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miércoles, 12 de enero de 2022

Maples Arce y List Arzubide. Reseñas


                                                                                     POEMAS INTERDICTOS, 

                           por Manuel Maples Arce.

                           Ediciones de Horizonte. 1927.


  En las reseñas de la nueva poesía mexicana se le hace sitio aparte a la figura de Maples Arce, por haber sido el iniciador de un movimiento que además de tener importancia por su tendencia inspiradora, ha logrado realizaciones en la nueva poesía, ganando batallas para el vanguardismo. Bajo el nombre de estridentismo —nombre que precisa un anhelo revolucionario en que parece sobreponerse el verbalismo a la inspiración poética—, funde las más recientes tendencias literarias de Europa, tiñéndolas con tonalidades nuestras, y se percibe un ruido como de batalla empeñada, que no pretende otra cosa sino ahogar la serenidad pensativa de la poesía de González Martínez, enseñoreada del momento lírico. Poco a poco esta reacción se deja oír, y va justificándose.

  De Andamios interiores (1922), primer libro poético de Maples Arce, a Poemas interdictos, el bello libro que acabamos de recibir, hay muchos pasos hacia una poesía que siendo nueva, incorpora la emoción poética, —esa cosa insustituible que ha faltado en tanto vanguardismo, y que cuando falta, reduce la poesía a un simple acrobatismo inteligente o ingenioso. Claro está que esa emoción poética no es la misma de los clásicos o de los simbolistas; es una emoción de acuerdo con otra sensibilidad, pero que puede precisarse cuando existe y echamos de menos cuando falta.

 Encontramos a cada paso en estos Poemas interdictos, el grito lírico del verdadero poeta. En la Canción desde un aeroplano:

        looping the loop

        en el trampolín romántico del cielo,

 vamos sintiendo la nueva belleza percibida apenas en la rapidez del vuelo, pero apresada en gesto rápido. Es una sucesión de mirajes, unos de afuera, otros interiores, que pasan vertiginosamente:

          tengo las manos

          llenas

          de azules continentes...

  Y aun cuando se cante, como en este libro, la telegrafía sin hilos o los motores potentes, percibimos el mismo ritmo inconfundible:

          T. S. H.

          de los pasos

          hundidos

          en la sombra

          vacía de los jardines.

 El acierto para definir instantes nos sorprende a cada momento por lo definitivo e insospechado. Soledad apretada contra el pecho infinito, es la soledad que siente desde el avión que surca el espacio. 

   En T. S. H.:

           el cerebro fonético baraja

           la perspectiva accidental

           de los idiomas.

  En Ruta, uno de los "Poemas de la lejanía", maravilloso itinerario emocional:

           Allá de tarde en tarde

           ciudades

           apedreadas de gritos y adioses.

   Y al evocar, al final del viaje, la imagen que se lleva dentro:

           He apretado su imagen

           contra mi desconsuelo,

           y la luna, apoyada en los cristales,

           es el frío

           deshielo

           de su frente.

 Digámoslo: junto al vanguardismo ingenuo reducido a la esquematización ingeniosa de motivos, hay otro que sin abandonar el ritmo imprescindible en todo poema, busca en la metáfora una nueva manera de creación. Aquél es el vanguardismo que asusta o divierte; éste, el que crea. 


   F. L (Félix Lizaso), Revista de Avance, Año 1, Tomo 2, no. 17, 15 de diciembre de 1927, p. 80 y 82.

 

  


 M. L., “El viajero en el vértice. Germán List Arzubide”, Diario de la Marina, 11 de diciembre de 1927, p. 35. 

       


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