martes, 27 de junio de 2017

Isla de Fernando Poo




 Emilio Bravo

 No habrá seguramente un país más desconocido, más extraño a nosotros que la isla de Fernando Poo, y sin embargo esta isla pertenece a España, y en nombre del gobierno español se dictan en ella disposiciones. No parece sino que nuestras posesiones ultramarinas son tan numerosas que esta puede entorpecer la marcha de los negocios públicos, o que la isla de que hablamos es tan estéril, tan poco sana, tan escasa en fin de importancia, que casi nos hacen un señalado favor los ingleses que se han tomado allí el trabajo de enriquecerse por nosotros, y de ser los verdaderos y absolutos señores. En cuanto al primer extremo de la oración antecedente, no nos creemos en el caso de combatirlo formalmente; en cuanto al segundo, diremos cuanto de la isla de Fernando Poo hayamos sabido, y nuestros lectores juzgarán. Precisamente esta isla, sin saber por qué, ni para qué, ha sido de algún tiempo acá nuestra pesadilla. La isla mencionada fue descubierta por un hidalgo portugués llamado Fernando Poo, nombre que dio a su descubrimiento, a últimos del siglo XV, en 1495 según algunos; y según otros en 1441. Conquista del Portugal, perteneció a este reino, opulento entonces, hasta que se adjudicó a España, al mismo tiempo que la otra isla de Annobon, por el tratado que se firmó en el Pardo en 1778.
  Se encuentra situada la isla de Fernando Poo en el golfo de Guinea en 2.° 38"' N. al S., de las Arabozes, a ocho leguas de la Tierra Firme y en la boca de la ensenada de varios ríos, algunos de los cuales se llaman: Calaber, Benin, y Camarones. Propiamente la isla se halla en la embocadura del Níger, pues los dos primeros anteriormente citados son más bien dos brazos en que se divide el mismo Níger al pasar por la hermosa y grande ciudad de Kirri.
 Las naciones de Europa han hecho grandes e importantes descubrimientos en el Asia y mar Pacifico, que unidos a los que habían hecho, y principalmente la nuestra en América, han dado al comercio en estas dos partes del mundo con Europa un desarrollo tan creciente e inmenso que parece debió dejarlos satisfechos. Pero sus aspiraciones han ido creciendo al par de su elevación, y se disponen a explotar otra mina riquísima, a penetrar con su comercio en el obscuro y desconocido centro de África. El río Níger, navegable unas mil quinientas millas a lo interior, baña ricos y opulentos pueblos, entre los cuales recordamos ahora el fértil Eomboucton, la parte occidental del imperio de los Fellatahs, el Borbu, cuya capital es Boussar, el Yasurri, el Nilo, Babba, ciudad mercantil opulenta, la Calunga, capital del Yarriba y población fortificada, y también el reino Foundo, situado en los montes de Hong hasta desembocar finalmente frente a nuestra isla de Fernando Poo. En esta isla pues, ha puesto la naturaleza la llave del Níger y parece destinada a ser el vehículo que lleve el comercio Europeo a unos países para los cuales empieza a despuntar aunque perezosamente la aurora de la civilización. En este supuesto, aun cuando la isla de Fernando Poo no fuere de suya tan rica y fértil como veremos más adelante, su posición geográfica debiera bastar por sí sola para que el gobierno español no la mirase con la incalificable indiferencia que hasta aquí. Por lo demás sus tierras vírgenes habitadas por razas inofensivas y hospitalarias, sus tierras que no se han explotado todavía son abundantes en oro, marfil, palos de tinte, pieles, maderas finas de construcción, aceite de palmas y exquisitos frutos.
  Los ingleses, que en materia de apreciar sus intereses no pueden ser nada sospechosos, han comprendido como nosotros la importancia de esta parte del África, como lo prueban sus repetidas expediciones a ella desde 1850. La efectuada en el mismo año por Laig y los hermanos Llander, la de Guillermo Alleng en 1833 y otras hasta los de nuestro actual gobernador Mr. Brecaff en 1833 y 1844. He aquí lo que acerca de la importancia de nuestra isla dijo en cierta ocasión un periódico de Londres que merece entero crédito. «Tenemos, decía, necesidad de formar un establecimiento más central y más cómodo que el que existe: y que bajo este aspecto pueda facilitar nuestras comunicaciones industriales con el interior de este vasto continente. La colonia de Sierra-Leona no es susceptible de corresponder a tan vastas miras; carece de ríos navegables, y su