Alfonso Reyes
I
SILENCIO EN EL
CAMPO
PARADÓJICA
HERENCIA DEL CABALLERO DE LA TRISTE FIGURA
Fino
abuelo tuvimos, como hecho de plata y marfil viejo, aunque
él nunca lo seguía, supo darnos un buen consejo.
Él era una fuente de palabras, un río
rumoroso y ancho, pero alguna vez confesó: —Hijo, al buen
callar llaman Sancho.
Y el campesino de América sabe ya muy
bien lo que quiere, porque heredó, entre otros refranes, lo
de que el pez por su boca muere.
Y de allí nuestros “tapaos” de poco
hablar y caras foscas, a todo evento ver y callar, y en boca
cerrada no entran moscas.
Lástima que nuestros poetas se nos hayan
vuelto facundos: aprendieran el mucho-en-poco de los
peones errabundos.
Hay cada amansador de potros que apenas
dice: “Esta boca es mía” ¡y todo lo que promete, el “cabo
de güeso” lo fía!
Desde la tierra del sarape hasta la
tierra del chiripá, nadie puede sospechar lo que este
silencio dirá.
II
DON SEGUNDO DE
LA PAMPA SENTIDO ESPIRITUAL DE ESTA HISTORIA
Ya no lo sigue el escudero, siempre tan
leal con la tierra: ahora lo ronda un muchacho que asaltó la
vida en acción de guerra.
Frente alucinada en el cruce cardinal de
cuatro distancias, el muchacho —a lomos del pingo— ventea
el olor de las estancias.
Como cardo prendido al traje se lo había
llevado su padrino, y con el lazo y las boleadoras lo fue
haciendo mejor latino.
Y aprendió a cebar la paciencia
esperando que la pava hierva, y el antiguo comunismo agrario en la
comunión del mate y la yerba.
¡Oh, sueño de los campos iguales,
siempre acostados sobre el suelo!
¡Oh, camino que anda y no llega, a lo
largo del desconsuelo!
Hay que ser solidario: o perderse o
seguir los rastros, bajo la constancia severa y nocturna de
los astros.
Siempre el menor tras el mayor, a quien
no conoce y casi nunca nombra:
¡Fantasma o promesa a caballo, con
cuánta razón te llaman Sombra!
III
LA TRANQUERA CIFRA
DE LA TIERRA ARGENTINA
Santa parrilla de palo, cuadrícula
breve; refugio apenas insinuado, cuando pica el sol o cuando llueve.
Aquí se organiza el paisaje y de aquí
arrancan las medidas; único accidente geográfico, índice
alerta entre las llanuras dormidas.
La cita de amores y de riñas tiene que
ser en este punto: sola huella de la mano, sola geometría
en el conjunto.
Donde atar las cabalgaduras, donde
apoyar el ensanche de los ojos; reja sin otra caricia que la bronca macolla de
abrojos.
Así, tan escueto como esta pobre
tranquera; tan entre dos infinitos que de cada lado se está afuera;
Tan atado en lo suyo que el campo sin él
(sin ella) se me va en el viento; así —árbol según el hombre, necesidad del
pensamiento—;
Así —nudo de sus hilos, araña en la
malla de su mundo—, como la tranquera en el campo, así veo
yo a Don Segundo.
IV
RICARDO SOMBRA
ENVÍO
Llegaste cuando yo no estaba y yo vine
cuando habías partido, y nuestra alianza queda encinta de todo lo que pudo
haber sido.
Tal vez te recogieron, como en tu cuento
al Trenzador, arrugando con crispada mano la carta en
que te dije adiós.
Hoy, tus ecos juntando, te alzo una
estatua de reflejos, y por la señal de tu planta te voy
campeando desde lejos.
Cada uno me habla de ti con un elogio
diferente: puedo pensar que, sólo contigo, se me
murió mucha gente.
Nunca se dio una amistad tan parecida a
una idea.
Tanto despojo me conforta: acaso es
mejor que así sea.
Ya eres una fotografía —y lo demás se
desmorona.
¡Ojalá que tu alma tenga la esbeltez de
tu persona!
Espérame: nos encontraremos en la posada
vecina.
Aquí te dejo estas palabras en el regazo
de tu Adelina.
Prólogo al libro de
R. Güiraldes, Seis Relatos, Buenos Aires, “Cuadernos del Plata”, Edit.
Proa, 1929.
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