En una casa chapada a la antigua, situada en 1ra 244, entre 24 y 26 en el Reparto Miramar, se produjo un gran revuelo de autoridades y curiosos cuando alguien notificó que se había cometido un horripilante crimen, y que las víctimas, ya cadáveres, manando sangre, se encontraban en distintos departamentos del interior de la casa. El cuerpo de una mujer aparecía atravesado, de lado a lado, por un impresionante punzón, mientras que el cadáver de un individuo se encontraba balanceándose al compás de una danza macabra.
Claro que el anuncio de un hecho de esta naturaleza corrió como un reguero de pólvora, poniendo en tensión no sólo a los reporteros de la prensa escrita sino también a los radiales y a los artistas de la lente periodística, movilizados enseguida por sus respectivos jefes de información, mientras que el público esperaba los detalles del cruento doble asesinato, según se aseguraba.
Más pronto corrió también la nueva y sorprendente versión: cuando la policía penetró en la casa para auxiliar a las víctimas, si todavía era tiempo, los agentes quedaron pasmados, se trataba, francamente de una broma trágica. Aquellos cuerpos que aparecían como manchas sangrientas en los lugares donde se suponía habían recibido las heridas mortales, eran sencillamente !muñecos de trapo!.
Una broma de mal gusto, una broma desde luego, de la peor especie, de las escalofriantes. Si los autores de aquella dramatización horripilante lo que deseaban era de gozar del placer morboso de contemplar cómo la sociedad alarmada, se conmovía ante el anuncio de la dramatización, realmente lo consiguieron. Parece que los fúnebres bromistas se aprovecharon de la ausencia de la dueña de la casa, Elizabeth Ford, para penetrar en la casa y hacer la exposición. Bueno, menos mal que se trataba sólo de una broma, donde los autores quisieron experimentar ese placer exhibicionista. La crónica criminal ha recogido casos, donde, enfermos y tarados han dramatizado esos asuntos con todos los visos y la realidad misma; es decir, han cometido verdaderos crímenes para gozar, a la sombra de la angustiosa expectación popular. De todas maneras, como el suceso ha causado escándalo público, quizá la policía estime que los autores puedan hacer representaciones de esa clase en el rival citadino.
El País, 1950.
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