Vargas Vila
Pasó! indignado, soñador,
melancólico.
Pasó! con el
enjambre de sus sueños; con la tempestad de sus cóleras; con sus tristezas de vencido;
con el rumor de sus estrofas; con el himno triunfal de su palabra.
¿Soñador? Así
lo llaman. ¡Sueño sublime!
¡Oh la libertad,
hermoso sueño! Con ella soñaba Bolívar en Jamaica mirando la mar turbia, el
cielo negro, escapado al puñal, y triste y solo... Con ella soñaba Mazzini,
perseguido, hambreado, saliendo a los caminos de Suiza, desgreñada la blanca
cabellera, para interrogar a los transeúntes sobre la agonía de su Italia bajo
los cascos de los croatas. Con ella soñaba Kosciusko. Con ella soñaba Palacoff,
dando al viento como mariposas del dolor sus estrofas aladas, allá sobre la
playa de Siberia, bajo el cielo sin luz, cerca a las olas negras, a la estepa
inclemente, viendo levantarse en el cielo triste una estrella blanca, que él
llamaba el alma de Polonia... ¡Oh sueños con la libertad y con la patria; sueños
generadores del heroísmo y de la gloria; columna de fuego que lleváis los
pueblos al combate, o bello y pálido heraldo que lleváis las grandes almas al
martirio, benditos seáis!
La libertad es
el sueño de las almas grandes.
La patria
esclava es el tormento de las almas fuertes.
¡Oh sueño
tempestuoso Y bravío de los proscriptos y de los oprimidos! Pasad, soñadores, con
la frente alta, sintiendo como os persigue la carcajada estólida del vulgo.
Mañana, si vuestro ensueño es realidad, vuestra es la gloria; si él es quimera,
vuestra es la gloria.
Los sueños nobles ennoblecen.
Al soplo de un
sueño se alzó la América del fondo de los mares solitarios, en las alas
flamígeras de otro sueño subió la libertad a la cima de los Andes. Si la vida
es sueño, ¡benditos
sean los que sueñan con lo grande y con lo noble!
Martí fue el
verbo de Cuba luchadora. Su acento pasaba por sobre las multitudes como un grande
y generoso soplo, venido del océano inmenso, del campo libre, lleno de aromas, respirando
vida. El murmuraba al oído del emigrado, del vencido, del enfermo, la mágica
palabra: esperanza.
Él iba a todas
las almas murmurándoles no sé que tierno acento de cariño; no sé que extraño y
asordador himno de grandeza. Martí era el acento melancólico del alma cubana,
que iba gimiendo, a veces solitaria y doliente, y en otras se alzaba vibradora
y terrible, que herida se recogía para llorar a sus montes como una paloma azul
entre su nido, e indignada se alzaba otras, como un cóndor bravío lanzando
grito siniestro...
La elocuencia
de Martí era la del corazón.
Su frase oscura
a veces, coloreada, radiante en otras, salía de sus labios' impregnada de sentimientos,
ya vaga como la tristeza que agobiaba su alma, ya tempestuosa y soberbia como
la indignación que lo poseía.
Oyéndolo, se
pensaba en la patria, en la libertad, en el bien; se alzaban eh las lontananzas
del recuerdo los mirajes de los bosques patrios; se oía como el rumor de
Vergniaud en el salón de los Roland, y pasaban por la memoria los pálidos héroes
del cadalso y la guerra...
Así como él,
así debió ser Vergniaud. Su misma juventud; su mismo aspecto pensador y triste:
su misma frase pulida como armadura de antiguo caballero en día de justa; el
mismo culto a la pureza del sentimiento y a la castidad de la frase; el amor
desbordante por el pueblo; el mismo corazón sereno y tierno; la misma vasta
erudición clásica; la misma estoica resignación al martirio... Todo lo mismo; pero
más fuerza, más realidad, más lucha en Martí.
Cuando
principiaba a hablar con la frente inclinada, como si pesaran sobre ella todos
los dolores de su patria, se veía allí al vencido doloroso: más cuando echaba
atrás su cabeza poderosa, sacudía su cabellera y lanzaba su frase indignada, se
veía de pie al apóstol, aquel cuyo verbo condensado llegó a ser luego una
tormenta.
Tristezas
infinitas de la patria; entusiasmo de lucha y de batalla, eso inspiraba el
acento de Martí. Su elocuencia no asordaba, no cegaba, imponía con imponencia
mágica. Como en una tempestad en el polo en que no se escucha vibrar el trueno
y sólo se ven brillar los relámpagos rojizos en la entraña de la nube oscura, allá
donde van las olas en tropel, el mar espumea furioso y sobre el abismo negro
brilla el cielo incendiado...
Cuba ha tenido
muchas representaciones egregias de su energía; pero el pensamiento de su
independencia tuvo en Martí la más pura, la más elocuente y la más sincera de
sus voces.
Así quedará
para el mundo como el más bello gesto de heroísmo lírico, el más puro acento,
la más alta voz, de Cuba irredenta, en esa hora crepuscular que precedió a la
grande aurora de su redención política.
Martí fue su
Profeta, y fue su Mártir. Quedará en la conciencia de América como el más
grande tribuno de la Emancipación, el Genio sonoro y triste de la Patria, el
Poeta de la Libertad, el enorme Poeta doloroso, muriendo sobre el árbol de su
cruz.
¿Fue un
soñador?
Sea...
Fue el inmenso
soñador desesperado, que voló hacia la Muerte, en un vuelo de fuego,
incendiando a su paso los cielos taciturnos de la Historia.
París
"José Martí", El Veterano. Revista cívico milita, 24
de febrero de 1910, pp. 4 y 5.
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