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domingo, 30 de enero de 2022

Dibujo del carácter natural

 


Juana Pastor


La nativa inclinación

Que en dos tardes te he mostrado

En cuanto al gusto y agrado

En el trato de varón:

Es tema de mi sermón;

Y de contado, protesto

Que si no se hace molesto

A tu oído mi relato,

Me explicaré con recato

Bajo del siguiente texto.

 

Delitiæ meæ esse cum filiis hominum.


Dijo Dios, y con justicia,

Digno es que el Ángel se asombre,

Que era su delicia el hombre;

Que era el hombre su delicia:

¡Qué remarcable caricia!

¿Luego qué debo hacer yo,

Cuyo sexo Dios formó

Para compaña de aquel

Que él llama delicia de él?

¿Puedo abominarlo? No.

 

Compadezco del impío,

Me lastimo del inepto,

Doy incienso al predilecto,

Y del soberbio me río:

También sagaz me desvío

Del grosero rasgador

Que infiero viole mi honor,

Mas siempre con fe sencilla

Por saber soy su costilla;

Que es fuerza le tenga amor.

 

Genialmente está explicado

De mi carácter lo puro,

Y creo quedes seguro

Que es seguro lo estampado:

Ordena que tu mandado

Sabrá cumplir con primor

La que disfruta el honor,

Aunque aldeana infeliz

De estar a tus plantas Ruiz.

Firmada: Juana Pastor.

 

 Recogidas inicialmente por José Severino Boloña en su Colección de poesías arreglada por un aficionado a las musas (Tomo segundo, La Habana, 1833, pp. 166-67), con el título "Dibujo del carácter natural del autor, hecho el día 27 de noviembre de 1815 en las siguientes décimas". Aparecieron luego en la Historia política de Cuba de Juan Arnao (Cap. XVIII, Brooklyn, 1877, p. 82), de donde las toma Antonio López Prieto para su Parnaso cubano (La Habana, 1881, pp. LIV y LV), con la siguiente nota: “Por el mismo tiempo a que nos vamos refiriendo ya era conocida como poetisa, sorprendente improvisadora, una mujer de color, mestiza, que logró alguna instrucción, al grado, de obtener un colegio y ser profesora de las damas más distinguidas de su época, y muy versada en el latín. Juana Pastor, otra víctima de la incuria con que se han mirado las letras entre nosotros, escribió mucho en verso y prosa. Poco, o nada se conserva de esta poetisa, que según el Sr. Arnao, fue la primera que hizo resonar el arpa cubana desde el siglo pasado. Las décimas que siguen fueron improvisadas, por dicha poetisa, el 27 de Noviembre de 1815”.


sábado, 29 de enero de 2022

En las honras

  Juana Pastor


  En las honras de Doña María Luisa Suárez compuso la preceptora Juana Pastor el día 16 de septiembre del año 1815 los siguientes versos


Soneto

  Unus ergo introitus est omnibus ad vitam,
            & similis exitus.

 En la fúnebre tumba que aparece
El recuerdo y virtud se patentiza;
Aunque la material vista se horroriza
La luz intelectual, nos encarece

 Su certidumbre, porque el hombre cese
De la idea falaz que le entroniza
Cuando la nada lo caracteriza,
Y cual humo su ser se desvanece:

 Entra el Rey y el pastor con igual suerte
A gozar de la vida transitoria;
Iguales llegan a sufrir la muerte;

 La mundana fortuna es ilusoria;
Esta es la diferencia que se advierte:
Conservad pues el mote en la memoria.


  Octavas

    Statutum est hominibus semel mori, & post hoc

                     judicium.—Heb. 9.

 Pudiste, Parca cruel, con tu guadaña:
Segar la vida de la doncella Luisa,
Tu segur para herir jamás se engaña;
Ya destruiste la virtud concisa;

 Deslumbrando con furiosa saña
Una antorcha a este pueblo tan precisa:
Oh! Cloto fiero! oh! certera hoz!
Que no exceptuaste ni aun el hombre Dios.

   Scio guia morti trades me, ubi constituta est

         domus omni niventi.—Job. 20.

 Hostilizó tu mano infiel, tirana,
El arbusto mayor de casa Suárez,
La benigna, la afable, pura llana,
Que al fallecer vertió los azahares

De su recogimiento en ley cristiana
Concluyendo con voces ejemplares;
Dejó Luisa la mansión terrena
Y pasó al destino donde no ve pena.

 Donec reverteris in terram, de quasumtus es guia

    pulvis es, & in pulverem reverteris.—Gen. 3.

 Cual figurada sombra que declina
A el ocaso, perdiendo su existencia
Porque se aparta el sol, que la fulmina
Haciendo imagen viva la apariencia;

 Nuestro cuerpo flexible se extermina
Y vuelve al polvo que formo su esencia:
Metamorfosis grande que por cierto,
Es para los vivientes libro abierto.


      Si ceciderit lignum ad Austrum, ut ad Aquilonem,  

  inquacumque loco ceciderit ibi erit.—Eccl. 11.


  Del ímpetu extremoso compelida 

 La planta, se exaspera, se deshoja, 

 Suelta el fruto ya comprometida, 

 Y hasta de la corteza se despoja 

 Cuando del huracán se ve afligida; 

 Las raíces de la tierra arroja… 

 Cae, y al ver su ser ya desmentido 

 Eterniza del lado que ha caído.


 José Severino Boloña, Colección de poesías arregladas por un aficionado a las musas, Tomo segundo, Habana.-1833, Oficina de Don José Boloña, calle de Villegas núm. 25.


jueves, 27 de enero de 2022

Juana Pastor

 

  Pedro Deschamps Chapeaux


 De las maestras de la época, la más popular y cuya fama llegó hasta nuestros días, fue Juana Pastor, mestiza libre, nacida en el barrio de Jesús María, a la que se concedió autorización en 1835

"para establecer y dirigir una escuela de primeras letras de personas de su clase y sexo en virtud de haber justificado su completa aptitud con el inspector de la clase de educación de la Real Sociedad Económica de Amigos del País..."

 En su escuela no estableció diferencias. enseñaba a todo el que a ella acudía y muchas de las personalidades del barrio de Jesús María cursaron los primeros estudios en su modesta escuela.

 Claro está, que económicamente nada podía significar Juana Pastor dentro de la clase, cuando la enseñanza se impartía casi gratis y sobre todo en su barrio, habitado por las capas más pobres de la población habanera.

 No obstante esa innegable realidad, el 11 de mayo de 1835, Juana Pastor presentaba pública demanda contra el pardo miliciano Manuel Ibarra, reclamando el pago de $ 204 que le había facilitado el 5 de mayo de 1823, es decir nada menos que doce años antes, y que éste se había comprometido a devolver en el término de un año.

