Marcial Dupierris
El primer cuidado del hacendado, al llegar los colonos a su finca, debe ser el de mandarlos registrar escrupulosamente, con el pretexto de quererles facilitar lo que les haga falta. Si se les halla opio y pipa para fumarlo, se les quitará. Esa medida, tomada en los primeros días de su acomodo, no ofrecerá inconvenientes, sobre todo si se les da tabaco para que fumen, mientras puedan adquirirlo con el fruto de su trabajo. Después de ese re conocimiento, es preciso darles un chaquetón, una frazada y demás ropa necesaria. El asiático estima sobremanera el cuidado que manifiesta su patrono en darle vestuario y demás cosas con que precaver los males que puedan sobrevenirle de los cambios de temperatura. El esmero en su alimentación debe ser grande, no solamente con el fin de tenerlos contentos y de nutrirlos, sino también para librarlos de muchas enfermedades. Deberá cuidar se pues, de que las viandas sean sanas. Los chinos, en los primeros días de su llegada, manifestarán glotonería, por lo que se les darán raciones abundantes, pero no excesivas. Acostumbrados des de su infancia al arroz, como su principal alimento, tal vez lo exigirán; y aun cuando esta exigencia no sea del todo justa, pues que se podría satisfacer su apetito con otras sustancias, sin embargo, soy de parecer que debe dárseles el arroz hasta que paulatinamente se les vaya acostumbrando a las viandas con que se alimentan los demás trabajadores; y puede estarse seguros de que ellos llegarán a preferirlas al arroz.
Debe comprenderse que
todo cuanto rodea a esos colonos les ha de causar novedad. En agricultura, por
ejemplo, aun su poniendo que hayan sido labradores en su país, los utensilios de
labranza usados en este son muy diferentes, y no es de extrañarse que no los
sepan manejar por de pronto. Además esos hombres desconocen el idioma en que se
les habla, la clase de cultivo y demás usos del país; que se encuentran en fin
atados enteramente para poder ejecutar cualquier cosa, por sencilla que sea. Eso
para algunos de los que los manejan, será torpeza o quizás falta de voluntad
para el trabajo; pero no es así. Permítaseles un poco de tiempo para que puedan
observar y habituarse a nuestras costumbres y que descansen siquiera unos días
de sus largos y penosos viajes, y se les verá corresponder en todo a los deseos
de sus patronos; se verá que llegado el tiempo de emprender los trabajos de la
finca, los más de ellos los acometerán aun sin que se le prevenga; y no habrá
necesidad, como creen algunos, de echar mano de intérpretes que les expliquen o
enseñen la marcha para seguir con acierto sus; quehaceres. Los asiáticos son
demasiado buenos imitadores, para que sea preciso una larga y minuciosa enseñanza.
Hábleseles en español a la vez que se les esplique con la acción lo que se
exija de ellos, y aprenderán ambas cosas a un tiempo; mientras que si se les
acostumbra a ejecutarlo todo por medio de intérpretes, nunca llegarán a
entender bien las órdenes dadas directamente; bastarán algunos meses para que
entiendan lo suficiente de lo que se les ordene, aun cuando no sepan expresar
sus ideas en castellano.
Los que dirijan a esos colonos, deberán ser
personas observadoras y humanas, y estar revestidas de paciencia, sin cuyos requisitos
es casi imposible manejar ni enseñar a hombres de cualquier clase y condición
que sean. Del estudio individual que se haga de esos trabajadores, deberán deducirse
las causas de la falta de cumplimiento de su parte. Habrá entre ellos a quienes
no sea preciso reprenderlos jamás, al paso que otros se fingirán enfermos para
eximirse del trabajo; otros que trabajarán, pero sin aquel vigor que esté en
consonancia con su robustez; y otros habrá en fin, que darán ocasión a que se
les castigue. Hago estas clasificaciones como indispensables para evitar el que
se cometa alguna injusticia con esos hombres, y que traería consecuencias
desagradables.
