LA ACTUALIDAD SANITARIA. LA EPIDEMIA DE GRIPE O INFLUENZA
Desenvolvimiento y medidas adoptadas
Desenvolvimiento y medidas adoptadas
por el Dr. JOSÉ A.
LÓPEZ DEL VALLE
(Sesión del 25 de octubre de 1918)
Sin disponer del
tiempo necesario para preparar un trabajo debidamente documentado, he querido,
sin embargo, aprovechar la sesión reglamentaria que celebramos esta noche, para
someter a la ilustrada consideración de esta Academia, lo que pudiéramos llamar
"la actualidad sanitaria", o sea la epidemia de Gripe o de Influenza
que en estos momentos azota a la Habana, Santa Clara, Camagüey, Santiago de
Cuba y otras importantes ciudades y poblaciones de la región oriental. Y he
creído oportuno tratar de este particular tan interesante y trascendental en el
ambiente elevado y sereno de esta Academia, ya que la opinión pública ha sido
mal orientada e impresionada en este asunto, por erróneos informes y por falsas
apreciaciones, debidas, seguramente, a la ofuscación de los primeros momentos,
al pánico que parece haberse apoderado de algunos espíritus apocados y por el
desconocimiento que demuestran tener de lo que es la Influenza, los que con sus
equivocadas informaciones, han creado este estado de desconcierto y de
malestar. Y como quiera que por motivo de esos errores y de falta de dirección
de la opinión pública, existen alarmas injustificadas entre las familias, lo
que ocasiona verdaderos perjuicios, entiendo que nosotros estamos en el caso de
contribuir con nuestro esfuerzo, a evitar el que, sin causa que lo justifique,
se lleve el pánico y el miedo al público, ya que no es ese el camino más
seguro, para obtener el mejor éxito en nuestras campañas contra esa infección, se
ha publicado reiteradamente en la prensa política y de información, que
"estamos frente a una epidemia desconocida, ocasionada por una enfermedad
ignorada"; ''que los médicos desconocen en lo absoluto la infección
reinante", y que, por lo tanto, "no pueden asistirla
debidamente" y que "desconocen los recursos necesarios para su
curación y dominio"; que "la actual epidemia es de una virulencia tan
extrema", que 'mata a todo el que ataca" y que "ocasiona un
número tan extraordinario de víctimas" que "casi se cuentan las
defunciones por el número de invadidos". Y doloroso es confesarlo. No es
solamente en la prensa de información general donde encontramos estas erróneas
animaciones, sino también que algunos compañeros médicos están desorientados a
ese respecto, no faltando los que piensan y digan, que "la actual epidemia
es de Peste de forma neumónica." Como es natural, todos estos hechos
unidos a los diversos y contradictorios informes de los laboratorios, contribuyen
a que el público se intranquilice y se alarme .v termine por no tener confianza
alguna en la actuación médica frente a esta epidemia. Se critica y censura la
gestión sanitaria y hasta muchos llegan a pensar, que las autoridades encargadas
de velar por la salud pública, no proceden ni con las necesarias energías, ni
con el celo debido en estas cuestiones. Y como quiera que yo abrigo la firme
creencia de que las autoridades de los gobiernos democráticos están en el deber
de explicar su actuación cuando ésta ofrece dudas, quiero aprovechar la tribuna
de esta Academia, para dar a conocer las razones por las cuales no se han
adoptado por la Jefatura Local de Sanidad de la Habana, ciertas medidas que parecen
reclamar con mayor insistencia los elementos de nuestra sociedad, que a
nosotros se dirigen con esas críticas e indicaciones. Pero antes de seguir
adelante, quiero dejar sentado el hecho cierto y positivo, de que las
investigaciones científicas realizadas con oportunidad, constancia y eficacia
en el Hospital "Las Animas" y por la Sección de Estudios e
Investigaciones de la Dirección de Sanidad, todas, absolutamente todas, están
contestes, en que nuestra actual epidemia es de Gripe o de Influenza,
habiéndose comprobado la presencia del Pfeiffer con las asociaciones
microbianas que son tan frecuentes observar con ese germen, sobre todo en estos
estados de verdaderas pandemias. Nuestro criterio es que la enfermedad reinante
es igual por su naturaleza, a las epidemias de Gripe o de Influenza que han
azotado al mundo entero en épocas distintas, y que especialmente hubo de
visitarnos últimamente en el año de 1890. Es la epidemia de Influenza clásica,
descrita por los autores, definida en los textos y conocida por los médicos.