 En su escrito exponía la Pastor, que careciendo de bienes de fortuna, hacía la reclamación

"mi sexo no me permite adquirir con mi personal trabajo lo necesario"

 Además de maestra, Juana Pastor alcanzó fama como poetisa y célebres fueron algunas de sus improvisaciones, recogidas por la tradición popular.

 

  Pedro Deschamps Chapeaux: El negro en la economía habanera del siglo XIX, 1971, p. 128-29.


sábado, 22 de enero de 2022

La flor de la criminalidad

 

  Pedro Marqués de Armas

 Días más tarde recibí la primera parte de la cronología de combates, con numerosas correcciones y añadidos, y debo decir, con no pocos consejos intercalados donde Modesto revelaba una incuestionable pericia amén de una contenida pasión. Le expresé que me estaba sacando del peor de los atolladeros. A decir verdad, su versión era tan diferente que no reconocí nada mío en ella. Ni rastro de mi estilo que había quedado sepultado bajo el suyo, lato y más diáfano. En su respuesta, indicaba con absoluta convicción que la destrucción de Matanzas había significado la destrucción de todo el país. Con la destrucción de Matanzas se destruía, decía más o menos, la totalidad del país. Se venían abajo no solo tres cuartos de la economía, sino el centro neurálgico del país. Y esa destrucción era el acompañamiento, “el cortejo y música fúnebre”, cito textualmente, de un exterminio sin precedentes del que a su juicio eran culpables tanto los españoles por su reconcentración de campesinos, como los cubanos con su incesante, indiscriminada y, en última instancia, absurda política incendiaria. A los civiles se les sacó de sus casas y al ritmo de esa música y del modo más inmisericorde, decía, se les metió en ratoneras. En su inmensa mayoría, agregaba, la población civil detestó esa guerra y no fue sino el alimento perverso que alimentó la hoguera, esa guerra que fue también una guerra de categorías.

 Pasé toda una noche leyendo la relación de mi colega, ansioso de que enviase el resto de la cronología. De cierto modo, también una relación de las acciones del inseparable Clotilde, y a la vez un trazado de los numerosos y rápidos desplazamientos, tanto de aquellos imberbes mambises como de sus superiores. Por fin podía aprehender los casi aleatorios movimientos de la columna invasora, como los de la 1ra División del 5to Cuerpo del Ejército y, en particular, los de la Brigada del Este. 

 Mientras repasaba una y otra vez las anotaciones y añadidos con que Modesto había sepultado mi incompleta versión, me vinieron a la mente mis inolvidables tías, y casi como si las desenterrara, el rumor de lo que cierto día dijeran al pie de la cama, Fina ya desperezándose y Emma siempre horizontal y como un eco. Un rumor lejano que llevaba a un más lejano, lejanísimo escenario, a través de unas voces ahora recordadas, o más bien de unos recuerdos revisitados, cuando se pusieron a hablar de la guerra en el pasadizo que comunicaba las casas de Colón, y Fina dijo, Felino, y acto seguido, Clotilde, mascullando sus nombres, y añadiendo: tan joven uno como el otro, su querido amigo de Macagua. Clotilde, dijeron a dúo, fue su jefe, para discrepar en cuanto a sus superiores, pues si para Fina habían combatido bajo las órdenes de Lacret, para Emma, y eso motivó disputa, bajo el mando de Periquito Pérez. Ahora podía corregir a Emma, pues Piloto aclaró que se trataba de Panchito, y darle la razón a Fina. Pero fuera de ese desacuerdo acertaron en que Felino condujo a Maceo a lo largo de la sabana matancera y combatió junto a Gómez “hombro con hombro”. Había trascendido a la familia, aun en plena guerra, la estimación de Maceo hacia Felino, como el trato más áspero de Gómez, lo que de momento no lo podía corroborar.

 Incluí esa última aseveración en una lista de dudas que prepararé para enviarle a Piloto y me detuve en ese pomposo pasaje que el estenógrafo Álvarez califica de “fausto suceso” y que mi colega no se dignó a corregir, sino que dejó intacto, aunque añadiéndole: “huelgan comentarios”. Me detuve, digo, en esas líneas del estenógrafo Álvarez cuando tras hablar de recelo y traición se embelesa en un así descrito “cariñoso y sentido abrazo de dos corazones”, agregando a seguidas las palabras que pronunció el capitán español, y entonces me vino a la mente aquella tarde habanera en que leí a mi padre, sentado el uno frente al otro, y después de hacerme con esa única semblanza biográfica de Felino en la Biblioteca Nacional, ese mismo pomposo pasaje que, tanto a él como a mí, que lo analizábamos todo con lupa, nos confundió.

 Mi padre, si bien reconoció el carácter contradictorio de esa pueril y, desde luego, amañada escena, creyó en ese momento, como yo, que la demasiado estrecha amistad con el capitán español de San José, según la descripción del estenógrafo Álvarez, podía perfectamente remitir a cierto pasado chapelgorrista de Felino. Podía tratarse no solamente, dijo mi padre esgrimiendo su lupa imaginaria, de un padrino Chapelgorris sino de un Felino él mismo Chapelgorris, al menos en su adolescencia. Eso recordé que dijo mi padre entonces, sentado uno frente al otro con Grandes Hombres de Cuba abierto sobre la mesa, antes de obsesionarse con ese otro dilema, no de un Felino probable chapelgorrista, sino de un abuelo suyo Chapelgorris y, por tanto, criminal, obsesión que se apoderó de él de modo tenaz ya antes de mi partida de Cuba y que terminaría de dominarlo por completo.

 Pero ahora, tras leer la relación de Piloto, releer el pasaje del estenógrafo Álvarez, y recordar aquella intuitiva duda de mi padre, caí una vez más en la cuenta de que tuvo razón y no había sino esgrimido magistralmente su lupa imaginaria, toda vez que el campesino devenido comunista Sánchez no por gusto afirmó, ante el etnógrafo Dumpierre, quien en este caso no parece retocar nada, que Felino no solo había sido un joven empleado del tal comercio sino que él mismo fue chapelgorrista, tal y como se desprende no solo de la frase “un empleado del comercio que pertenecía a los Chapelgorris”, sino de lo que añade Sánchez a continuación: “De estos, algunos se integraban a las tropas mambisas porque pensaban como cubanos”.

 Muchas vueltas di desde entonces alrededor de esa aseveración, y muchas más podría dar a partir de ahora, y en efecto, empezaba a hacerlo, al recordar esa más que plausible sospecha que tuvo mi padre, por lo que decidí apuntar semejante aseveración y lo que podía quedar de duda acerca de la misma, en la lista que debía enviar cuanto antes al colega Modesto Piloto. No andaba en definitiva muy lejos el que a mi padre lo asaltara esa sospecha, tras leerle yo aquel pasaje, de esa tentativa intelección mía acerca de la formación del carácter de Felino durante los años en que trabajó en El Entronque, bajo la tutela de Don Modesto Flores. Pero aun así era necesario que consultase a Piloto, no solo en cuanto a ese particular sino también en cuanto al hecho de que mi padre dudase y se sintiese acosado desde entonces, y ya hasta su muerte, por un pasado chapelgorrista y, por tanto, criminal. A mi padre le había dado por emplear de un modo cada vez más iterativo, en sus últimos años, la frase “flor de la criminalidad”.

