-->
Sesión del 24 de marzo de 1922
Sr. Presidente de la Academia de Ciencias
Médicas, Físicas y Naturales de la Habana.
Señor:
El Sr. Presidente de la Cámara de
Representantes, se ha dirigido al Honorable Sr. Presidente de la República, en
solicitud de determinados informes técnicos que el Jefe del Estado mucho
estimaría fueran emitidos por esa Academia de su digna Presidencia, a cuyo
efecto me complazco en transcribir a Ud. el escrito de dicho Cuerpo Legislador,
que dice como sigue:
Habana, febrero 20 de 1922.
Sr. Presidente de la República.
Honorable Señor: —La Cámara de Representantes
en sesión celebrada el día de la fecha, adoptó el acuerdo de solicitar de esa
Honorable Presidencia, los siguientes datos: Que por la Academia de Ciencias o
Colegio Médico, o por algún medio que tenga a su disposición, inquiera informe
a la Cámara, si, científicamente pueden considerarse convenientes a la salud
del individuo las luchas de boxeo, si los golpes que reciben los luchadores en
la cara, estómago y tórax, no producen daños en el cerebro, los pulmones, la
vista y demás órganos que puedan ser afectados, si la afección que dichos
órganos pueden sufrir por efecto de los golpes es leve y pasajera, o si pueden
producir males crónicos que perturben el funcionamiento cerebral, produzcan
cataratas traumáticas o úlceras en el estómago y los pulmones.
Lo que tengo el honor de comunicarle.
De Vd. atentamente.
(F) Dr. Santiago Verdeja,
Presidente.
De Vd. con la mayor consideración por
autorización del Sr. Secretario de la Presidencia, (F) L. Lecuona, Jefe de
Despacho.
Antes de resolver la consulta anterior es
pertinente aclarar lo que se entiende por "Luchas de Boxeo" y con
vuestro permiso recordaré preveniente la evolución de esas luchas que tanto han
apasionado en distintas épocas a los simpatizadores de ellas y a sus enemigos,
hasta los extremos de ser consideradas por unos como "el arte viril de la
defensa propia", y por otros como uno de los actos más brutales que pueden
cometer seres humanos.
Homero en su famosa Ilíada, Virgilio en la
Eneida y otros poetas de la antigua Grecia, hacen alusión y describen el
Pancratium o lucha de fuerzas con la cual se divertían las clases bajas y
especialmente en los Juegos Olímpicos, empleando para esos combates, una
especie de manopla de cuero muy endurecido.
Los resultados de estas luchas antecesoras de
las actuales, caracterizadas por golpes dados con los puños, solían ser
fracturas y avulsión de los dientes, desgarros del pabellón auricular, y según
parece las lesiones a veces determinaban la muerte, lo cual descalificaba al
luchador, mereciendo tan sólo ese reproche popular por su barbaridad.
Y no podían ser otras las consecuencias si se
tiene en cuenta que esas contiendas eran de resistencia, hasta que uno de los
combatientes fuera declarado vencedor y el otro vencido, y si se recuerda que
además del costus, o manopla empleada, era permitido golpear en cualquier parte
del cuerpo del contrario, y las luxaciones y fracturas causadas en la lucha, no
eran motivos para declarar la inferioridad de algún luchador.
Esa diversión, tanto en Grecia como en la
esplendorosa Roma, siguió siendo muy popular, pero desde la caída del Imperio
Romano, hasta el siglo XIX, ninguna nación civilizada, excepto Inglaterra, se
ocupaba del pugilismo.
Los ingleses entienden por pugilismo, la lucha
a golpes entre dos individuos pero con los puños desnudos, es decir, sin
guantes de ninguna clase.
Ese sport llegó a entusiasmar tanto en
Inglaterra y adquirió tal grado de brutalidad, que el Gobierno se vio precisado
a prohibirlo, y se cuenta que la última pelea notable, a puñetazo limpio, la
que sostuvieron Sayers y Heenan, que fue declarada “tabla” en medio de un gran
escándalo, dejó a Sayers, casi ciego y con un tendón del antebrazo derecho en
completa rotura, y por supuesto su adversario tampoco quedó en condiciones
físicas menos ventajosas.
Por ese entonces surgió Broughton, quien ha
sido considerado como el padre del moderno pugilismo británico, habiendo
inventado los guantes que desde entonces se emplean, modificando así las
peleas, que llevan el nombre de boxeo, vocablo derivado de la palabra inglesa
“Box” (golpe). También este célebre pugilista del siglo XVIII, redactó un
Reglamento con tendencias a hacer menos repulsivo el entretenimiento.
Jackson, otro famoso pugilista inglés, siguió
inculcando el sport a pesar de las críticas más o menos sentimentales, habiendo
tenido como discípulos a jóvenes de la más alta aristocracia, uno de ellos, el
poeta Lord Byron.
Pero la crítica adversa por lo que tenían las
luchas de animalidad y fiereza continuaron y entonces, el octavo marqués de
Queensberry redactó su célebre código para la lucha con guantes.