suelo ligero por naturaleza produce muy poco. Por otra parte su clima mortífero opondrá siempre un obstáculo invencible a una empresa tan importante. La gran Bretaña necesita nuevas fuentes de comercio: el despacho de los productos de sus manufacturas reclama nuevos consumidores: es cierto que la actual condición social de las tribus africanas promete poco por ahora, pero cuando se lleguen a establecer relaciones libres con los más inteligentes, cuando se les haya hecho apreciar el valor de las artes europeas, inculcándoles la moral y los usos de la civilización; este continente inmenso sumergido hoy día en las tinieblas de la ignorancia y la barbarie se convertirá en un mercado importante para la salida de nuestras mercancías: y tanto más importante cuanto que para aquel tiempo la concurrencia do las demás naciones comerciantes nos habrá cerrado en gran parte los mercados del antiguo mundo Benin, en este punto es donde convendría formar una colonia permanente pero es muy enfermizo. Si este rio Níger es navegable por más de 1000 millas podremos comerciar hasta en el corazón del África en sus orillas hay dos veces más movimiento mercantil que en el alto Rhin; su población es todo comerciante; hombres, mujeres y niños, todos trafican... En la isla de Fernando Poo situada a su embocadura, es donde debiera establecerse el cuartel general del poder británico en estos mares…»
 Hagamos ahora una breve historia do todo lo que España ha hecho para la dominación y colonización de la isla, que por fuerza tiene que ser breve, muy breve. Firmado en 24 de Marzo del referido año de 1778 el tratado en el cual la nación portuguesa cedió aquella posesión, el gobierno español organizo una expedición compuesta de la fragata de guerra Catalina y dos buques de menor porte tripulados por 130 hombres entre operarios y tropa, con los pertrechos, armas, provisiones correspondientes y una pequeña suma de dinero. Esta expedición, cuyo mando obtuvo el brigadier conde do Argelejos, y en la cual el segundo jefe el coronel de artillería D. Joaquín Primo de Rivera, salió de Monte-video el 17 de Abril del mismo año. El 21 de octubre llegaron a Fernando Poo, el 24 tomaron posesión de la isla, partieron al siguiente día para hacer lo mismo en la de Annobon. Desde esta salida todo fue desastre y luto para la expedición española. Murió en la travesía el conde de Argelejos, hicieron armas contra su sucesor Primo de Rivera los naturales de Annobon, se sublevaron contra él mismo muchos de sus soldados, regresó en fin la armada a Montevideo con su jefe, y 22 hombres solamente que hablan sobrevivido a la guerra, a las privaciones, a las calenturas africanas contra las que no podían oponer los remedios del arte y el buen trato. En tanto Madrid dictaba órdenes para la toma de posesión, y escaseaba los recursos de todos géneros que habían de ayudar a ella.
   Olvidada desde esta fatal época la isla de Fernando Poo, los ingleses pensaron en aprovecharse de este descuido, y en 1826 fijaron en ella la vista para que fuese el punto de apoyo de sus excursiones científicas, comerciales y explotadoras al Níger, pensando también en hacerla residencia del tribunal misto para la abolición del tráfico de esclavos, que se halla en Sierra Leona. Sin embargo, nuestro gobierno entonces protestó contra la expedición inglesa al mando de Obben, y la Inglaterra conociendo el derecho que la España tenía, renunció a su proyecto, hasta 1859 en que insistió en él con más fuerza, aunque por otros medios. Propuso la compra de ambas islas al gobierno español mediante la suma de sesenta mil libras esterlinas, con aplicación al pago de la deuda, y esta propuesta que presentó a las cortes en 1841 el ministro de Estado entonces don Antonio González, fue rechazada como era justo por las mismas, por la prensa y por la opinión pública. El honrado ministro, lejos de irritarse contra la enérgica oposición que el país manifestaba a desprenderse de aquellas posesiones, dispuso con sus colegas una nueva expedición a Fernando Poo, la cual fue confiada al capitán de navío Don Juan José de Lerena, el que se dio a la vela en el Ferrol a 18 de diciembre de 1842, a bordo del bergantín Nervion con dirección  Sierra- Leona. H aquí de la manera que el ilustrado misionero que fue de aquellas regiones, el licenciado D. Gerónimo María de Usera y Alarcón, refiere los resultados de esta expedición:

  «Con 21 días de navegación arribó a Sierra-Leona el 9 de enero de 1849 a las diez de la mañana; 29 días permaneció Lerena en Sierra-Leona ocupado en adquirir datos de la mayor importancia que atañían al Estado, y cuyos documentos obran en la secretaría del ministerio del ramo. El 6 de febrero y a las dos de su tarde, abandonó a Sierra-Leona, haciendo rumbo a Fernando Poo, a donde arribó el 23 del mismo, fondeando en la bahía de Clarense. Los 13 que permaneció en bahía los aprovechó de un modo extraordinario. Entre sus actos merece particular mención la energía que desplegó para arrojar do la isla a los agentes de la compañía inglesa llamada del Oeste del África, los que hacia catorce años se aprovechaban de las hermosas maderas, de que abundan los bosques de aquella isla. En seguida, con una solemnidad a que no están acostumbrados los naturales, proclamó por Reina y soberana de aquellas islas a doña Isabel II, trocando en santa Isabel el nombre de la capital, conocido hasta entonces con el de Clarense. Recibió a nombre de S. M. los homenajes de los jefes negros (Escórceos) a quienes regaló con magnificencia, quedando en relaciones y buena armonía con los mismos. Y para asegurar en lo sucesivo el buen orden y concierto y mejor administración de la isla, nombró por gobernador al caballero Mister Becroff para que en unión con un consejo de gobierno compuesto de los más principales del país, contribuyese al bienestar de sus habitantes.
 A las nueve de la noche del 8 de Marzo se dio a la vela con dirección a Corisco, en cuya bahía fondeó el 15 del mismo a la una de la tarde. El cometido del Sr. de Lerena con respecto a esta isla se reducía únicamente a adquirir datos y pormenores acerca de la quema que en 1840 habían hecho los ingleses de unas factorías españolas: pero prendados los naturales del buen porte de Lerena y de cuantos le acompañaban, le pidieron con instancias cartas de nacionalidad española. Para el efecto se reunieron los ancianos de la isla, gobernadores natos de la misma, bajo de su frondoso árbol, y colocando a Lerena en su lugar de preferencia, le hicieron presentes sus deseos. Concedida que les fue la carta de naturalidad e incorporación a los dominios españoles, la recibieron en medio de una grande algazara y entusiasmo.»
 «Cuatro días solos se detuvo Lerena en Corisco, pasando en seguida a Annobon, adonde arribó el 22 del mismo a las 10 de la mañana. Aquí se contentó con proclamar a S. M. la reina del mismo modo que lo había hecho en Fernando Poo; vistió al gobernador negro a la española; y para satisfacer los sentimientos piadosos de sus habitantes, quienes a pesar de ser católicos hacia setenta años que no habían visto por sus playas a un ministro de Jesucristo, dispuso el cantar una misa solemne a bordo del bergantín.»
 «Otros cuatro días como en Corisco pasó el capitán Lerena en Annobon, dándose en seguida a la vela para Cádiz adonde arribó a las 11 de la mañana del 15 de mayo de 1843.»
 Indudablemente, el ministerio que entonces gobernaba, habría llevado a cabo la obra; pues en vista de los buenos resultados de la expedición, Lerena, nombró una junta que en unión de este examinó detenidamente el negocio, acordando entre otras cosas orgánicas otra expedición más sería, y conferir el mando de aquellas islas a Lerena.  Pero los sucesos políticos que por aquella época dividieron los ánimos de todos, y el cambio repentino que experimentó la administración pública, estorbaron la realización de un proyecto que contaba en su apoyo la buena fe y el entusiasmo que había inspirado.
 El día 28 de julio de 1843 salió no obstante de Cádiz otra expedición al mando del capitán de fragata D. Nicolás de Manterola, compuesta de la corbeta Venus, de 20 cañones de porte, y tripulada por 28 hombres de las brigadas de artillería de marina, y 123 de gente de mar. Esta expedición, más que de carácter militar, estaba revestida de explorador y religioso. A bordo de la Venus iban algunos misioneros y empleados, contándose entre los primeros al licenciado Usera y Alarcón, a quien hemos ya citado, y cuyo celo por la conservación de nuestras posesiones de Guinea le hacen con otras muchas prendas un eclesiástico apreciabilísimo. La Venus hizo rumbo a Santa Cruz de Tenerife, y después de hacer víveres en la Gran Canaria, fondeo en Sierra-Leona el 3 de octubre de aquel año, no llegando a Fernando Poo hasta el 24 de diciembre por haberse ocupado Manterola en reconocer las posesiones de Cabo Corta y Aera. Una vez en la isla, los expedicionarios no fueron seguramente muy afortunados. Ni pudieron crear una escuela española, ni fundaron templo católico que sustituyese al protestante, único existente allí, ni hacer en fin, nada de cuanto se proponían, de manera que la isla de Fernando Poo, continúa en el mismo estado de abandono y extrañeza por parte de España.

 Seminario Pintoresco Español, 1850. 

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