 Siguiendo ese método suyo, intuitivamente intrahistórico, aunque a mi juicio en extremo deductivo, había llegado, mi crédulo padre, a sospechar primero y convencerse después, sin que pudiera sugerirlo ningún recuerdo o demostrarlo documento alguno, que su abuelo asturiano José Marqués (¿y Mariño?), habría en fin cooperado fehacientemente con el crimen, y encarnado, en consecuencia, esa flor de la criminalidad. Según mis indagaciones, efectuadas ya al término de su vida, Marqués había arribado a Cuba una primera vez en el invierno de 1861 procedente de Infiesto y desde el puerto de Gijón, con número de pasajero A05-071, aunque sin mujer ni hijos, en un barco atestado de paisanos procedentes casi todos de Infiesto, y de apellidos, casi todos, Mariño. Y aunque aquella información no coincidía con la versión de Fina, única nieta que lo recordaba ya en su vejez, y quien aseguraba que arribó casado con Delfina Martínez Marino (o Mariño, según dijo, revelando que los primos solían variar ligeramente sus apellidos) y con dos hijos a cuestas, era muy probable que se tratara del mismo hombre.

 Después de pasar algunos años sabe dios dónde y de hacer, sin dudas, algún dinero, le aseguraba ahora yo a mi padre en una extensa carta, habría hecho un segundo viaje en fecha aún por determinar. Habría recalado entonces, le decía desde Coímbra a mi padre en el verano de 2006, entre Motembo y Guamutas, donde reclamaría junto a un tal Matías Marqués, presunto sobrino, y tal como pude indagar, una concesión para explotar de inmediato las minas de petróleo de Motembo, absolutamente inexplotadas y, prácticamente desconocidas, en 1885.    

 No tuve otra que considerar como plausible esa enconada sospecha suya, si bien albergando tantísimas vacilaciones, y hasta recordé la expresión pesarosa de su rostro cuando expresó semejante posibilidad, explicándome quiénes habían sido esos terribles Chapelgorris de Guamutas, célebres por sus crímenes durante la guerra del 68 y cuyo eco se mantendría vivo en la memoria de los suyos, dando mi padre por supuesto, a partir de ese instante en que el rostro le mudó, que el mero hecho de ser español y escribiente, o tenedor de libros, como dijo también que era, implicaba una elevada dosis probabilística de que su abuelo, cuyo retrato heredado de mis inolvidables tías y realizado en 1903 en el conocido estudio Díaz y Pierra de Guanabacoa asimismo conservo, unas facciones cuyo innegable parecido con las de Fina me ha sorprendido más de una vez, a salvo tras unos espesísimos bigotes y una mirada apacible, habría en fin cooperado, fehacientemente, con el crimen.

 Así que para quitarme ese peso de encima, pues corría el riesgo que se volviese mi propia obsesión, la obsesión de un bisabuelo voluntario y presuntamente criminal de semblante demasiado seguro sobre el fondo a toda luz criminal de la historia de Cuba, añadí semejante dilema a la lista que debía enviar a Modesto: ¿Pudieras localizarme algún José Marqués (¿y Mariño?) efectivamente chapelgorrista?

 Una semana más tarde recordé con mayor propiedad, y acaso mientras observaba una vez más aquel rostro apacible, sino ya apaciguado, el día en que esa idea se alojó en la mente de mi padre, así, como un zumbido. Mi madre lo había obligado a devolver la carne, se apareció de lo más orondo con su cuota envuelta en papel cartucho y ella la inspeccionó desde su sillón de enferma, le echó un vistazo a esa cuota de carne verdinegra que calificó de humillante y le hizo volver a la carnicería. Me lo imagino enfrentando al ladrón de marras, alzando el dedito, y señalando a la carne sin despegar los labios, parapetado en esa dignidad suya de ascendencia calvinista. Al regresar de la carnicería mi padre ya no era el mismo. No volvería a serlo, aunque en principio no lo advertimos. Dejó en la cocina aquel producto mejorado que mi madre seguía calificando de carne de tercera, y ya no salió toda la tarde de su cuarto ni se sentó a comer luego cuando le sirvieron carne estofada con papas.

 Fue entonces, casi seguro, que se alojó en su cabeza con tenacidad esa idea que yo pretendí rebatir siempre con argumentos lógicos, como que su abuelo era asturiano y no vasco, y los Chapelgorris eran vascos y vestían a la usanza vasca, a lo que respondió otra vez con una de esas demostraciones que obedecían más a la memoria y la intuición que al estudio. Según mi padre, chapelgorrista era cualquiera, y cómo no iban a existir asturianos chapelgorristas, y toda laya de voluntarios, si aquel territorio estaba cundido de asturianos, si había más asturianos al norte y centro de Matanzas, más que en ninguna parte, más que en cualquier parte de Cuba, casi tantos o más que cubanos, mientras los vascos eran minoría. Quién me dice a mí, dijo mi padre, que puede existir algo así como una cuadratura chapelgorrista, cuando lo que realmente existe (y lo dijo en presente) es un sentimiento español enfrentado a un sentimiento cubano, y cómo no iba a juzgar por mero hecho lo que fue siempre rumor de esos lares, aunque no pudiese aportar pruebas y lo carcomiese por dentro la duda, atenazante, dijo, de un abuelo suyo al servicio de esos criminales.

 Y fue entonces que soltó esa frase: “la flor de la criminalidad”, y comenzó a describirla como una flor conocida, propicia, dijo, una flor híbrida que se da a montones, una flor sin época… para acto seguido continuar con su idea de las vacas y de un poder basado en la rotación de los suelos y en la multiplicación genética de las vacas.


