En otras partes
la nueva poesía va pasando del ensayo a las normas. Nosotros comenzamos a
remontar la corriente del modernismo.
Acaso el
tropicalismo nuestro nos ha retardado los movimientos, y ha sido al mismo tiempo
una gran dificultad para vencer el ritmo suave y la música cadenciosa, de
virtud dormitativa, que le son peculiares. ("Si yo fuera cubano, no sería
más que un animal de amor", confesaba uno de los americanos más
inteligentes de la hora.)
No exprimir en
el verso la cadencia habitual, será durante largo tiempo su condenación. Pero
llega el instante en que no es posible prolongar el sueño, que va poblándose de
inquietudes: el subjetivismo representado por González Martínez, la sencillez
comprendida de Martí, el verso puro de Juan Ramón...
Aquí nos
habíamos quedado ayer.
Los poetas
recién llegados andan aún en el tanteo. De preferencia sus poemas son
interpretaciones del paisaje con imágenes de color y de sorpresa. O bien visten
con traje propio del minuto el destello de una idea. Pero en sus versos no han
logrado exprimir aún las notas esenciales. Estamos en la primera etapa de un
momento nuevo.
Otros que
llegaron antes, torciendo el rumbo, se aventuran también hacia una sensibilidad
nueva: sensibilidad de la inteligencia como la otra era sensibilidad
anímica—percepción tan fina de la antena, que sin embargo no entraña blandura.
Y hay aún la
excepción del poeta realizado, que está bien en todas partes y en cualquier momento;
el poeta que ha comprendido los problemas y los ha resuelto por eliminación, por
afinamiento y por síntesis.
F. L.
Poema
Yo me voy a la mar de junio,
a la mar de junio, niña:
Lunes. Hay sol. Novilunio.
Yo me voy a la mar, niña.
A la mar canto llano de viejo
Palestrina.—Portada añil y púrpura
con caracoles de nubes blancas
y olitas enlazadas en fuga.
A la mar, ceñidor claro.
A la mar, lección expresiva
de geometría clásica.—
Carrera de líneas en fuga
de la prisión de los poliedros
a la libertad de las parábolas.
—Como la vio Picasso el dorio—
Todavía en la pendiente del alma
descendiendo por el plano inclinado.
A la mar bárbara—ya sometida
al imperio de Helenos y Galos;—
no en paz romana esclava—
con todos los deseos, alerta:
grito en la lira apolínea.
Yo me voy a la mar de junio,
a la mar, niña,
por sal, saladita... —Qué dulce!
MARIANO BRULL
Los gallos
Los gallos
enhebran en
la aguja de la noche
el hilo de
sus cantos
en el manto
y van
cosiendo estrellas
del cielo
claro.
Sus voces
como flechas
de luz recorren el espacio
y forman
escaleras de ascenso y de descenso
los gallos
con su grito
estridente
parece que
se estrechan en un supremo abrazo.
Quizás
llamarán al
crepúsculo cercano
o asustarán
a las brujas que vuelan por el predio
o en su
lenguaje misterioso
extraño
tendrán
conciliábulos incognoscibles
pero
cuando el
día está próximo
mientras
desenhebran el hilo de la aguja
arrecian en
sus cantos
y van
apagando una a una las estrellas
con sus alas
de colores gayos
EL SOL
NO FUE NUNCA
AMIGO
DE LOS
CALLOS.
MANUEL MUR Y OTI
Oro y ala
Tus manos pusieron ala
al oro de mis silencios.
Oro de mi soledad
que ahora te vas en el viento!
¡Volvamos a la montaña
Ya hay alas en sus senderos!
La mañana dio sus oros
presos en su propio incendio.
La noche el oro transido
de expectaciones y miedo.
¡Dolor del oro cautivo!
¡Ya tienen alas mis oros!
¡Vamos vamos al silencio!
JUAN MARINELLO
Nocturno ciudadano
Desde este parque la noche es una visión de locos.
Cien mil automóviles corren como si fueran a salvar el
mundo
De un cataclismo como no ha habido otro.
Y allá arriba las estrellas inmóviles
Según los astrónomos corren mucho más pronto.
