miércoles, 19 de mayo de 2021

El mal confitero

 

Alfonso Reyes


Es Toledo ciudad eclesiástica.

Para sola una noche del año,

Sus vides domésticas

Dan un vino claro.

 

Un vinillo que el gusto arrebola

Del epónimo mazapán,

Y que predispone muy plácidamente

Para recibir hasta el alma del aroma Canonical

De las uvas negras en aguardiente.

 

Y es que la Iglesia

Consiente la gula:

Para cada antojo hay una licencia;

Para cada confite, una bula.

 

Y cándida azúcar chorrea

Por el transparente de la Catedral;

Y en sus brazos arrulla la Virgen

Al pequeño dios comestible,

Rosado y salmón;

Y ¡oh, que famosas tajadas de Alcázar

Si, como es granito, fuera turrón!

 

Y es que la Iglesia consiente la gula;

Y monja sé yo que toda es azúcar.

Y que tiene vicioso al cielo

De la miel hilada al pelo,

Y sabe hacer unos letuarios de nueces,

Y otros de zanahorias raheces,

Y el diacitrón, codonate y roseta,

Y la cominada de Alejandría,

Y otras cosas tantas que no acabaría.

 

¿Pero aquel confitero que había,

que en azúcar y almendra y canela

los santos misterios hacía?

La Pentecostés y la Trinidad,

Y el Corpus y la Ascensión,

Y un Jesús casi de verdad

Con una almendrita en el corazón.

 

Pero tiene sus reglas el arte,

Y a cada figura, su parte.

Y también había un Luzbel

Con una cara ácida y larga,

Y le ponía en el corazón

Una insólita almendra amarga.

 

¡Terror de las madres: muerte solapada

en las golosinas!

¡Sazón a mansalva,

con el cardenillo de las cocinas!

 

Bien se yo que tiene sus reglas el arte,

Y a cada figura le toca su parte.

Mas ¿garapiñar almendras amargas,

Así sean las del corazón?

Caridades escusadas,

A fe mía, son.

 

¿Disfrazar un Luzbel con maña,

que se lo confunda con un Salvador?

Caridades excusadas,

A fe mía, son.

 

¡Oh, buen hacedor!

Hay arte mejor:

No me vendas rencor en almíbar,

Si he de hallar acíbar

En el corazón.

                                           

                                       Madrid, 1918



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