Podrá, en determinados casos y debido a circunstancias especiales, revestir más
o menos virulencia y por determinadas condiciones atmosféricas, individuales y
de localidad, o modalidades propias de la epidemia, predominar tal o cual
complicación, o revestir con mayor especialidad diversas formas. Estudiando la
epidemia en lo que pudiéramos llamar su desenvolvimiento sanitario, tenemos,
para demostrar que se trata de Gripe o de Influenza que evoluciona según las
condiciones individuales, el siguiente hecho que constantemente se repite y que
es fácil de observar en cientos de casos. En una casa ocurre uno de esos casos
verdaderamente dramáticos y espectaculares de Influenza, de virulencia extrema,
con sus complicaciones pulmonares o cerebrales. Muere a consecuencia de este
ataque gripal intenso, un miembro de la familia. Los demás que en la casa
residen, contraen, no una infección tan grave y mortal como la del otro, sino
una Gripe benigna, de forma catarral, que evoluciona favorablemente sin
ninguna complicación ni gravedad. Es decir, que aquel "caso
primitivo" en el que muchos creen ver una "enfermedad nueva",
violenta y "desconocida", ocasiona "casos secundarios", de
la Gripe franca, conocida y tratada por los médicos desde remotas épocas, al extremo
de figurar en los libros clásicos de la medicina. Si se tratase, como piensan
los equivocados, de "Peste neumónica", de una "infección
ignorada", lo natural sería que diera lugar a "casos
secundarios" de su "misma naturaleza" y no a otros benignos y
perfectamente definidos de la Gripe vulgar y típica. Otras veces, ocurre a la
inversa. En una casa se registran seis o más casos de Gripe franca, de carácter
benigno. Uno o más de los que residen, son víctimas de la forma intensa, con
las más graves complicaciones. Aquí, el caso "secundario" es el que
evoluciona con mayor violencia, mientras los "primitivos" fueron
sencillos y banales. Es digno de mención el hecho que suele observarse con
frecuencia en la actual epidemia, el que se registren numerosos casos graves y
mortales, en individuos jóvenes, robustos, que se encuentran en la edad más
útil de la vida. Estábamos acostumbrados, en la observación de pasadas
epidemias de Gripe y en los casos esporádicos de esa infección, a que esta
causase siempre mayores estragos en los viejos, en los achacosos y en los
averiados. Y ahora parece como sorprender, que en el brote epidémico presente,
se compruebe que la enfermedad ataque en forma virulenta a personas jóvenes y
fuertes. Este hecho ha sido uno de los que han dado lugar a las dudas de
diagnósticos a que me refería al comienzo del presente informe y a que clínicos
de gran valer vacilasen en aceptar como de Gripe o de Influenza la infección
responsable del actual estado epidémico. Pero estudiando el curso de epidemias
de otras enfermedades nos encontramos que a través de los tiempos, cada una de
éstas van revistiendo modalidades distintas, tanto en su mayor o menor
virulencia, en lo que pudiéramos llamar sus localizaciones individuales. Sin
embargo, para aclarar bien todas estas interesantes cuestiones, tenemos que
volver, por decirlo así, los ojos al laboratorio y continuar en la observación
clínica, acometiendo con entusiasmo v perseverancia los trabajos de
investigación que puedan ilustrar debidamente la materia. Y debemos continuar
con tenacidad y ardor esos trabajos, hasta obtener una explicación
satisfactoria a las casas que producen esas modalidades clínicas tan variadas y
diversas; a las alternativas de virulencia en la infección; a ciertas y muy
notables ausencias del Pfeiffer en los exudados de los enfermos; a si existe o
no algún otro germen que asociado al Pfeiffer, o en su lugar, sea el
responsable de esa virulencia extrema en ciertos casos, y otras múltiples
cuestiones a resolver en estos casos. Tenemos que llevar a cabo las
investigaciones y estudios correspondientes, por ver si logramos precisar el
mecanismo íntimo de la infección gripal, los caminos que sigue el germen para
invadir el organismo y los agentes o medios de difusión de la enfermedad;
particulares estos de vital importancia y que una vez hallados, harán luz en la
actual obscura profilaxis de esa infección. Al desconocimiento que tenemos de
esos asuntos, así como por la naturaleza especial de la Gripe o Influenza, por
el número crecido de casos ambulatorios que se presentan en el curso de las
epidemias de esa enfermedad, por no conocer todavía el tiempo preciso del
período infectante de la misma y por la cantidad extraordinaria de casos que se
registran en el curso de las epidemias, lo que hace materialmente imposible el
que se adopten las convenientes medidas de aislamiento y de desinfección, y por
las complicadas y variadas circunstancias que concurren en la Gripe o Influenza,
se debe el que no tengan eficacia positiva, las medidas sanitarias que se
adoptan para dominar esa infección y que esas disposiciones no den el resultado
apetecido, a pesar de los mejores propósitos que animan a los que las dictan.
En nuestro deber de decir la verdad y de hablar siempre claro y con diafanidad,
nos apresuramos, al presentarse el brote primero de la epidemia gripal, a hacer
público el que nuestras disposiciones y órdenes para combatir la epidemia, no
tendrían eficacia positiva, a no ser que el público nos secundase, en esas
nuestras tareas, con lo que se lograría evitar, en lo posible, los estragos de
esa enfermedad. Declaramos sin ambages ni rodeos, que estábamos frente al
inicio de una epidemia, para la que no teníamos armas bien templadas para
combatirla. Dijimos entonces y repetimos ahora, que a pesar de todo, no debíamos
desmayar en nuestros propósitos, ni sentir entibiar nuestros entusiasmos y
arrestos, sino que, por el contrario, las dificultades que se presentaban en
ese terreno, debían aumentar nuestro esfuerzo y el propósito de perserverar en
ellos, en bien de la salud pública.
(primera parte).
(primera parte).
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