REFLEJOS,
por Xavier Villaurrutia.
Editorial "Cultura". México. 1926.
Jorge Mañach
Aunque esta breve colección de poemas es de 1926, nos llegó ahora, avalada por el prestigio flamante de "Ulises", la sensitiva revista hermana, que Villaurrutia, el poeta, y Salvador Novo, el ensayista, editan en México. Pero ¿qué importaba, después de todo, la fecha de "Reflejos"? Estos poemas, pulcramente trabajados, herméticos —para que no se escape su fina esencia de emoción captada— son de ahora, son de siempre. Su lectura nos ha dejado —ya el poeta lo sabe, por las privadas letras— toda una semana de horas exquisitamente difíciles.
No los hizo Villaurrutia para los papelitos de almanaque. Ni para los abanicos. Ni para las veladas "culturales". En rigor, no los hizo para nada ni para nadie: se le escaparon, como puras reacciones de su sensibilidad temblorosa. Son poemas adjetivos —¿no los llama ya el poeta "Reflejos", —en que se representan las cosas, no según la imagen que nos viene de ellas, sino como el poeta las siente proyectarse en las aguas traslúcidas y palpitantes de su sensibilidad.
Y qué es, en fin de cuentas, toda poesía verdadera, sino eso: una percepción fugaz de los dobles de las cosas, una resonancia humana a los rumores de fuera.
Villaurrutia no alude a los hechos mondos sino cuando resultan expresivos de una tonalidad interior: Hay, por ejemplo, codicia de renovación en su alma y
Aunque esta breve colección de poemas es de 1926, nos llegó ahora, avalada por el prestigio flamante de "Ulises", la sensitiva revista hermana, que Villaurrutia, el poeta, y Salvador Novo, el ensayista, editan en México. Pero ¿qué importaba, después de todo, la fecha de "Reflejos"? Estos poemas, pulcramente trabajados, herméticos —para que no se escape su fina esencia de emoción captada— son de ahora, son de siempre. Su lectura nos ha dejado —ya el poeta lo sabe, por las privadas letras— toda una semana de horas exquisitamente difíciles.
No los hizo Villaurrutia para los papelitos de almanaque. Ni para los abanicos. Ni para las veladas "culturales". En rigor, no los hizo para nada ni para nadie: se le escaparon, como puras reacciones de su sensibilidad temblorosa. Son poemas adjetivos —¿no los llama ya el poeta "Reflejos", —en que se representan las cosas, no según la imagen que nos viene de ellas, sino como el poeta las siente proyectarse en las aguas traslúcidas y palpitantes de su sensibilidad.
Y qué es, en fin de cuentas, toda poesía verdadera, sino eso: una percepción fugaz de los dobles de las cosas, una resonancia humana a los rumores de fuera.
Villaurrutia no alude a los hechos mondos sino cuando resultan expresivos de una tonalidad interior: Hay, por ejemplo, codicia de renovación en su alma y
Por
eso las nubes se exprimen
y
por eso crujen los muebles
y
por eso se inclinan los cuadros.
Nunca
es plástico sino a condición de trocar enseguida su visión en pirueta de
melancólico humorismo —humorismo responsable, que no es sólo juego, que no es
sólo travesura y diversión: Humorismo, en fin:
¡Calor!
Sin embargo, da pena
beberse
la "naturaleza muerta"
que
han dejado dentro del vaso.
Pero la nota dominante en Villaurrutia es, burla burlando, un eco de
"melancolía sin tristeza" , de preocupación trascendente:
¿Por
qué la vida se complica
como
el vuelo de esa golondrina
que
burla toda la geometría?
Esta
alianza del sentido plástico y visual de la realidad con la percepción de sus
parentescos emocionales, de sus posibles mensajes anímicos, es casi constante
en Villaurrutia, y le sirve a menudo para expresar con elegante y sutil
sobriedad su anhelo de mudanza
serena, de inquietud tranquila,
para
ver la tarde de siempre
con
otra mirada,
para
ver la mirada de siempre
con
distinta tarde.
Y
en esa contemplación, espiritualmente activa y mentalmente transformadora, ¡cómo
descubre y corporeiza la sensación de las cosas! ¡Con qué entrañable precisión
las describe o las sugiere!
Me
fugaría al pueblo
para
que el domingo
fuera
detrás del tren
persigiéndome,
dice, en su alquimia del tedio dominguero; o de su cielo nocturno de Anáhuac:
dice, en su alquimia del tedio dominguero; o de su cielo nocturno de Anáhuac:
Cielo increíble
tan
estrellado y azul
como
en la carta astronómica;
o del sentir el tren que pasa en la noche:
...el corazón se apresura
o,
quien sabe, se detiene
oyendo
el silbido que
raya
largo de punta
en
la pizarra y nos deja
un
calofrío de infancia;
o de los tranvías, "Casas que corren locas —de incendio, huyendo,— de sí mismas"...
Gran buscador —y hallador— de imágenes inéditas y de emociones inaccesibles, Villaurrutia me parece uno de los poetas nuevos más genuinos de esta hora americana.
Revista de Avance, núm. 10, 30 de agosto 1927, pp. 264-65.
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