Joaquín
Nicolás Aramburu
Merced a la energía de un gallego activísimo, José
López Rodríguez, Cuba cuenta desde ahora con algo que son pocas las naciones que
tienen: una soberbia instalación de maquinarias para impresión de billetes de
Banco y toda clase de sellos de uso oficial.
Verdad es que todos los aparatos han sido adquiridos
en los Estados Unidos; verdad que es yanqui Mr. Foster, el director de los
talleres, y yanqui Mr. Burns, el fabricante de las tintas especiales que se
emplearán en la impresión: pero es capital de un español, reunido en Cuba, el
que nos permite decir: no necesitamos del extranjero para timbres y billetes que
hacemos en la capital de la nación, tan delicados y perfectos como los que
hasta ahora veníamos usando.
El día 20 fue la inauguración de los hermosos talleres,
a cuyo acto asistieron el general Menocal, miembros de su gobierno y numerosas
personas ávidas de admirar lo que constituye un progreso notabilísimo para la
industria nacional.
Ya el señor López Rodríguez había instalado máquinas
para la impresión de billetes de Lotería; ya su Casa Editorial había impreso numerosas
obras didácticas y literarias: ya su Librería honraba al país. Ahora ha puesto
el sello a sus triunfos esta magna obra.
El Estado obtendrá economía en la Impresión de
sellos de correo y del empréstito, que veníamos adquiriendo en Nueva York. Y
además, no solo algunos norteamericanos, sino una multitud de cubanos y
españoles, y de niñas y señoras pobres, se ganarán decorosamente la vida en los
nuevos talleres.
Diseños, dibujos y grabados han sido hechos
por artistas habaneros. El papel, especial de abeto, ese sí procede de la
Carolina del Norte, en cuyo Estado crecen los árboles de que se obtiene. Y ello
viene a robustecer mi invariable criterio de que los dos países vecinos, las
dos razas, la ibérica y la sajona, pueden entenderse, ayudarse a realizar
unidas progresos admirables.
El genio español, la perseverancia y la
iniciativa del español o del latino-americano, utilizando los adelantos de la
agricultura y de la industria del pueblo anglo-sajón, están capacitadas para
mejorar los medios de vida y aumentar la natural riqueza de estos países que
España colonizó.
Con máquinas americanas, papel americano y un
técnico americano, en los talleres de un gallego, harán obra perfecta de
litografía y tipografía una porción de hispano-cubanos, que de ella vivirán
cómodamente. Y ese dinero que desde ahora deja de salir de nuestro país, en
beneficio general, quedará, alimentando la circulación monetaria.
La
Vanguardia, 11 de febrero de 1914.
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