Nacimiento de La Habana
¡Qué aire!
Camino de las playas, el aire
ciego.
¡Qué aire!
¡Pero mira qué aire!
Puñales, jacintos de torso acribillado,
de torsos embistiendo las estatuas
y de toros nadando por las fuentes
y por el halago del aire.
¡Pero mira qué aire!
¡Míralo. Enciérralo.
Discúlpalo!
Que el aire pesa como plata
hacia arriba.
Como brazos de nieve
hacia arriba.
Oye la nieve. Chupa el aire.
Avispa en una botella bajo el agua.
El aire bajo el agua.
Sobre el agua las estrellas
y el aire.
El aire ciego colocando su lengua
en el mármol.
Los peces ciegos.
Como peces y agujas en el aire.
El aire ciego.
¡Qué aire!
¡Pero mira qué aire,
con sus dedos y peces
y sus arpas dobladas!
El aire mirándolo clavado,
chillando en todos los ojos.
Sin que nadie coloque,
entre el cuerpo y el aire,
el aire intacto sin colores.
Ahora sí que todos estamos comprometidos
con el aire.
Mira qué aire y aire liso.
Aire de pedernal.
Aterido recuerdo en el aire sin frente.
Olas de ciega acampan
inexorables en el aire.
Ya para siempre, silencio,
pájaros amarillos bajo el agua,
silencio, grises pájaros recuerdan
el aire.
Al pie de las murallas
el aire tartamudo
desliza sus sirenas,
plata mansa sin hoy
mana sus lunares
entre lunas cansadas
sin balcones. ¿Qué será,
qué será? Bajo el arco
y pestañas, la tarde,
-codorniz de Ceilán-
rompe en flechas sus colores.
Descuidas las islas
pie ligero y concha reciente,
de sonrisas y flautas,
sobre faldas tan lindas
pasajeros con cintas
y mañanas redondas!
Verdinegros incógnitos
los celos de la noche
¿Qué será, qué será?
El alfiler del rocío
redobles del aire tierno,
se extingue en ay, ay, ay, ay.
La sorpresa de la rosa en el agua,
vida entre vidas,
la rechazan las olas
con heridas sin gritos.
Las estrellas se mecen
al compás que no existe
del agua amanecida,
y así puede mecer
a los niños de Arabia,
con heridas y gritos.
Y loca entre balcones
la tarde recurvando,
empina entre algodones
su voz que ni se escucha
perdida entre latidos:
¿Qué será, qué será?
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