martes, 18 de agosto de 2015

Una carta estrambótica


 



 Si el símbolo de la Justicia es una matrona con los ojos vendados, esto quiere decir que no ha de ver en cosas y personas la exterioridad, el fausto, el dinero ni la influencia; pero no que haya de prescindir de los hechos de la verdad legalmente adquirida y pesada en la balanza que en la diestra sostiene.
 Mal acompañada estaba la Justicia con el tormento, y no lo estaría menos con cualquier otro medio de coacción de los que creen tener a su disposición las ciencias ocultas. A un teatro pueden pasar, si se les deja, que mejor fuera no darles entrada; pero no pueden dar un paso más allá de las antesalas de los Tribunales.
 Decímoslo con motivo de la singular pretensión del Sr. Mapelli, inglés por el nombre; italiano por el apellido. Este señor ha dicho en los periódicos: “En cuanto cumple el solemne compromiso contraído con la Empresa, me ofrezco a los Tribunales que deseen aprovechar mi ciencia para hacer confesar al capitán Sánchez el crimen de que se le acusa, y que obstinadamente niega”.      ¿Habrá un Tribunal en el mundo que admita este ofrecimiento? ¿Es, por ventura, el señor Mapelli, un nuevo Daniel, que convenza a los viejos libertinos de la violencia que causaron a Susana, y descubra la verdad por inspiración divina?
 Los Tribunales merecen, más respeto; verdad es que se harán respetar, aunque no sea más que recibiendo como una excentricidad el recurso del Sr. Mapelli.
 Aunque las ciencias ocultas fuesen tales ciencias, y aunque el hipnotismo y la sugestión pudiesen alguna vez causar algún bien, no podría ni debería acudirse a ellos. No caben tormentos de ninguna especie en el siglo XX, ni mitigados ni no mitigados, y la aplicación del hipnotismo y de la sugestión son verdaderos tormentos, como lo reconocen los mismos que a tales medios acuden y tales ejercicios practican, puesto que a las desgraciadas víctimas de los mismos ni aun queda el recurso que empleó en Atenas Leene, para no denunciar a Harmodio y Aristogiton, acusados de haber dado muerte al hijo del tirano.
 Aquel pueblo, amante de la belleza y de los grandes heroicos hechos, erigió un monumento a Leene, por haberse arrancado la lengua con valor para no confesar lo que quería.
 Verdadera indignación nos ha causado  la lectura de la carta del Sr. Mapelli. Y más decimos: la Prensa no debe acoger en sus columnas tales ofrecimientos. ¿Es verdad el hipnotismo? Es una de esas mentiras que en plena civilización prosperan y florecen. Como quiera que sea, empleado como medio de prueba es inadmisible. ¿Habría algún Tribunal que admitiese la declaración de un sonámbulo que a sí mismo o a otro cualquiera acusase? Seguramente, en los anales del foro no se conoce un ejemplo.
 Mala idea tiene del público el que tales cosas propone. Los Tribunales, la verdad, la dignidad humana, aun en los acusados y en los criminales, merecen más respetó.
 Antes juzgar por indicios, puesta la mano del juez sobre el corazón, que mendigar de las «ciencias ocultas» recursos, declaraciones, ni pruebas. De lo que por convicción así se haga, se daría cuenta a Dios, y al diablo de lo que se hiciese por otros procedimientos. Y aunque escribir ciertas cosas es para los efectos que se buscan tanto como dejar en blanco el papel, conviene no hacerlo, siquiera para no dejar en él la mancha que se le imprime. 



 Diario de Madrid, 16 de junio de 1913.

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