Si el símbolo de la Justicia es una matrona con los ojos vendados, esto quiere decir que no ha de ver en cosas y personas la exterioridad, el fausto, el dinero ni la influencia; pero no que haya de prescindir de los hechos de la verdad legalmente adquirida y pesada en la balanza que en la diestra sostiene.
Mal acompañada estaba la Justicia con el tormento,
y no lo estaría menos con cualquier otro medio de coacción de los que creen
tener a su disposición las ciencias ocultas. A un teatro pueden pasar, si se
les deja, que mejor fuera no darles entrada; pero no pueden dar un paso más
allá de las antesalas de los Tribunales.
Decímoslo con motivo de la
singular pretensión del Sr. Mapelli, inglés por el nombre; italiano por el apellido.
Este señor ha dicho en los periódicos: “En cuanto cumple el solemne compromiso
contraído con la Empresa, me ofrezco a los Tribunales que deseen aprovechar mi
ciencia para hacer confesar al capitán Sánchez el crimen de que se le acusa, y
que obstinadamente niega”. ¿Habrá un Tribunal en el mundo que admita
este ofrecimiento? ¿Es, por ventura, el señor Mapelli, un nuevo Daniel, que
convenza a los viejos libertinos de la violencia que causaron a Susana, y descubra
la verdad por inspiración divina?
Los Tribunales merecen, más respeto; verdad es
que se harán respetar, aunque no sea más que recibiendo como una excentricidad el
recurso del Sr. Mapelli.
Aunque las
ciencias ocultas fuesen tales ciencias, y aunque el hipnotismo y la sugestión pudiesen
alguna vez causar algún bien, no podría ni debería acudirse a ellos. No caben
tormentos de ninguna especie en el siglo XX, ni mitigados ni no mitigados, y la aplicación del hipnotismo y de la sugestión
son verdaderos tormentos, como lo reconocen los mismos que a tales medios
acuden y tales ejercicios practican, puesto que a las desgraciadas víctimas de
los mismos ni aun queda el recurso que empleó en Atenas Leene, para no denunciar
a Harmodio y Aristogiton, acusados de haber dado muerte al hijo del tirano.
Aquel pueblo, amante de la belleza y de los
grandes heroicos hechos, erigió un monumento a Leene, por haberse arrancado la
lengua con valor para no confesar lo que quería.
Verdadera indignación nos ha causado la lectura de la carta del Sr. Mapelli. Y más
decimos: la Prensa no debe acoger en sus columnas tales ofrecimientos. ¿Es verdad
el hipnotismo? Es una de esas mentiras que en plena civilización prosperan y
florecen. Como quiera que sea, empleado como medio de prueba es inadmisible.
¿Habría algún Tribunal que admitiese la declaración de un sonámbulo que a sí
mismo o a otro cualquiera acusase? Seguramente, en los anales del foro no se
conoce un ejemplo.
Mala idea tiene del público el que tales cosas
propone. Los Tribunales, la verdad, la dignidad humana, aun en los acusados y
en los criminales, merecen más respetó.
Antes juzgar por indicios, puesta la mano del
juez sobre el corazón, que mendigar de las «ciencias ocultas» recursos, declaraciones,
ni pruebas. De lo que por convicción así se haga, se daría cuenta a Dios, y al
diablo de lo que se hiciese por otros procedimientos. Y aunque escribir ciertas
cosas es para los efectos que se buscan tanto como dejar en blanco el papel,
conviene no hacerlo, siquiera para no dejar en él la mancha que se le imprime.
Diario de Madrid, 16 de junio de 1913.
Diario de Madrid, 16 de junio de 1913.
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