El colono asiático conoce muy bien las obligaciones que le impone su contrata; pero también sabe lo que de justicia se le debe. Así que, no se quejará nunca porque se le quiera reducir al cumplimiento de sus deberes; pero se quejará y exasperará si lo que de él se reclama no es justo. Es pues necesario oír sus quejas y tratar de contentarlos, más bien que desoír sus reclamaciones. Debe también premiarse sus méritos contraídos, y esto se hará en presencia de los que no se hagan acreedores a recompensa alguna. Con esta conducta, se conseguirá que aquellos que no hayan merecido ninguna distinción en el primer mes, por ejemplo, se esfuercen por obtenerla en adelante. Uno de los medios más eficaces para estimularlos, es repartir entre los que sean buenos, el dinero que debiera pagarse, al que no estando verdaderamente enfermo, permanece en la enfermería por rehuir el trabajo. Los holgazanes deben ser separados de las filas de sus compañeros laboriosos, y puestos a trabajar con los negros: este será uno de los castigos más fuertes que se les puede imponer. Cuando cometan faltas de otra naturaleza, se les deberá castigar con privaciones, como son: no dejarlos seguir alojándose con sus compañeros; la reclusión y disminución de alimento; el cepo, y retenerles el dinero en que se aprecie el perjuicio que hayan causado. Y cuando el delito fuese tal, que deba hacerse un castigo ejemplar, no deberá emplearse nunca el látigo sino una vara, que es lo que se usa para el efecto en su país. El chino jamás se queja de que lo hayan castigado, siempre que sea con justicia. Es menester no olvidar esto, para no exponerse a imponer castigos indebidos; y en caso de duda, vale más perdonar.
El juego no debe ser tolerado entre esa clase de gente, ni como pasatiempo ni por inocente que parezca a primera vista porque el más sencillo y menos interesado, será un veneno lento que hará sus estragos más tarde. Proporcióneseles recreo o esparcimiento si es necesario o lo exigen, pero que no medie interés jamás en sus diversiones.
Es necesaria la exactitud
en el pago de sus mensualidades; porque como son desconfiados, juzgarían los
efectos de un olvido, a una intención de no quererles pagar, y eso produciría
en ellos el peor efecto.
Se evitará todo lo posible su salida de la finca para ir a la población, por temor de que se reúnan con sus paisanos cumplidos, de 1847, a quienes se prohibirá penetrar en las fincas: ya he dicho todo lo que debe temerse de una sola entrevista que los recién llegados tengan con ellos.
Creo muy necesario indicar
en esta parte, lo convenientes que serían ciertas medidas para cortar abusos de
graves trascendencias respecto a la colonización de asiáticos, abusos de que se
lamentan tan amargamente varios hacendados, y que sería fácil el evitarlos, o
por lo menos disminuirlos, si el Gobierno, sabedor de ellos, tomase sus medidas
oportunas. Sucede pues que muchos asiáticos, sonsacados por los ya cumplidos,
de que he hablado, y por otros hombres mal entretenidos, se fugan del poder de
sus patronos, y van a colocarse donde pueden, o vagan por los campos y por las
poblaciones con nombres supuestos, o bien se ocupan en lo primero que se les
proporciona, sorprendiendo de ese modo a la policía, y causando un daño de
consideración a sus patronos.
Esos males estarían evitados con que el Gobierno multara a los que abrigasen colonos de esa clase, como se hace con los esclavos y como creo se ha hecho con los colonos de otra raza; que en los depósitos de las poblaciones no se permitiese alquilarlos sino de dicarlos a las obras de fomento, sin remuneración alguna, y con las prisiones convenientes. A la vez debería publicarse por medio de los periódicos de la jurisdicción, y en los de esta capital, el número de colonos huidos que se hallasen en el depósito, expresando la fecha de su captura, el lugar donde fueron aprehendidos, por qué capitanía de Partido, y las señas particulares de cada colono. Cuando el colono o colonos no fuesen reclamados en el término de un mes, deberían ser remitidos al depósito general de la Real Junta de Fomento, en donde se cuidaría de hacer anunciar los en los términos indicados. No debería permitirse que fuesen alquilados en la población los colonos prófugos, ni tampoco que ganasen dinero, hasta haber cumplido con sus patronos, no solamente porque es una injusticia de parte de los colonos que tal hacen, sino porque eso evitaría el que los sonsacasen los especuladores en ese ramo, que por desgracia abundan.
Los colonos cumplidos
que vagan por las poblaciones, deberían tener un documento de domicilio que
poder presentar a la Policía, siempre que esta lo reclamara, y probar además
que tienen una industria u ocupación que les proporciona los suficientes medios
de subsistencia.
Esas medidas tan equitativas como necesarias,
no dudo sean tomadas en consideración por nuestro ilustrado y paternal Gobierno,
en obsequio del orden y de los intereses del país.
Memoria sobre la topografía médica de La Habana y sus alrededores, y Sobre el estudio físico y moral de los colonos asiáticos, Habana, Imprenta La Habanera, calle del Aguacate núm. 62, 1857, pp. 78-81.
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