 Fragmento de la novela La vida trunca del Coronel Felino (Aduana Vieja, 2016). 


jueves, 20 de enero de 2022

Como quien ríe al final

 

Pedro Marqués de Armas  

 

Escribía cartas a Radio Francia Internacional

(o Radio Exterior de España) con la ilusión

de que fueran leídas por aquellas “amables

presentadoras” para él tan familiares

que se convirtieron

en su último solaz

 

A veces cuando más lo esperaba 

saltaban su nombre pero ¡qué alegría! 

si acusaban recibo y enviaban saludos 

al oyente fiel que las instruía con historias

(un tanto) anómalas que sin embargo

enderezaba al trasladar a ese estilo suyo

ordenado y convencional

 

La muerte repentina de Voisin poco antes

de su última conferencia en La Habana

el curioso destino de unas piezas de Gundlach

extraviadas del museo de Segunda Enseñanza

la ruta de los últimos auténticos manatíes

por los cayos del norte el secreto 

(amor) de Enriqueta Faber

y tantas otras

de valor local

 

Aunque no acusaran recibo

se sentaba

oyente fiel

a su hora

esperando señal

 

Un verano y otro

qué agrado el suyo

o qué largo silencio

si pasaban

de él

 

En esa su hora

nada podía

sacarlo

de ahí

 

Ni mi madre bailando el San Vito

ni el motor de aspas de El Bosque

ni el trasiego ruidoso de escrip

(tores) con ganas de hablar

de Derrida.

 

Un día le vi meter literal

mente la cabeza en la radio

y el oído

en el dial

 

Fundido a su Zenith

riente (de 1933) él

tan íntimo

adquirió un aspecto Un

-Heimlich

sonreía como el Hombre de Arenas

como el avestruz que me sonrió

en Italia -una vez- como todo

lo que sonríe

a sabiendas

 


viernes, 14 de enero de 2022

Cartas a List Arzubide

                         
 

                Carta Alberto Lamar Schweyer

  

 Mi querido List Arzubide:

 He recibido ayer y anoche leído de una sola vez su libro encantador. Magnífico. Él me ha servido para tomar notas que agregar a la segunda edición de mi "Biología de la Democracia", en lo que me refiero a la cultura de América. En la primera edición, que usted conoce, me faltó ampliar las consideraciones sobre la poesía de vanguardia en América. No pude citarlo a usted ni a Maples Arce. Ni a Huidobro, ni a Hidalgo, ni a Girondo. En esta nueva edición lo haré. Quiero sostener que el estridentismo es una manifestación exclusivamente indoamericana, producto de nuestra refinada sensibilidad. Nada hay en ella europeo. ¿Apollinaire, Max Jacob? Esos son los que en Europa reflejaron nuestro sentido, como en otros tiempos Chateaubriand reflejó toda nuestra orientación romántica.

 Hablaré de su libro a la primera oportunidad. También estoy en deuda con Maples a quien hoy escribo. No me olviden. Ya saben que yo soy también un estridentista en sociología. Ahí está mi libro último. Los que no saben leer lo han creído reaccionario. Es falso. Los reaccionarios son, en América, los que aún creen en la Democracia infeliz.

   Un abrazo de

   S. Lamar Schweyer.

   Habana, Cuba.


                      Carta de Raúl Maestri 


  La Habana, octubre 31 de 1927.

  Sr. Germán List Arzubide.

  Jalapa, México.


  Mi amable amigo y compañero: 

 No sabe usted que satisfacción y que orgullo más grandes he experimentado con el regalo de su libro y en consonancia cuanta es mi sinceridad al expresarle mi agradecimiento. Esta obra suya -tanque estridentista para arremeter a los rebaños académicos- ya me era conocida, y desde hace algún tiempo la tenía en esa lista que formamos cuantos para leer cosas "sabrosas" necesitamos hurtar a nuestra vida de actividades hirientemente burguesas unos cuantos momentos y no queremos exponernos para cuando nos decidamos a la osadía, a perder ni un minuto en selecciones.

 Pero este envío suyo me ha servido de espolonazo, y así de una sentada he leído su libro -nuestro libro!- tan admirable por su audacia, por su juventud, por su irrespetuosidad, por su talento. Ah, mi amigo, esos Manifiestos Estridentistas me han dolido -usted sabrá entenderme- como puede doler un reto! ¡Qué hacemos nosotros aquí, tan cercanos a ustedes, sin emularlos en esa espléndida y fiera batida contra el espíritu viejo? No obstante puedo decirle, sin caer en ridiculeces patrióticas, que ya algo hemos hecho y hacemos: una docena de voluntades recias y unas cuantas avanzadas como esta de "América Libre", próxima a reiniciar su combate, irrumpen en la placidez aldeana de la vida cubana con la insolencia de una prostituta borracha. Minuto-guion he llamado en una tertulia fraterna al que hoy vive este país: así en lo estético como en lo económico y en lo político asistimos a un cambio de decoración. Y entretanto no colguemos los trapos de nuestra devoción, mándennos ustedes pertrechos tan eficaces como este libro suyo, para así gozar en serles deudores y amigos, como muy hondamente lo es suyo.

 Raoul Maestri.


 Ambas cartas -la de Lamar Schweyer sin espeficificar fecha- fueron publicadas en el volumen Opiniones sobre el libro El Movimiento Estridentista de List Arzubide (Xalapa, Veracruz, 1928). También la fotografía con la nota que encabeza esta entrada. Efectivamente, la nota había aparecido en el Suplemento Literario el 18 de septiembre de 1927, pero sin la foto, sino con la caricatura de Jean Charlot. Se trata, pues, de un montaje para la addenda en cuestión. 


miércoles, 12 de enero de 2022

Maples Arce y List Arzubide. Reseñas


                                                                                     POEMAS INTERDICTOS, 

                           por Manuel Maples Arce.

                           Ediciones de Horizonte. 1927.


  En las reseñas de la nueva poesía mexicana se le hace sitio aparte a la figura de Maples Arce, por haber sido el iniciador de un movimiento que además de tener importancia por su tendencia inspiradora, ha logrado realizaciones en la nueva poesía, ganando batallas para el vanguardismo. Bajo el nombre de estridentismo —nombre que precisa un anhelo revolucionario en que parece sobreponerse el verbalismo a la inspiración poética—, funde las más recientes tendencias literarias de Europa, tiñéndolas con tonalidades nuestras, y se percibe un ruido como de batalla empeñada, que no pretende otra cosa sino ahogar la serenidad pensativa de la poesía de González Martínez, enseñoreada del momento lírico. Poco a poco esta reacción se deja oír, y va justificándose.

  De Andamios interiores (1922), primer libro poético de Maples Arce, a Poemas interdictos, el bello libro que acabamos de recibir, hay muchos pasos hacia una poesía que siendo nueva, incorpora la emoción poética, —esa cosa insustituible que ha faltado en tanto vanguardismo, y que cuando falta, reduce la poesía a un simple acrobatismo inteligente o ingenioso. Claro está que esa emoción poética no es la misma de los clásicos o de los simbolistas; es una emoción de acuerdo con otra sensibilidad, pero que puede precisarse cuando existe y echamos de menos cuando falta.

 Encontramos a cada paso en estos Poemas interdictos, el grito lírico del verdadero poeta. En la Canción desde un aeroplano:

        looping the loop

        en el trampolín romántico del cielo,

 vamos sintiendo la nueva belleza percibida apenas en la rapidez del vuelo, pero apresada en gesto rápido. Es una sucesión de mirajes, unos de afuera, otros interiores, que pasan vertiginosamente:

          tengo las manos

          llenas

          de azules continentes...

