa excursión se me habrá dejado abandonada la maleta —esta maleta en miniatura que ahora me llega, con los rótulos y apéndices de las valijas adultas? Pero no: al abrirla veo que se trata de un libro y del reportaje de un viaje ajeno. El viaje de Salvador Novo desde México hasta… —es una lástima: hasta Hawaii nada más. (Hawaii: devastación colonial yanqui: escenario de películas selváticas: sinfonía de caderas calientes: quejumbre de ukeleles de vaudeville). Pero, bien mirado, ¿qué importa el lugar? ¿Qué importa, además, si fue lugar bien mirado? Pretextos son siempre para Novo los asuntos, y el más trivial da, en el trapiche de su ingenio, zumo diáfano de humorismo.
Hay viajeros que toman muy en serio los viajes
y nos traen siempre, al regreso, un baedeker más o menos útil en glosas de tarjeta
postal. Otros retornan con el vivo disco de sus resonancias subjetivas. Novo es
de éstos. Su viaje no tiene más importancia que la de haberle puesto en contacto
con el mar. No lo había visto nunca, como es sabido, y ahora nos da el alegre pasmo
de la primera ojeada —Thalassas, thalassas!— que es una de las páginas más
graciosas de un libro lleno de gracia. Antes, sin embargo, denuncia un poco su biografía
de delfín pueblerino, sensitivo, ensedado, pestañeando ante el terror del
villismo, tal vez menos chocado ya por la tragedia en sí que por su mal gusto
como espectáculo. El contraste entre su temperamento y el México másculo,
rijoso, entre la delicadeza de dentro y la truculencia de fuera, les da sabor
—sabor de aceite y vinagre— a las evocaciones, como el contraste, más profundo
y continuo, entre la óptica ágil de hoy y la sensibilidad lánguida de ayer
comunica a todo el relato su curioso tono de alegría enfermiza, de delicado
brío.
Imposible superar, en efecto, el desenfado
elegante de este paréntesis cuasi novelesco entre Los Ángeles y Hawaii, lugares
"a priori". Escrito en el lenguaje epistolar que conviene a los
viajes y a los viajeros inteligentes, el libro, como la excursión, tiene un aire
"inopinado": acaso es fruto del tedio travesaño. Convendría, pues,
que México incluyera algún capítulo en el próximo Presupuesto para
subvencionarle a Novo ocios andariegos. Tal vez así acabaría de darnos la
novela irónica y perspicua para la cual exhibe tan escandalosa aptitud.—J. M. R.
Revista de Avance, Año II, T. III, núm. 28, 15 de noviembre de 1928, p. 330.
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