La confraternidad entre México y
Cuba, ha salido ya del papel impreso y el estilo protocolar y se ha implantado
de golpe sobre todo en estos últimos tiempos, en la realidad de la vida. Las
causas que a ello han contribuido son múltiples como los lazos que unen a
ambos países. La Historia de la Geografía, la política, el mismo origen
técnico, similitud de problemas económicos… El público de ambos pueblos los
conoce.
Al viaje de los atletas cubanos, hace dos
años, responde el vuelo del intrépido Fierro en nuestros días. A las atenciones
y consagración afectiva que allí –antes y hoy- gozaron Márquez Sterling, y el
General Alemán responden aquí la vinculación de toda índole que Borjorquez y
Trejo Lerdo alcanzan entre nosotros.
Entre los grupos intelectuales y artísticos de
ambos países, principalmente, se ha establecido un frecuente intercambio que
engendra un mutuo conocimiento y una mutua estimación. Los pintores jóvenes de
aquí conocen y estiman la obra de Diego Rivera, de Clemente Orozco, de
Covarrubias, de Pacheco, de Tamayo. Los dibujantes cubanos –ejemplo Hernández
Cárdenas- van a México a buscar la consagración de medios más comprensivos. Los
libros de los escritores nuevos de México se cruzan sobre el Golfo, con las
producciones selectas de nuestros intelectuales que son allí enviados para
conocer –más limpiamente- los quilates que poseen.
Los actuales literatos mexicanos, más que los
de cualquier otro momento, cuenta entre nosotros un público no por selecto y
cerrado, menos interesado que los núcleos con que pueden contar en su propio país.
Hay en Cuba muchas personas que conocen la última producción de los escritores
más nuevos del vecino país.
Caso típico: Jorge Cuesta. Joven literato
mexicano que se encuentra entre nosotros desde ayer, de regreso del viejo continente,
donde ha permanecido una temporada estudiando las nuevas corrientes intelectuales
y artísticas y haciendo “su” París. Cuesta que pertenece a la novísima
generación acaba de publicar su primer libro, una “Antología de la Poesía Mexicana Moderna” que ha sido muy combatido en su
país. Aquí en Cuba este libro cuenta con lectores apasionados.
Prueba ello su valor. Hoy y quizás si ayer
mismo, Jorge Cuesta al hacer de nuevo esa obra, no la haría en el mismo sentido
en que aparece. Por lo menos esa impresión deja en el ánimo del repórter al
hablar de ella…
En París, Jorge Cuesta, estrechamente vinculado
como decimos, con nuestros intelectuales, asistió a conciertos de música cubana,
trató a Eduardo Abela, nuestro compañero tanto tiempo, hoy como ayer formidable
pintor, a Manuel Mantilla, caso típico de honradez artística y de subido valor
intelectual, a Alejo Carpentier… De todos sabe y para todos tuvo una frase exacta
de comprensión.
Jorge Cuesta estuvo a visitarnos en nuestra
redacción en la que cuenta con amigos que lo estiman en todo su valer.
Le interrogamos acerca de la impresión que en
México había producido su libro.
Nunca supe –nos dijo- que la antología que publiqué pudiera haber
extrañado tanto. Pero tanto más me sorprende lo que se me atribuye a propósito
de ella. Hay quienes entienden que la literatura que allí presento yo pretendo
patrocinarla; hay quienes entienden que, al contrario, ella es la que a mí me
patrocina… Mi intención fue hacer un servicio editorial únicamente. Yo no puedo
aspirar a que sean míos los poemas que allí incluyo. Por lo demás, el ruido que
ha hecho ha sido por fortuna local. Es inútil que lo fastidie hablándole de
esto. Yo enviaré a los amigos de Social, la copia de una carta que dirigí a
Manuel Horta y donde me explico extensamente.
-¿Y cuál es a su juicio –muy brevemente- la
situación ideológica de los jóvenes intelectuales (escritores y artistas) de
México?
-La presencia de Europa urge a los jóvenes
escritores de México a intentan penetrar en su movimiento artístico. Se olvidan
que el arte es individual cuando tiene un valor vivo. Los estridentistas, por
ejemplo, quisieron reproducir lo que les parecía una revolución artística del
mundo, equivocándose hasta el punto de ver un gran poeta en Nicolás Beauduin
que es un tonto, pero que pretende ser revolucionario. La “poesía pura” y la “prosa
nueva” han sido también espejismos que la nueva literatura mexicana no ha
sabido evitar. Sólo Salvador Novo, Carlos Pellicer y José Gorostiza me parece
que guardan una posición perfectamente individual.
-En cuanto a pintura, usted sabe que se ha
querido hacer una especie de revalorización de la obra de Rivera, con el único
fin de obtener algún provecho que no sabría precisarle; de otro modo no me
explico tanto estupidez gratuita en el artículo de un señor Maroto que según me
cuentan tanto elogiara a su paso por ésta la obra que después trata de
censurar. Usted sabe también que Tamayo, Pacheco, Covarrubias, Lazo, trabajan
con más provecho cada día.
-Bueno ¿y qué impresión le causaron en el
extranjero, los últimos sucesos políticos en su tierra?
-Pues que ya está consolidada la obra de
renovación en que está empeñada mi tierra desde hace dieciocho años. La muerte
del General Obregón, sentidísima ha servido para demostrar, según las recientes
declaraciones del presidente Calles, que en México ya ha terminado el “caudillismo”.
Luego ese mismo viaje aéreo de Fierro demuestra que en mi país ya se sabe
organizar algo más que una “revolución” al uso de las que diariamente se complacen
en anunciar al resto del mundo las empresas cablegráficas interesadas…
Jorge Cuesta permanecerá entre nosotros dos
días, que dedicará a conocer esta capital, en unión de sus amigos cubanos,
aprovechando la oportunidad para fijar algunas características del actual movimiento
literario y artístico de Cuba.
J.A.F.C.
Diario de la Marina, 7 de
septiembre de 1928.
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