Pedro Marqués de Armas
La política psiquiátrica de la revolución no se definió de un día para otro. Como era de esperarse, los proyectos iniciales fueron de carácter liberal y daban continuidad a planes anteriores, por lo general, largamente postergados.
La política psiquiátrica de la revolución no se definió de un día para otro. Como era de esperarse, los proyectos iniciales fueron de carácter liberal y daban continuidad a planes anteriores, por lo general, largamente postergados.
En Proyecciones Oficiales de
la Sociedad Cubana de Neurología y Psiquiatría sobre la Organización
Psiquiátrica y la Higiene Mental en Cuba, publicado en mayo de 1959, se
plantea, por ejemplo, crear dispensarios y hospitales provinciales,
convertir a Mazorra en un asilo para enfermos crónicos
y, siempre de acuerdo con el Código de Defensa Social, que así lo establecía, construir
una clínica de conducta y un manicomio judicial.
Todas las propuestas incluidas en
el documento, tanto las institucionales como otras de carácter docente, habían
madurado en las dos últimas décadas y eran conocidas en el ámbito sanitario.
Otro objectivo: llegar a una cama por cada 1000 habitantes, respondía a normativas
recientes de la OMS.
Del igual modo, el "Plan de
Asistencia Psiquiátrica Nacional" publicado en septiembre del mismo año
en la Revista del Hospital Psiquiátrico,
y que contó con apoyo explícito
del Gobierno y del Ministerio de Salubridad, fue concebido años antes como parte de las funciones de su autor, Julio Reymondez,
al frente de la Liga de Higiene Mental (1948).
En el mismo se pedía la
construcción de dos hospitales "semejantes, aunque más pequeños" (se
refiere a Mazorra), una red de dispensarios a extender por todo el país, así
como la creación de clínicas para niños psicóticos y un centro de
investigaciones del cerebro. Se señalaba, de paso, la
necesidad de incidir sobre el alcoholismo, la delincuencia juvenil, el
divorcio, la prostitución y la homosexualidad, calificados como los problemas
sociales y psiquiátricos “que más golpeaban” a la sociedad.
El informe estaba avalado por
Eduardo Bernabé Ordaz, quien lo presentara directamente al gobierno en abril
de 1959.
Ambos proyectos cifraban sus
esperanzas en la "honestidad del nuevo gobierno", pero eran autónomos
en sus demandas.
A partir de ellos se articula una incipiente política de salud mental que experimentará, en breve,
no solo variaciones presupuestarias, sino en el alcance y calidad de sus contenidos.
A comienzos de 1960 comienzan a
producirse cambios cada vez más evidentes, en la dirección de una política de Estado que se radicaliza, anudando prácticamente todas las decisiones.
Durante el II Congreso Nacional de la disciplina, celebrado entre el 12 y el 16 de enero, un nuevo modelo de asistencia psiquiátrica fue elevado al Gobierno. Propuesto por José Argaín Ros, se trata ahora de promover, en consonancia con “las transformaciones que la Revolución viene desarrollando”, una higiene mental “colectiva, popular y social”, en la que pueblo participe de un modo directo.
Durante el II Congreso Nacional de la disciplina, celebrado entre el 12 y el 16 de enero, un nuevo modelo de asistencia psiquiátrica fue elevado al Gobierno. Propuesto por José Argaín Ros, se trata ahora de promover, en consonancia con “las transformaciones que la Revolución viene desarrollando”, una higiene mental “colectiva, popular y social”, en la que pueblo participe de un modo directo.
Argaín Ros proponía una
psiquiatría de orden sociopolítico, a tono con lo que definía como “línea de
masas”. Para ello era necesario reformar la “legislación vigente” sobre
enfermedades mentales y llevar la asistencia a zonas rurales “a fin de erradicar el curanderismo, el espiritismo y
la brujería”.
Prácticas de largo arraigo y
diferentes entre ellas, fueron arrojadas, efectivamente, al mismo saco y
declaradas ilegales (1963).
Alegándose crueles tratos sobre
los enfermos allí recluidos, fue intervenida la Clínica del Alma,
sustentada por organizaciones espiritistas y que durante décadas funcionó como
alternativa frente a la costosa atención privada y la endeble asistencia
pública.