  Y aun cuando se cante, como en este libro, la telegrafía sin hilos o los motores potentes, percibimos el mismo ritmo inconfundible:

          T. S. H.

          de los pasos

          hundidos

          en la sombra

          vacía de los jardines.

 El acierto para definir instantes nos sorprende a cada momento por lo definitivo e insospechado. Soledad apretada contra el pecho infinito, es la soledad que siente desde el avión que surca el espacio. 

   En T. S. H.:

           el cerebro fonético baraja

           la perspectiva accidental

           de los idiomas.

  En Ruta, uno de los "Poemas de la lejanía", maravilloso itinerario emocional:

           Allá de tarde en tarde

           ciudades

           apedreadas de gritos y adioses.

   Y al evocar, al final del viaje, la imagen que se lleva dentro:

           He apretado su imagen

           contra mi desconsuelo,

           y la luna, apoyada en los cristales,

           es el frío

           deshielo

           de su frente.

 Digámoslo: junto al vanguardismo ingenuo reducido a la esquematización ingeniosa de motivos, hay otro que sin abandonar el ritmo imprescindible en todo poema, busca en la metáfora una nueva manera de creación. Aquél es el vanguardismo que asusta o divierte; éste, el que crea. 


   F. L (Félix Lizaso), Revista de Avance, Año 1, Tomo 2, no. 17, 15 de diciembre de 1927, p. 80 y 82.

 

  


 M. L., “El viajero en el vértice. Germán List Arzubide”, Diario de la Marina, 11 de diciembre de 1927, p. 35. 

       


domingo, 9 de enero de 2022

Cien años del estridentismo. Apuntes sobre su recepción en Cuba


  Pedro Marqués de Armas 

 Ahora que se cumple un siglo de la irrupción del estridentismo, con el lanzamiento de su primer manifiesto en solitario por Manuel Maples Arce (Actual No 1) en diciembre de 1921, no sería ocioso hacer un recorrido por la recepción de este movimiento de vanguardia; registraré, lo más sintéticamente posible, el eco que tuvieron en Cuba sus principales figuras, proyectos y obras, a la vez que indicaré las distancias y afinidades que despertaron entre los escritores cubanos. Desde luego, el acercamiento se limita a algunas publicaciones a mano, por lo que no pretende ser exhaustivo. A grandes rasgos podrían trazarse dos etapas en la recepción: una entre 1924 y 1926, en la que asoman las primeras referencias y críticas, junto al inicio de una entusiasta acogida; y otra de 1927 a 1930 que, acompañando a la emergencia del vanguardismo en la isla, se colma de frecuentes e intensos intercambios.   

 En septiembre de 1924 apareció una breve reseña sobre Urbe. Superpoema bolchevique en cinco cantos, firmada por el periodista gallego Juan Beltrán, que se ocupaba de la sección bibliográfica del Diario de la Marina. El rechazo al libro de Maples Arce no podía ser más tozudo. Beltrán apunta no sólo contra la novedad, sino también contra su signo político desde una posición harto conservadora. Ya estaba bien con las vanguardias europeas, pero que, después del postumismo dominicano, sacara cabeza en Hispanoamérica un segundo ismo, rebasa a su juicio toda sensatez. Se espanta ante el mensaje provocador (“el libro más bello y más audaz que se ha escrito sobre la ciudad contemporánea, algo verdaderamente extraordinario, obra inspirada en la revolución social que actualmente agita al mundo”), califica el texto de “novísimo género extremista”, tilda de “galimatías” su escritura y, sin detenerse, la emprende con la portada de Jean Charlot: “que ilustra la obra con unos garabatos de mucha ciencia y arte, tal vez bolcheviques, pero que se parecen mucho a los que de párvulo hacía en vez de estudiar mis lecciones”.   

 A favor, habría que decir que el recurso a la legibilidad de las vanguardias campeaba en la crítica cubana, con rechazos no muy diferentes en el tono, como el dirigido contra la poesía de Hugo Mayo, para poner un ejemplo de comienzos de los años veinte.  

 Y justo la legibilidad será el enfoque de la segunda reseña, “La responsabilidad de la cultura en América”, firmada por el tabasqueño –entonces refugiado en La Habana tras la rebelión delahuertista– Gastón Lafarga. En una suerte de reclamo a los círculos más moderados, exhortaba a validar las nuevas formas artísticas, alertando sobre los cambios de lenguaje y la necesidad de admitirlos como parte de la época. Se centraba en la nueva poesía mexicana, sin hacer exclusión de Maples Arce, aunque sin ocultar tampoco sus reparos. Lafarga elogia las poéticas de López Velarde, Tablada y Pellicer, a las que corona con justicia, pero reserva para el estridentista este ramalazo:  

…un cohete literario anunció los fuegos artificiales. Manuel Maples Arce, audaz y frívolo, publicó Andamios interiores. Entre seguras bellezas, mostró innovaciones de incierta viabilidad. El vulgo –Maese Vulgus– pasó del estupor a la risa. El humorismo de Maples Arce fue evocación del circo.

 Sin embargo, un año más tarde la pregunta no es ya por la legibilidad, sino por el lugar de las poéticas en el canon político-literario y en un marco de estrategias de asimilación. Un elemento a favor en este sentido fue la presencia, en calidad de embajador y encargado cultural, del novelista mexicano Juan de Dios Bohórquez, quien gestionó, entre otros intercambios, una conferencia sobre la nueva literatura de su país. Esta habría de ser impartida en el Club Universitario, con presentación de Jorge Mañach, por el escritor nicaragüense –radicado en México– Hernán Rosales, que trazó, tal vez primera vez en auditorio cubano, un mapa no solo amplio sino detallado de las diversas tendencias, en el que los estridentistas aparecen claramente diferenciados.  

 Semanas después, era ya un hecho la “excursión a México” de un grupo de intelectuales y escritores cubanos, entre ellos Alejo Carpentier y Emilio Roig de Leuchsenring, y dos meses luego, hará su estancia José A. Fernández de Castro. Los contactos directos y el canje que establecen, así como los libros que traen, explican en buena medida la notoria recepción que, incluso antes del surgimiento de Avance y del Suplemento Literario, se produce en la segunda mitad de 1926, al punto que puede decirse –con independencia de que algunos de los Contemporáneos eran ya familiares– que sólo entonces irrumpe, de modo cabal y simultáneo, la moderna literatura y pintura mexicanas.  

