Guillaume Apollinaire
Los acontecimientos de México nos han dejado
preocupados por la suerte del bardo maderista J. Urueta, detenido en la noche
del 18 al 19 en el tren nocturno de Veracruz. El poeta iba en compañía de
su amigo Sánchez Azcona, secretario particular del expresidente de la
República. Fueron detenidos por gendarmes en la estación de Apizaco.
He aquí los sucesos, como me han sido comunicados por un testigo procedente
de allí:
“El 18 de febrero, a las 2 de la tarde, el Sr. Francisco Madero y los
ministros presentes en los salones del Palacio Nacional fueron hechos
prisioneros por el general Blanquet. Mientras tanto, en una sala del
restaurante Gambrinus, el general Huerta almorzaba en compañía del general Delgado
y de Gustavo Madero, hermano del Presidente de la República, a quien la opinión
pública responsabiliza de los hechos. La comida transcurría sin incidentes
cuando, en el postre, un mensajero entregó una nota al general Huerta sobre lo
que acababa de ocurrir en Palacio. Huerta se levantó y ordenó a sus dos comensales
que entregaran las armas. Se armó un alboroto. El bardo Urueta, presente en la
sala, intentó intervenir. Delgado y G. Madero fueron detenidos. En cuanto al
bardo Urueta, consiguió escapar gracias a la estampida. Muchas personas tomaron
el tren de Veracruz para huir en los buques de guerra norteamericanos. En este tren
fue detenido el bardo maderista J. Urueta. Los periódicos, que aparecen con
solo dos páginas, apenas han mencionado su arresto y desde entonces no se ha
vuelto a hablar. ¿Qué ha sido del bardo Urueta? ¿Cuál es su destino?”
El testigo añadió algunos detalles pintorescos
sobre esta guerra civil que paralizó la actividad comercial de la ciudad de México:
"Las tiendas y los bancos estuvieron cerrados
durante once días. Los puestos de alimentos abrieron sus puertas por un momento
alrededor de las 7 de la mañana. Pero nada de servicio a domicilio. Ni siquiera
cablegramas. Los tranvías no funcionaban. El cañón rugía a toda hora. Hubo
muchas víctimas; según informes oficiales cerca de 5.000. Detalle característico:
el 90 % de las víctimas son civiles, curiosos que salieron tras las noticias y
encontraron la muerte. Algunos barrios han sufrido mucho por los bombardeos. Todo
está devastado, quemado y en ruinas. Cadáveres medio carbonizados ensucian las
calles. En los descampados de Valbuena, se quema a los muertos. Rociados con
gasolina, los cadáveres de soldados federales, campesinos, curiosos, mujeres y
niños son amontados y quemados. Las llamas chisporrotean, las carnes crepitan. Algunos
vecinos con largos palos remueven los cadáveres. Un humo negro, acre y
pestilente se eleva hacia el cielo inexorablemente puro".
Y termina así su relato:
"Hoy la capital de México retoma su acostumbrado aspecto de ciudad
trabajadora. Las tiendas están abiertas. Las calles animadas. Todo el mundo
está ocupado reparando sus negocios, corriendo a recibir noticias e información
de amigos desaparecidos durante estos terribles once días. Las agencias
funerarias están desbordadas. Todos los carpinteros están trabajando, clavando
apresuradamente ataúdes en los cementerios.
El poeta J. Urueta ha cantado algunos de los rasgos menos morales y más líricos de esta guerra civil que aún no ha concluido. El partido maderista que, a pesar de todo, sigue existiendo, llora la pérdida de su Tirteo, a quien algunos dan por muerto, mientras que la mayoría de sus amigos piensan que aún vive y algunos afirman haberlo visto disfrazado de mujer, como Aquiles en cierta ocasión. Vestido con una rara elegancia, el bardo maderista, que parecía muy cómodo en su atuendo femenino, llevaba en la mano -detalle singular y preciso- el primer volumen de las Poesías de Plácido, publicadas por Roe Lockwood and Son, en Nueva York".
Traducción: Eulogio Porta
Mercure de France, 1913. Anecdotiques, 1926, pp. 98-100.
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