Para Argaín, la enfermedad no
estaba en el pueblo, sino “agazapada entre el pueblo”, y podía asumir sin más el
rol de “enemigo de clase”. De ahí el énfasis en una “campaña nacional de
higiene mental” que priorice la prevención de aspectos críticos –a su juicio las
relaciones prematrimoniales, la promiscuidad sexual, el alcoholismo y el
suicidio, pero también desviaciones como el “fanatismo” y otras “faltas de la moral social”.
En 1959 la psiquiatra argentina
Lidia Vaxelman propuso en Nueva York, directamente a Fidel Castro, celebrar en
Cuba una reunión panamericana de la disciplina. La Sociedad Cubana de
Neurología y Psiquiatría decidió entonces realizar su II Congreso e invitar a
psiquiatras extranjeros. Participaron, entre otros muchos,
Pacheco e Silva (Brasil), Carlos Seguín (Perú), Franz Alexander, Joseph Weirreb,
E. D. Wittkover, Jaboc Levy Moreno, (Estados Unidos), Henry Ey, Henry Gastaut
(Francia), Guillermo Dávila (México), y el tristemente célebre Donald E. Cameron
(Canada).
En el evento quedó constituida
la APAL, y los trabajos presentados respondieron a todas las orientaciones, si
bien era evidente la reemergencia de una psiquiatría de corte biologicista, coronada por la experimentación farmacológica.
Por la parte cubana, destacaron
las ponencias “Delincuencia juvenil”, a cargo de Leopoldo C. Araújo, nombrado director
del Centro de Orientación Infantil, organismo rector de la atención social y judicial
de los menores de edad (luego Departamento de Orientación y Rehabilitación de
Menores del Ministerio de Bienestar Social, antesala de los Centros de
Evaluación, entidad de trascendencia en la criminalización de la infancia y la
juventud durante la década de 1960); “Folklore y psiquiatría”, de José A.
Bustamante; “Correlaciones psicoanalítico fisiológicas en la estructura de la
personalidad”, de Roberto Sorhegui (fallecido en el curso del evento); “Contribución al estudio de la
homosexualidad”, de Jorge Viamonte; y “Tratamiento farmacobiológico”, de Rafael
Larragioti y Eduardo Gutiérrez Agramonte, entre otras.
Pero fue “Asistencia Psiquiátrica”,
presentada por Argaín Ros, junto a los cambios docentes sugeridos
por Galigargía, las ponencias que recibieron mayor atención, siendo incluidas
sus propuestas en las conclusiones del evento.
En buena medida, el plan
presentado por Argaín, iba a ser acogido por algunos miembros de la APAL. El
conocido psiquiatra comunista Gregorio Bermann, entonces próximo al maoísmo y también entre los participantes, apuntaría en aquella ocasión:
He
seguido y acompañado emocionalmente el largo proceso de sufrimiento, a menudo
inaudito, que atravesó la nación cubana hasta sacudir la opresión y el oprobio.
Gracias a vuestra revolución que está limpiando las sentinas de la Nación, a la
brava empresa de liberación nacional que estáis llevando a cabo, se están dando
las condiciones para una sana vida mental, se está posibilitando el digno y
libre desarrollo espiritual y material de sus ciudadanos. En las grandes
transformaciones sociales como la que se está produciendo en Cuba, el máximo
higienista mental es el pueblo, que juntamente con sus líderes, comprende que
la salud mental y moral son una misma cosa con la dignidad del hombre y el
bienestar material y espiritual. ¡Qué experiencia para todos nuestros países de
América Latina!
Otras transformaciones significativas
fueron las que tendrían lugar en la junta de gobierno de la Sociedad de
Psiquiatría, hacia marzo de 1960, cuando los psiquiatres más comprometidos
desplazan a los de tendencias liberales. Implicarán el ascenso de figuras como
el propio Argaín Ros, José Galigarcía, Leopoldo Araújo y Armando de Córdova.
Por su parte, dentro de la Escuela
de Psicología, destaca el ascenso de Diego González Martín, “reflexólogo” y
critico feroz del psicoanálisis, quien se convierte, además, en coordinador
nacional de psiquiatra, es decir, en responsable de la disciplina a nivel
ministerial.