 Muy vinculado a Bohórquez y a Diego Rivera, Fernández de Castro simpatiza de entrada con los estridentistas, sobre los que se informa en el propio México y a los que da a conocer desde temprano en el Suplemento… Así, en una reseña suya sobre Índice de la nueva poesía americana, la antología compilada por Huidobro, Borges y Alberto Hidalgo, que aparece en marzo de 1927 en el primer número a su cargo, se hace eco de las ausencias de Salvador Gallardo y de Arqueles Vela. Tres meses más tarde, incluía a Gallardo en la sección Poetas de Ahora, con poemas que toma de El pentagrama eléctrico y un comentario extensivo a todo el grupo en el que recuerda “los ‘Carteles’, ‘Hojas de avance’ y demás ‘Proyecciones’ del compañero Maples”, y las conmociones posteriores, cuando se suma List Arzubide y éste atrae al doctor Gallardo.

 Todavía ese mismo año se ocupará de los estridentistas, que contarán con amplia presencia en el dossier “Poesía de la hora en México”, dentro del extenso monográfico “México, país de vanguardia” de septiembre de 1927. En el dossier en cuestión, que firma bajo el seudónimo de Pedro de Toledo, describía a los tres grupos que conforman la poesía del país azteca: los puros o individuales, donde van los Contemporáneos; los nacionalistas, donde estarían Monterde y Martínez Valades, entre otros, y; por último, los sociales o estridentistas, con Maples, Arzubide, Gallardo y Gutiérrez Cruz, y a quienes define con mayor entusiasmo: “recogen en su posición, anticipándose, en verdadera función intelectual, las palpitaciones reflejas que en su tierra producen movimientos políticos o económicos que tienen lugar en los días actuales en todo el mundo”. 

 Para calzar esta idea del compromiso con lo actual (que más que “reflejo” fue acción disruptiva, y al decir de Luis Mario Schneider, “urgencia de cosmopolitismo”), Maples era presentado con la conocida caricatura de Jean Charlot, seguida de una nota no menos musculosa sobre su puesto de avanzada tanto en la poesía mexicana como en la prédica antimperialista. List Arzubide, por su parte, también con retrato de Charlot, es elogiado por su combatividad y sus proyectos editoriales y educativos. Ambas notas contrastan con el tono frívolo e incluso burlón de las dedicadas a Novo y Gorostiza. Por último, habría que señalar la inclusión, en la muestra, de dos poetas muy próximas al estridentismo: Nahui Olin y Maria del Mar, que comparten un mismo recuadro alusivo a sus naturalezas femeninas. Al margen del dossier de poesía, el número incorporaba, entre otros, un trabajo del también estridentista Arqueles Vela sobre la pintura de Diego Rivera.

 El próximo acontecimiento fue la circulación de El movimiento estridentista de Germán List Arzubide, cuaderno mitad hagiográfico, mitad bitácora vanguardista, en cualquier caso fascinante (Tablada lo llamó “cometa mecánico acabado de patentar por Jean Cocteau”), que contó con un par de reseñas encomiásticas, despertando la admiración de varios escritores del patio, incluso de signos políticos diversos, seducidos tal vez por la súbita “realización” de aquellos postulados ideoestéticos, amén de por las espléndidas ilustraciones, grabados y fotografías. En fin, un grito que incitaría al intercambio de colaboraciones y al cruce de cartas. La primera reseña, bajo la firma de J.A.F. (José Antonio Foncueva), apareció el 2 de octubre de 1927 en el Suplemento; mientras la segunda, escrita por Félix Lizaso, salía el 15 de diciembre en Revista de Avance. Para tener una idea de la afinidad del primero por los estridentistas, basta con auscultar el tono altisonante y de guerra:

Impregnada su alma de la nueva ideología, List Arzubide forma en las filas de los más jóvenes combatientes por los nuevos ideales y su obra intelectual está influida considerablemente por su creciente preocupación respecto de los problemas sociales. Como poeta de vanguardia ha obtenido resonantes triunfos. La colección de poemas novilatitudinales reunida en Esquina tiene sobrados méritos para figurar entre las obras representativas de los progresos de la nueva estética en tierras de América.

 Del libro reseñado apunta:

Escrito en un estilo ultra-moderno, que habla de novedad a grandes voces, el libro de List Arzubide, (además de su mérito narrativo), tiene gran mérito literario. Es, uno de los mejores que se han publicado últimamente en México, y su lectura será muy conveniente a cuantos se interesan en la formidable lucha de la nueva generación americana contra los convencionalismos y dogmas de los fingidores de talento que queman sus últimos cartuchos, parapetados en la penumbra ingrata de los cenáculos de barbería.

 Generosa y de mucho más alcance, la reseña de Lizaso tocaba no pocos de los aportes del movimiento, ocupándose de ello en pocas pero bien hilvanadas líneas: desde citar al fundador Manuel Maples Arce, los diferentes libros y revistas que escalonaron el proyecto, sus performances y documentos, etc., hasta llegar a la gran construcción de Estridentópolis. Recaía así el énfasis en los aspectos formales (diríase casi estructurales de la experiencia estridentista), y no solo en sus lugares políticos:

“Se hacía necesario que una mano borrara la vieja ecuación de las estrellas, para plantear un problema de vida nueva y ansia en traje de diario”. Y surgió el estridentismo, con la figura augural de Manuel Maples Arce, trasmutador de estéticas y fundador de reinos nuevos, precisando a poco alargar los nombres de los viejos lugares para que cupieran en ellos las figuras de los innovadores.

Se comenzó apedreando "las cosas llenas de muebles viejos de silencio, donde el polvo se come los pasos de la luz", y después, en el alborozo de las superaciones, fatigando el susto de la incomprensión, surgieron uno a uno los pisos de la nueva ciudad en construcción. ANDAMIOS INTERIORES, CAFÉ DE NADIE, ESQUINA, IRRADIADOR, URBE; cada uno fue ofreciendo el hallazgo de una perspectiva convergente, y a lo último, ya se había delineado HORIZONTE, que llegaba “con ese aire del viajero retrasado que ha atrapado de un salto cinematográfico el adiós del tren". Así se construyó Estridentópolis, con materiales nuevos acarreados de todos los ámbitos. List Arzubide, de los primeros, aportó ESQUINA (1923) para lanzar después EL VIAJERO EN EL VÉRTICE (1926), en el sector de la nueva estética. A la batalla social llevó también sus armas y sus entusiasmos.

Y ahora, para que nada faltara a la nueva ciudad, se convierte en su cronista con este libro recién recibido. El rumor del estridentismo nos llega hiriente de ruidos multánimes en estas crónicas que han sabido apresar los momentos conservándoles su atmósfera, su vitalidad. No es una relación de acaecimientos que sólo nos daría una desvaída idea de aquellos resplandores: es un film veloz y desarticulado, en que actúan las fuerzas. Se desarrollan los panoramas. Rumor agujereado de gritos que dieron en el blanco. "Manifiestos, libros, hombres, mujeres del estridentismo, subastas, veladas, todo pasa rápidamente, evocado en la imagen reverberante. Y por un momento hemos visto surgir la "ciudad absurda, desconectada de la realidad cotidiana". Y hemos escuchado las exclamaciones del paisaje, lanzadas a los vientos por las torres de la Estación de Radio.

