¡El chino, señores! ¡El chino! ¡Aquí
está para ustedes el chino! El chino que lo mismo se arrastra que vuela; el
chino de las mil patas; el chino de las mil cábalas. El chino con su cara de
bobo, pero que no es bobo. Miren al chino, señores, compren al chino, adoren al
chino, jueguen al chino, rompan el misterio del chino y, …, ¡a probar suerte!
¡A jugar con la suerte y a cambiar nuestra vida
por otra en la que reine la suerte! ¡Compren al chino, llévense al chino,
cuelguen al chino y su libro del destino y de la suerte! Aquí encontrarán
ustedes la verdad de cómo dejarse guiar por todas las numeraciones. Aquí están
además los versos y sus interrogaciones, las mágicas respuestas para lo que
soñó usted anoche, hace tres noches, ayer o esta mañana.
Aquí están las respuestas que dan la clave de los versos y de los sueños: “el ojo que camina despierto”, “la lechuza que anda
sin patas”, “el animal que camina por los tejados y no rompe las tejas”, “la
cabeza del muerto que no está muerto”, “el niño que orina dulce y no es tan
niño”, “la monja que se acuesta con velas” y “el animal que si se toca, se
agita y vomita”. ¡Aprovechen, señores, compren mientras me queden los últimos
chinos de la suerte! ¡Veinte centavos solamente!
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