González Martín publicó en 1960 Experimentos
e ideología, donde
reseña las principales doctrinas psicológicas y adjudica a la “escuela cortico-visceral” una proyección biopsicosocial, antropológica y dialéctica de que carecían las demás. Ello
implicaba una crítica del eclecticismo contemporáneo como “grave daño a la ciencia”. Ni el psicoanálisis, ni la Gestalt,
ni la psicología objetiva tenían, a su juicio, nada que hacer frente a los
experimentos de Leontiev y Bikov, Anojin y Pavlov, los diseños de la
neurocirugía, la neuropsicofarmacología y la neurolinguística.
El psicólogo Aníbal C. Rodríguez, en su artículo
“La participación social y la Revolución Cubana”, (Universidad de La Habana,
1961), también ofrecía una perspectiva marxista. La revolución es presentada como evento que modifica, por sí mismo, los conceptos de democracia y participación
social, al movilizar las fuerzas psicológicas del pueblo, contribuyendo a la “integración
en la vida política”. Desde esa
posición, evaluaba los cambios operados en la familia cubana.
Para Rodríguez, la psicología pre-revolucionaria estaba
marcada por el subjetivismo, el servilismo, el anti teoricismo y el idealismo. Se
ofrecen ahora condiciones para una “nueva psicología”, sustentada en un “conocimiento
sólido” de la concepción marxista-leninista y del método dialéctico.
A comienzos de 1961 se publica,
en traducción del neuropsiquiatra español Florencio Villalanda (republicano que completaría sus estudios en la URSS, luego exiliado en México), el manual Psicología de los autores soviéticos Smirnov, Leontiev, Rubinstein y Tieplov, primero
de una larga serie de títulos que divulgarán las teorías de Pavlov y Anojin y
el consecuente enfoque materialista.
Al mismo tiempo, se toma el
acuerdo, entre el Ministerio de Salud y la dirección del Hospital Psiquiátrico,
de solicitar que dos profesores soviéticos “dicten
un curso de perfeccionamiento” con el propósito de introducir
la “concepción reflexológica” y “contrarrestar” la
formación de los psiquiatras cubanos “basada en
distintas escuelas idealistas”.
Desde 1960 se habían establecidos diversos vínculos en materia de Salud Pública, entre las autoridades cubanas y soviéticas.
Si la muestra de avances médicos presentados en enero de ese año en la
Exposición Soviética, y en el marco de la visita de Mikoyan, recibió enérgicas
críticas de buena parte de la clase médica cubana, ahora los acuerdos eran
mayormente acreditados, no en términos de cooperación o intercambio, sino de
asesoramiento.
Se reciben especialistas para
ofrecer conferencias sobre “adelantos de la medicina soviética y prestar ayuda
consultiva”, al tiempo que se incrementan las giras de médicos cubanos a la
Unión Soviética, para incorporar experiencies en diferentes especialidades.
El Seminario, como también se le
llamó al Curso de perfeccionamiento psiquiátrico, no comenzó en realidad hasta
mayo de 1963. Durante años, la Revista
del Hospital Psiquiátrico recogerá en sus páginas dichas conferencias, publicadas
a su vez en forma de libros por el Ministerio de Salud Pública: I. T. Victorov,
Bases teóricas de los problemas centrales
de la psiquiatría (1965) y D. W. Isaiev: Bases teóricas de los problemas centrales de la psiquiatría infantil
(1966).
Entretanto, tienen lugar mudanzas
no menos significativas: la clausura de Archivos
de la Sociedad Cubana de Psiquiatría y Neurología, que venía editándose con
regularidad desde 1946 y donde colaboraron algunos de los principales
psiquiatras de Estados Unidos, Francia y latinoamericana; la reaparición, en
enero de 1962, de la Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, ahora
en gran tirada y con un editorial que
ensalza el tratamiento por medios químicos (“pues
sólo puede haber enfermedad en lo corporal”); y el viaje a
la URSS de una comisión integrada por los doctores Eduardo Bernabé Ordaz,
Leopoldo Araújo, Armando de Córdova, José Abdo Canasí y José A. Bustamante.
Otro evento notorio fue la I Asamblea
Nacional Psiquiátrica, celebrada en enero de 1962. Sus objetivos eran “conciliar
tendencias aparentemente irreconciliables y enfrentar al sectarismo
revolucionario y científico", y entre sus conclusiones, se
incluía “vincular los instrumentos psiquiátricos con los empeños de la
construcción del socialismo, el incremento de la producción y la defensa de la
patria”. Se trata de un anticipo de la más conocida Conferencia de
Instituciones Psiquiátricas (1963), donde ya queda articulada una
política de cooperación entre la psiquiatría y el Ministerio del interior.
