Alumno de la Escuela de San
Alejandro, se excedió a sus maestros en el manejo del lápiz, creando un género
propio, de peculiar personalidad. Empezó su carrera dibujando, mejor dicho,
creando caricaturas personales, en que el acierto, la novedad y el humorismo
fueron sencillamente geniales. Su inspiración y talento artísticos buscaron
pronto mayor campo donde espigar, y de la caricatura arbitraria pasó al cuadro
de género, y sobresale como costumbrista del lápiz. En esos trabajos demostró
originalidad, uniendo a los trazos satíricos un dramatismo humorístico que da a
sus producciones singularidad. Si fuera a compararlo con uno de los humoristas
en prosa, diría que es el Mark Twain del lápiz.
Sus estudios y observaciones de sus viajes a
Nueva York y México le han dado madurez, ampliado su horizonte mental y
perfilado su habilidad artística. La Academia Nacional de Artes y Letras le
premió con medalla de oro dos trabajos presentados en sus concursos. El Salón
de Humoristas lo ha laureado también. En la actualidad desempeña el cargo de
Inspector General de Dibujo de las escuelas públicas de Cuba.
José
Manuel Carbonell: Evolución de la cultura cubana. Las bellas artes en Cuba,
El Siglo XX, 1928.
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