Eugenio d'Ors
Una noche, mejor diré, una madrugada, pasábamos por
la Puerta del Sol, desierta. De pronto, dejándome asombrado —como que de
momento creí soñar o encontrarme fuera de mi juicio—, toda su extensión entre
el cabo de la calle de Arenal y el principio de la calle de Alcalá se pobló de rebaños.
Profundos, interminables, pasaban dulcemente dejando la impresión de
habitualidad...
Pregunté qué
significaba aquello. Dijéronme que nada de particular, y que esto se hacía
siempre, a todas horas, pues tal camino era camino de cañada, paso de Mesta; es
decir tránsito reglamentado y tradicional de las reses que atravesaban Madrid,
yendo de Extremadura a Aragón, por ejemplo.
Entonces,
viendo el magnífico espectáculo, meditando acerca de él vinieron a hacérseme
patentes muchas cosas que antes ignoraba o que no valoraba bien. Comprendí en
realidad a España, por vez primera. Comprendí el sentido de España y de la
capital de España... España debe de ser esencialmente una Monarquía ganadera.
Madrid —y esto lo repito, da luz sobre muchas realidades—, Madrid
es la capital de un formidable imperio pecuario.
Tomado de Mis ciudades, Tres de Cuatro Soles, Madrid, 1990.
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