 Se suma la perspicacia de Lizaso para la síntesis, como para un juicio que, sin dejar ser apasionado, relativiza con elegancia, apuntando al carácter también fantasmal de la empresa: "Esas páginas, sin apreciaciones, sin crítica, con su mismo desorden y abigarramiento y su derroche lírico, son las únicas que podrían darnos la visión de algo tan fantástico y tan real a la vez: la ciudad nueva, visible sólo desde un vértice virtual". 

 Aunque sería riesgoso trazar esquemas sobre adhesiones y simpatías, resulta claro que desde Revista de Avance el mejor considerado entre los estridentistas fue Maples Arce, sobre el que no aparece alusión despectiva, compartiendo espacio con los más frecuentemente acogidos Contemporáneos. No solo se publica su poema "Canción desde un aeroplano", sino además –y también a cargo de Lizaso–, una reseña de Poemas interdictos. A lo que debe añadirse su amistad con Marinello, la simpatía de Mañach (quien calificó sus poemas de “ciclópeos y libertarios”), y el cálido recibimiento, en la redacción, a su paso fugaz por La Habana en agosto de 1930. (“Viejo amigo ‘sin imágenes’, Maples Arce nos dejó ahora la de su juventud incalculada, tan precoz ya de historia, y el grato recuerdo de una charla cálida y sin tasa de jovialidad, de mexicano costeño”, apunta la nota. También es cierto, según cuenta en sus memorias, que lo recibió Fernández de Castro, pasando la tarde con Lizaso, Mañach, Brull y Florit, entre otros.)

 Al centrarse en la evolución propiamente poética de Maples Arce, esta segunda reseña de Lizaso venía a revelar de modo claro, como fue habitual entre los avancistas moderados, tanto la disyuntiva en que estaban frente a las poéticas radicales, como las estrategias –en consecuencia– para asimilarlas. Por eso Lizaso, que parte de recordar el ultimátum estridentista contra la “serenidad pensativa” de González Martínez (al que conoció de joven gracias a Henríquez Ureña, y al que seguramente seguiría admirando), insistirá en el tránsito en Maples hacia una poesía más emocional y, por lo tanto, se entiende, menos convulsa y violenta que la de Andamios Interiores: poemas radiográficos (1922). De un libro a otro, dice, “hay muchos pasos hacia una poesía que siendo nueva, incorpora la emoción poética –esa cosa insustituible que ha faltado en tanto vanguardismo y que, cuando falta, reduce la poesía a un simple acrobatismo inteligente e ingenioso”. Para añadir, sobre el nuevo libro: “Encontramos a cada paso (…) el grito lírico del verdadero poeta”.

 Y ya puede citar ampliamente sus imágenes sobre telegrafía sin hilo y motores potentes, que el vuelo será siempre de algún modo humano, por no decir cerúleo.  

 Desde luego, lo implícito del reparo no consistía sino en un mensaje a los ultramodernos del patio, como puede colegirse cuando apunta: “Junto al vanguardismo ingenuo reducido a la esquematización ingeniosa de motivos, hay otro que sin abandonar el ritmo imprescindible en todo poema, busca en la metáfora una manera de creación. Aquel es el vanguardismo que asusta o divierte; éste, el que crea”.

 En fin, pasos. A fin de cuentas ningún otro estridentista publicó poesía en Avance, salvo Humberto Rivas (con viejos vínculos con Cuba desde su etapa ultraísta). Lo cierto es que Lizaso rompe lanzas a su favor, como puede verse también en su reseña, en general favorable, sobre la Antología de la poesía mexicana moderna editada por Jorge Cuesta: “Como aislado representante de otra tendencia, no compartida en los criterios de esta antología, queda Maples Arce, procedente del grupo estridentista y, sin duda alguna, uno de los poetas más interesantes de la actual hora mexicana”. Así como no encontraba explicación para las ausencias de Reyes y de Genaro Estrada, resaltaba esta incómoda y, por lo mismo, atrayente soledad del autor de Poemas Interdictos.

 Sin embargo, la recepción de los estridentistas en el Suplemento fue más amplia y unánime. Además de la atención que se les presta en el dossier de poesía, estará la que suscitan de modo recurrente y casi siempre mediada por la contraposición sin ambages a los Contemporáneos, lo cual es visible en numerosos momentos entre 1927 y 1930. Sea en las críticas de Fernández de Castro a Torres Bodet, en las páginas que aquel presta para los ataques de Diego Rivera contra Novo y Villaurrutia, etc., o en el lugar en que colocan a figuras como Gutiérrez Cruz, Xavier Icaza o Alva de la Canal, es evidente la afinidad ideo-estética, sino propiamente ideológica, con sus postulados. Eco de las rencillas entre Torres Bodet y Maples Arce, ridiculizan al primero y toman partido por el segundo. En un comentario sin firma sobre la conferencia que el autor de Margarita de Niebla pronunció en La Habana en mayo de 1928, se le echaba en cara –entre otras omisiones– las siguientes: 

Tenemos la pena de no conocer la opinión de T. B. acerca de ingenios tan sutiles como Xavier Icaza, de tantos merecimientos como los nombrados [los Contemporáneos], acerca de Cosío Villegas, de tan alto valor moral y pureza de intenciones, de Eduardo Villaseñor, tan ingenioso y cultivado, de Maples Arce –múltiple– y de sus amigos los estridentistas que tan noble labor realizaron desde Horizonte


 No era cierto el olvido de Maples, al que el conferencista criticó en términos que ya eran conocidos. En cuanto a Icaza, cuya novela Panchito Chapapote fue ampliamente reseñada en el Suplemento, es indudable que marca, por su nacionalismo y su humor en clave antiyanqui, la frontera entre una y otra posición. Sumemos, por último, una reseña de El viajero en el vértice de Arzubide, firmada por M. L., y las alusiones laudatorias de otros escritores cubanos: entre ellos Mariblanca Sabas Alomá (que titula uno de sus panfletos “Poema en prosa con cinco aristas y una revolución al final”), Félix Pita Rodríguez o el propio Foncueva. Estos entienden la modernidad según un rasero técnico, viril y revolucionario (“como el concreto y el hierro en la construcción”) que recela del rigor formal y de la tradición.
 