Pero algunos hombres sabios dormitan en los bancos del
parque
Que un gobierno que adivinó el soviet
Hizo para soldados y niñeras por la tarde.
Hacen y deshacen mil fantasías
Los anuncios lumínicos sobre las azoteas invisibles,
Y como dicen los poetas: Así corre el río de la vida...
Los hombres y las mujeres en automóviles a la Muerte,
Mientras son polvo de oro que el río deja en la orilla
Los sabios de verdad que duermen en los bancos del
parque,
Borrachos, mendigos y rameras
Que por haber caminado más despacio
Han recogido más pronto su cosecha!
Un policía mantiene inalterable el orden.
Un lucero desprecia los guiños de una estrella.
Y yo decido irme a dormir
Porque sin duda ya mi mujer me espera.
Y me llevo en los ojos la visión de un viejo dormido en
un banco,
Y una enorme botella lumínica:
Y el viejo, inmutable, invariable, insondable
Como una virtud monolítica!
Pero como el mundo es redondo y anda dando vueltas,
Yo sé que en este momento
Llevo los pies para arriba y para abajo la cabeza.
FELIPE PICHARDO MOYA
El espantapájaros
Inmóvil en su existencia metafísica,
mira las eclosiones de oro, las agonías de púrpura,
que determinan las anímicas temperaturas.
La resignación de los árboles sedientos
que ven pasar los ríos en racimos ultraterrestres.
El éxtasis romántico de los campos,
cuando la nigromancia lunar vierte sobre sus páginas
la ciencia solar en melancólicos poemas.
El llanto de las nubes sobre las rocas desencantadas,
y el vuelo de los aves bacía los sangrientos occidentes.
Sobre su cuerpo vacío como las hipótesis teístas,
pasan los vientos insensibles.
Pero los pájaros, religiosamente,
hablan de su terrible y cosmogónico poderío.
¡Pobre monstruo irreal!
Hermano del inútil espantapájaros supremo
hecho de paja metafísica...
RAMÓN RUBIERA
Marina
en la tarde
7 horas
contemplan de las torres del cénit
un sol que se ha dormido en las arenas
canes hidrófobos
las olas
muerden en el torso de la playa
i una barcaza
como tijera
corta el vestido de la mar
las bayonetas de sus mástiles
destrozan la neblina
los grumetes ofrecen las pupilas
llenas de soñolientas distancias
sus palabras
retozan en el humo de las pipas
i en el velero
de la noche
huyen los nautas del cielo
hacia los horizontes de la aurora.
delahoza.
Restaurant
ENTRÓ
el
crepúsculo
en el
restaurant
y jubilosamente
yo lo invité a comer
Mas él
andaba de prisa y no quiso aceptar.
Yo tenía un apetito excelente
y me senté a la mesa
Enseguida
vino
la noche
vestida
de percal
oscuro
a servirme
Y en el
plato del ciclo
me trajo una ensalada de
luciérnagas.
MANUEL NAVARRO LUNA
Álamos del ornato
Pollo en una sola pata
que esconde cabeza entre las plumas.
Un barbero de Obras Públicas
ha convertido su melena verde
en una bola uniforme
Los gorriones le prestan
sus gargantas
por unanimidad
y por la tarde es una orquesta de piares
insultando al sol durmiente.
Sobre los transeúntes
deja caer proyectiles
que convierten la acera
en un sketing-ring.
De día: ejercito de quitasoles.
De noche: fila de sombras solidificadas.
Después de la lluvia
son duchas sucias
para favorecer a los trenes de lavado.
GERARDO DEL VALLE
Angustia
¡Qué angustia, qué tortura,
desconocida para las cartas
utilitarias y pedestres
que lleva en sus alforjas el cartero,
debe de sentir el aerograma
que
grita
solitario
y perdido
en el infinito,
sobre el mar,
sobre
los pueblos,
bajo
todos los ciclos,
sin encontrar el paradero de una antena...!
PEDRO LÓPEZ DORTICOS
La Gaceta Literaria, Madrid, 15 de octubre de 1927, Núm. 20, p. 20.
No hay comentarios:
Publicar un comentario