No creemos pertinente seguir detallando la
evolución del boxeo, que en resumen puede decirse que es una lucha a golpes con
guantes de 8 onzas de peso, que los encuentros (rounds) deben limitarse a tres,
cada uno de tres minutos de duración y con intervalos de tiempo suficientes
para permitir a ambos combatientes reponerse de las fatigas del anterior encuentro.
Recuérdese también que el objetivo de estas luchas ha sido tratar de
equipararlas a la esgrima, hacerlas torneos de fuerzas entre caballeros y por
eso no se permiten golpes por debajo de la cintura y se respeta al caído,
decidiéndose la lucha por un Juez, que sin necesidad de esperar a que uno de
los luchadores caiga con pérdida del conocimiento, puede adjudicar la victoria
a aquel que haya alcanzado mayor núnero de puntos de técnica.
Los sajones achacan mucha de la impopularidad que
entre los elementos latinos hay contra el boxeo, a que en Francia, y
especialmente en Marsella y sus cercanías, desde 1830, se boxea como los
antiguos griegos, pero lo modifican dándose pateaduras y cabezazos.
El gran Alejandro Dumas (padre) trató de modificar
el boxeo francés, esforzándose por elevar su práctica, introduciendo primero
reformas sugeridas por el boxeo inglés y luego, alentando a los jóvenes de la
mejor sociedad a que se dedicaran a ese sport hasta entonces cultivado por las
clases más inferiores del pueblo francés, pero parece que fracasó
Es evidente que una lucha de esa índole bien
reglamentada entre dos individuos, por ejemplo cultos y de iguales peso y talla
no ha de causar mucho daño y quizás sí todo lo contrario, por cuanto se
necesita adquirir además de fuerza muscular, cierta agilidad y actividad
cerebral.
Desgraciadamente es muy difícil encontrar esa igualdad
de condiciones en los adversarios, y como que generalmente a la fuerza bruta no
siempre le acompaña una mente juiciosa que con discresión llegue a golpear sin
ser golpeado su poseedor, tenemos que convenir que no es extraña la aversión
que por los elementos refinados y sensibles se siente por esa clase de
pasatiempos, pues son bastantes frecuentes las lesiones que se causan desde las
más ligeras y
pasajeras hasta las más
crónicas y permanentes que producen la invalidez y alguna vez hasta la muerte.
Como resumen de todo lo anterior y en
contestación a la consulta solicitada podemos decir en conclusión:
1—Que científicamente no pueden considerarse convenientes
a la salud del individuo las luchas de boxeo.
2—Que los golpes que reciben los luchadores en
la cara, estómago y tórax, si son fuertes pueden producir conmociones
cerebrales, y toda clase de lesiones al globo ocular y a cualquier otro órgano
alcanzado por los golpes.
3—Que las lesiones en cualquier órgano
causadas por golpes en el boxeo, pueden ser de diversos grados, desde leves y
pasajeras hasta crónicas, en cuyo caso pueden perturbar el funcionamiento de
determinados órganos como el cerebro, o los ojos incluyendo la catarata
traumática, o los pulmones, pero que no creemos probable que los golpes sobre
el estómago causen las úlceras gástricas.
Entrando en la orden del día se concede la
palabra al Dr. Julio F. Arteaga, quien da lectura al informe solicitado por la Presidencia
de la República, a petición de la de la Cámara de Representantes, relativo a
las prácticas del boxeo y a los peligros que pueden acompañarla. Hace un
estudio histórico de las mismas y considera los inconvenientes que pueden
determinar los traumatismos que dicha práctica produce.
Sometido a discusión el Dr. Castro manifiesta
que hubiera sido conveniente establecer un paralelo entre las diversas clases de
sports que producen traumatismos, condenando también las luchas de los
boxeadores como motivos de especulación.
El Dr. Santos Fernández recuerda las luchas de
los gladiadores en el Circo romano y que fue necesario que viniera del lejano
Oriente el monje Almaquio para interponerse entre los gladiadores, causándole
su oposición el martirio, pero que esta fué la última sangre derramada en el
Circo por ese medio bárbaro de complacer los deseos de sangre del pueblo
romano, pues al día siguiente, el 1 de enero del año 404, el emperador Honorio
decretó la supresión del combate de los gladiadores. Recuerda asimismo que el
Presidente de los Estados Unidos, Teodoro Roosevelt, tenía un ojo perdido a
consecuencia de una herida de la órbita en las prácticas del boxeo. También
hace memoria de uno de sus primeros trabajos en que un individuo perdió uno ojo
con motivo de un culatazo que le dio un soldado en una de las proscripciones
para Fernando Po que se hacían de los cubanos durante la primera guerra de
independencia.
Acta sesión pública ordinaria 24 de marzo de
1922.
Anales
de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Isla de Cuba,
vol. 58, 1922, pp. 324-330 (322-24).
No hay comentarios:
Publicar un comentario