 En fin, calan el campo cultural cubano por lo menos hasta 1933, cuando aparece en Bohemia una muestra de Poemas revolucionarios de List Arzubide. Si bien el grupo se disgrega antes, la relación con el más militante de los estridentistas siguió siendo fluida, como se aprecia en intercambio epistolar con Fernández de Castro, al tanto siempre de sus gestas por Nicaragua y Sandino, sus críticas al imperialismo “que hacía de Cuba una colonia”, y su militancia comunista que lo lleva a la Unión Soviética en 1929. Al regreso de aquel país, hará una escala de varios días en La Habana, donde el cubano lo recibe y presenta a las hermanas Nellie y Gloria Campobello, las dos grandes bailarinas mexicanas que llevaban una temporada en la ciudad contratadas por el Teatro Martí. Nellie Campobello, también poeta, había escrito entretanto su novela Cartucho, sobre la revolución en el norte de México. Fascinado con aquellos relatos, que él mismo incita a escribir, Fernández de Castro no tuvo que insistirle mucho a List Arzubide, quien, no menos fascinado con Nellie, financiaría su publicación en 1931.
 

 Sin dudas un libro como El movimiento estridentista venía a realizar el ideario de toda vanguardia: convertirse en presente (“el vértice estupendo del minuto presente”) y ofrecerse como un cajón del que pueden salir los materiales más inesperados, esos capaces de fusionar las promesas del arte con las de la revolución. Seduciría a unos cuantos esa premisa, sobre todo a los de mayor voluntad rupturista (o de mayores afanes), como se observa en las cartas de Lamar Schweyer y Raúl Maestri a Germán List Arzubide, y que éste, ni corto ni perezoso, incluye en adenda a la primera edición. Para Lamar, que recibe la embestida de sus antiguos cofrades por Biología de la Democracia, es urgente que lo reconozcan en Latinoamérica, aun cuando ha olvidado citar a los grandes vanguardistas del continente. “Los que no saben leer lo han creído reaccionario”, dice a su favor, persistiendo en que los reaccionarios eran los otros: esos que creen todavía en la “democracia infeliz”. No obstante, todo tiene solución y él puede perfeccionar su tesis, pues se siente “estridentista en sociología”.  

 Mientras, Regino Pedroso cocinaba “Salutación fraterna al taller mecánico” –justo coincidiendo con la circulación de aquel triunfante cuaderno– con versos que, de solo enunciarse (o anunciarse) advierten su adhesión: “Lenguas de acero las mandarrias / ensayan en los yunques poemas estridentistas /de literatura de vanguardia”. Todavía el obrero no era un poeta enteramente proletario pero bien que se lo proponía.


sábado, 8 de enero de 2022

El movimiento estridentista. Dos reseñas

 

                       EL MOVIMIENTO ESTRIDENTISTA. 

                       Germán List Arzubide.

                       Con multitud de grabados.

                       Ediciones, "Horizonte", 1927.


 Germán List Arzubide, poeta y ensayista, iconoclasta en su juventud vigorosa erizada de inquietudes fecundas, es uno de los mejores espíritus atalayantes de la joven América. Impregnada su alma de la nueva ideología, List Arzubide forma en las filas de los más jóvenes combatientes por los nuevos ideales y su obra intelectual está influida considerablemente por su creciente preocupación respecto de los problemas sociales. Como poeta de vanguardia ha obtenido resonantes triunfos. La colección de poemas novilatitudinales reunida en "Esquina" tiene sobrados méritos para figurar entre las obras representativas de los progresos de la nueva estética en tierras de América.

 En su último libro "El Movimiento Estridentista", se narra la historia de las campañas libradas por uno de los sectores de la nueva generación mexicana para propagar e imponer nuevas estéticas. Escrito en un estilo ultra-moderno, que habla de novedad a grandes voces, el libro de List Arzubide, (además de su mérito narrativo), tiene gran mérito literario. Es, uno de los mejores que se han publicado últimamente en México, y su lectura será muy conveniente a cuantos se interesan en la formidable lucha de la nueva generación americana contra los convencionalismos y dogmas de los fingidores de talento que queman sus últimos cartuchos, parapetados en la penumbra ingrata de los cenáculos de barbería.

  J. A. F. (José A. Foncueva). 

 Suplemento Literario del Diario de la Marina, 2 de octubre de 1927, p. 40.


                         EL MOVIMIENTO ESTRIDENTISTA

                         Por Germán List Arzubide.

                         Ediciones de "Horizonte", México.


 "Se hacía necesario que una mano borrara la vieja ecuación de las estrellas, para plantear un problema de vida nueva y ansia en traje de diario". Y surgió el estridentismo, con la figura augural de Manuel Maples Arce, trasmutador de estéticas y fundador de reinos nuevos, precisando a poco alargar los nombres de los viejos lugares para que cupieran en ellos las figuras de los innovadores.

 Se comenzó apedreando "las cosas llenas de muebles viejos de silencio, donde el polvo se come los pasos de la luz", y después, en el alborozo de las superaciones, fatigando el susto de la incomprensión, surgieron uno a uno los pisos de la nueva ciudad en construcción. ANDAMIOS INTERIORES, CAFE DE NADIE, ESQUINA, IRRADIADOR, URBE; cada uno fue ofreciendo el hallazgo de una perspectiva convergente, y a lo último, ya se había delineado HORIZONTE, que llegaba "Con ese aire del viajero retrasado que ha atrapado de un salto cinematográfico el adiós del tren". Así se construyó Estridentrópolis, con materiales nuevos acarreados de todos los ámbitos. List Arzubide, de los primeros, aportó ESQUINA (1923) para lanzar después EL VIAJERO EN EL VERTICE (1926), en el sector de la nueva estética. A la batalla social llevó también sus armas y sus entusiasmos. 

 Y ahora, para que nada faltara a la nueva ciudad, se convierte en su cronista con este libro recién recibido. El rumor del estridentismo nos llega hiriente de ruidos multánimes en estas (Tónicas que han sabido apresar los momentos conservándoles su atmósfera. Su vitalidad. No es una relación de acaecimientos que sólo nos daría una desvaída idea de aquellos resplandores: es un film veloz y desarticulado, en que actúan las fuerzas. Se desarrollan los panoramas. Rumor agujereado de gritos que dieron en el blanco. "Manifiestos, libros, hombres, mujeres del estridentismo, subastas, veladas, todo pasa rápidamente, evocado en la imagen reverberante: Y por un momento hemos visto surgir la "ciudad absurda, desconectada ele la realidad cotidiana". Y hemos escuchado las exclamaciones del paisaje, lanzadas a los vientos por las torres ele la Estación de Radio.

 Esas páginas, sin apreciaciones, sin crítica, con su mismo desorden y abigarramiento y su derroche lírico, son las únicas que podrían darnos la visión de algo tan fantástico y tan real a la vez: la ciudad nueva, visible sólo desde un vértice virtual.-

    F. L. (Félix Lizaso). 

    

  Revista de Avance, Año 1, Tomo 2, no. 17, 15 de diciembre de 1927, p. 135.