Octavio Armand
Se despidió de la sangre
Y de la casa donde había nacido.
Abandonó sus tierras,
Los esclavos, el oro y la plata
Que tantos envidiaban.
Se entregó de lleno a la pobreza.
La mendicidad le parecía
Una discreta opulencia.
Si fuera mendigo, aseguraba,
Sólo pediría perdón.
Perdón al tiempo por perderlo.
Perdón al espacio por ocuparlo.
Perdón a la vida por vivir a medias.
Perdón a la muerte por hacerla esperar.
Caracas, 13 de
mayo de 2013
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