Pote es
el apodo con que conocemos en Cuba a José López Rodríguez, licenciado en
Farmacia, que, probablemente, no sabrá preparar un ungüento, pero librero
inteligente y hombre aprovechado si los hay.
Llegó a Cuba hace pocos años,
casi niño, sin más bagaje que una maletilla con ropa burda y una voluntad recia
y una ambición grande.
Vendió libros viejos; montó luego una
imprenta: la ensanchó, editó libros de texto para las escuelas; compró una
casa, y otra, y otras, para sus talleres; se encargó de imprimir los billetes
de la lotería y los sellos de Correos y del impuesto especial; se adjudicó
subastas como la de la canalización de El Roque, y lo mismo con Gómez que con
Menocal, con Estrada Palma que con Magoon, ha sido impresor de cámara y el
hombre de las grandes influencias.
Resumen: Pote
acaba de comprar a D. Juan Pedro Baró los ingenios de azúcar «Conchita» y
«Asunción», en precio de tres millones y medio de duros, sin tener que
desatender por eso ninguno de sus múltiples negocios.
Esta noticia no va a traducir mi admiración
por ese gallego millonario, sino a decir a ustedes que todavía se reúne mucho
dinero en Cuba cuando el inmigrante tiene una ambición tan grande y una
voluntad tan recia como tiene el propietario de La Nueva Poesía, almacén de libros
y papel.
España y
América, sep. de 1915.
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