En una
estadística de mortalidad que alberga el Archivo Nacional de Cuba consta, al
margen, esta curiosa historia.
En marzo
de 1857 falleció en Sagua la Grande un negro liberto cuya edad se cifraba en
116 años. Se llamaba Juan Antonio Saldaña y el suyo no era solo un récord de
longevidad sino también de resistencia.
Trabajó como
constructor de barcos en diversos astilleros, pero sin dejar por ello de
practicar hasta su muerte un segundo oficio por el que era admirado y, a la
vez, temido: el de servir de correo entre Trinidad y La Habana.
“Tal era
la velocidad con que hacía sus viajes que en tres días iba de un punto al otro,
de donde le vino el apodo de El Brujo”, reza el documento.
Circulaba
la sospecha de que hacía aquel recorrido con artimañas de volador, es decir, convertido en pájaro. Al morir se
tomaron precauciones como quemar sus pertenencias y enterrarlo en las afueras
del cementerio.
P. M. de A.
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