Una de las ponencias se tituló “La
protección social al enfermo mental” y fue pronunciada por Abdo Canasí, quien propuso
crear un cuerpo de auxiliares psiquiátricos (enfermeras, trabajadores sociales,
y personal calificado a propósito) inspirado en el modelo soviético y extensible
a todo el país. Se trata, tal como expresa, de “aprovechar los vehículos
mismos de la Revolución para desarrollar la prevención y el tratamiento de las
enfermedades mentales”.
Meses más tarde, aparece en la
Gaceta Oficial un decreto según el cual el Ministerio del Interior podía
declarar, per se, el estado de peligrosidad de un sujeto sin asesoramiento médico-psiquiátrico,
bastando, al afecto, con declaraciones de miembros de la CTC o el CDR.
Para entonces, se había impuesto una jerga...
“Línea de masas” está en boca de todos, lo mismo psiquiatras que pedagogos, juristas que funcionarios. Sobre el terreno de la delincuencia y la contrarrevolución, viene a decirse, “tiene una aplicación directa”, pues es la sociedad misma la encargada de “erradicar las lacras", "liquidar a los enemigos" y "reeducar a los inadaptados”.
Tales intervenciones responden a una filosofía y así se declara: es toda una concepción, una aportación filosófica del marxismo-leninismo. Makarenko se expande como el método que comparten maestros, sanitarios y oficiales del MININT en su misión de reeducar (mediante internamiento) a prostitutas, proxenetas, vagos y alcohólicos.
Implantar el socialismo, dicen algunos, es exactamente eso: realizar la mejor profilaxis. Particularmente en materia de prostitución, homosexualidad y alcoholismo, la pregunta recurrente será: ¿y cuál es la experiencia de los demás países socialistas? En cada área se tomó nota durante los recorridos por Moscú, Leningrado, Sofía o Praga.
Para entonces, se había impuesto una jerga...
“Línea de masas” está en boca de todos, lo mismo psiquiatras que pedagogos, juristas que funcionarios. Sobre el terreno de la delincuencia y la contrarrevolución, viene a decirse, “tiene una aplicación directa”, pues es la sociedad misma la encargada de “erradicar las lacras", "liquidar a los enemigos" y "reeducar a los inadaptados”.
Tales intervenciones responden a una filosofía y así se declara: es toda una concepción, una aportación filosófica del marxismo-leninismo. Makarenko se expande como el método que comparten maestros, sanitarios y oficiales del MININT en su misión de reeducar (mediante internamiento) a prostitutas, proxenetas, vagos y alcohólicos.
Implantar el socialismo, dicen algunos, es exactamente eso: realizar la mejor profilaxis. Particularmente en materia de prostitución, homosexualidad y alcoholismo, la pregunta recurrente será: ¿y cuál es la experiencia de los demás países socialistas? En cada área se tomó nota durante los recorridos por Moscú, Leningrado, Sofía o Praga.
El 29 de abril de 1962, va
a celebrarse en el Hospital Psiquiátrico una Mesa Redonda dedicada a la promoción
de la psiquiatría soviética. Eje, junto a Eduardo Bernabé Ordaz y Diego
González Martín, de la creciente sovietización de la disciplina, Gutiérrez
Agramonte expresaría:
Habida cuenta que la gran mayoría de
los psiquiatras en nuestro país se habían formado bajo el influjo predominante
de las escuelas psicogenéticas, y en especial psicoanalíticas, y considerando
esto un tipo de formación unilateral, el Consejo de Dirección de este Hospital
ha acordado dar un curso de superación técnica con la asistencia de un
especialista reflexólogo (...). Es de señalar el hecho de que existen veintidós
escuelas, sin contar la existencialista -claro que no me refiero a la
existencialista de Paul Sartre, que la considero una aberración, sino al
existencialismo de Heiddegger. Pues bien, de estas veintidós escuelas la única
que ofrece sólidas bases objetivas, experimentales, reproducibles y demostrables,
es la reflexológica.
Palabras semejantes sirvieron para
anunciar, poco más tarde, las conferencias de Victorov e Isaiev. A mediados de 1963, y en
el curso de las mismas, se declaró oficialmente a la reflexología como doctrina
oficial de la psiquiatría cubana.
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