Comenzó a sabérselo en la tarde, apenas pasada
la hora de la siesta.
-Se ha suicidado un hombre.
-Han asesinado a un hombre.
-Han encontrado a un hombre ahorcado.
-¿Ahorcado?
-¡Ahorcado! ¡Que bruto!
-Ahorcado con un cordel.
-Ahorcado con una corbata.
-Ahorcado con un alambre.
-¡Un ahorcado!
-¡Un ahorcado!
Entonces llegó a saberlo también la Oficina de
Seguridad y envió al Jefe de Demarcación, acompañado por detectives y hombres
de armas.
-Aquí es.
-Sí, aquí es.
Las culatas de los rifles castigaron la puerta
cerrada y luego la descerrajaron apresuradamente.
En realidad, ahí estaba el hombre ahorcado.
Ahorcado con un alambre, en el centro de su viejo cubo, colgante como una
lámpara.
Y su excelencia el Jefe de Demarcación redactó
para el señor Intendente, acto continuo, el siguiente comunicado:
“Señor Intendente:
De
conformidad con las órdenes recibidas de usted, el día de hoy, a las cuatro de
la tarde, me constituí en el sitio de costumbre, con veinte hombres de mi
mando, para averiguar el resultado del asunto que de algún tiempo acá ha venido
preocupando a esta Dependencia. Como nadie diera respuesta a nuestras llamadas,
abrimos la puerta a golpes. El hombre estaba ahorcado”
Ahora
bien:
Esta historia pasa de aquí a su comienzo, en
la primera mañana de mayo; sigue a través de estas mismas páginas, y cuando
llega de nuevo aquí, de nuevo empieza allá...
Tal era su iluminado alucinamiento.
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