Calle Tres Cruces, 11
Coyoacán
México, D. F.
4 de diciembre 1953
Querido Lezama:
Hace tiempo que quería escribirle y darle las gracias por el
envío de Analecta del reloj, su libro tan inusitado en cualquier tierra
de habla española, admirable y diabólicamente hermético. Pero no es usted autor
de lectura, no digo ya fácil, ni siquiera difícil, sino recóndita, y exige
tanto empeño y concentración como su trabajo ahincado y reconcentrado merece.
En estos días he hablado de usted y de su poesía con Octavio Paz, que está ahora de regreso en México, y los dos sentimos muy vivo interés por sus escritos.
Ya le escribí a Pepe Rodríguez, hace tiempo, sobre la admiración y la extrañeza que sentí al leer su estudio acerca de Góngora cuando se publicó en "Orígenes".
No crea, al oírme estas palabras de
extrañeza, hermético, recóndito, en prejuicio alguno. Trato de reconocer una
cualidad suya o reacción de lector mía, nada más, sin que ello represente
opinión favorable o desfavorable. No sé si decirle que prefiero los dos
estudios sobre Garcilaso y sobre Góngora. Me extraña que no haya usted dedicado
a Quevedo un ensayo más amplio, porque creo que es usted de estirpe netamente
quevedesca, tan arriscado del intelecto y verbo como don Francisco.
Como es usted tan buen lector, no sé si a sus manos habrá
llegado algún libro de un escritor paisano mío, pero desconocido o poco menos
fuera de Sevilla: José María Izquierdo. Se lo pregunto porque me encuentro en
usted con el verbo artizar, que José María Izquierdo había acuñado y que en
nadie se repitió, que yo sepa.
Perdone estas líneas
insuficientes para el interés, el gusto y la admiración con que he leído su
libro. Pero no son estos momentos buenos para mí, y hasta escribir una carta es
cosa penosa.
Saludos afectuosos de
su amigo
Luis Cernuda
Recopilación de textos sobre José Lezama Lima (ed. Pedro Simón), Casa de las Américas, La Habana, 1970, p. 309.
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