José Gorostiza
"Cry! Sleep no more, Macbeth doth murder sleep." Shakespeare
Una gota de agua cae
ahora, pausada, en mis oídos. Una, dos, tres, cuatro... La pienso. Mis ojos
salen a oscuras de la alcoba, pasan por el corredor seguros de que todo está en
su sitio: la mesa, el sillón de cuero, la caja de latón en que guarda mi madre
los carretes de hilo, el reloj de pared, todo inundado en una media sombra que
brota del tragaluz como del ojo de un gato, para que mi padre mire mejor la
escena desde un retrato al carbón en que lo aprisionó, todavía en la juventud,
el fotógrafo. Nada ha podido cambiar en una hora, nada. Lo sé. La imagen puede
bajar la escalera sin tropezar con una silla, girar bruscamente a la izquierda,
salvando un librero, y llegar al rincón, precisamente bajo la escalera. Aquí se
construye. El filtró está ahí. Es un filtro grande que se compone de una piedra
caliza en forma de pirámide con el vértice hacia abajo, sostenida por un
armario de madera que tiene casi al nivel del piso una repisa en donde la
tinaja sedienta recibe una a una las gotas de agua que deja caer la piedra. La
tinaja de vientre profuso, de labio fresco que da más que el sereno frescura al
agua. La serena. Este método de filtrar es el más natural. Está copiado de la
naturaleza, y proporciona a domicilio la rara facilidad de beber un agua como
de río subterráneo que ha atravesado un suelo estéril sediento, que incapaz de
volver el agua hacia arriba en vegetación, la atesora en secreto y la da en
corriente de incomparable limonada. Ahí se construyó pues la imagen. La gota de
agua era aquella que se había agigantado en la noche, que había momentáneamente
opacado los demás ruidos o sumándolos a ella, y se mantenía ahí a una distancia
de sí misma que era imposible que ella y su ruido permanecieran ligados. Había
un como desdoblamiento de la gota de agua y su ruido, una extralimitación del
ruido que se presentaba demasiado lejos, que era ya un ruido solo, divorciado
de su objeto, y capaz, ya no como un objeto de producir un ruido, sino como un
ruido capaz de producir un objeto.
Pero hubo un momento
en que el ruido de la gota de agua fue creciendo. No era un ruido, una pausa,
un ruido igual. No. Por no sé qué sortilegio de sensibilidad, cada nuevo golpe
de ruido era mayor como si sumara al anterior, y su imagen correspondiente la
gota de agua, se sumaba también a su imagen, y en unos pocos minutos me
encontré en el mar, en alta mar, predominando sobre la vibración toda del
barco, el ruido igual de la ola que golpeaba sus costados, la imagen igual del
mar inmenso, llano del que no sobresalía nada, tan llano que daba ganas de
edificar sobre él algo que cortara, que hendiera el horizonte, una ciudad por
ejemplo. Una ciudad como París, como Nueva York, como Londres. No una casa o un
edificio aislados como una montaña, no una ola más alta que rompiera la línea
del horizonte. No. Una tempestad o una ciudad, una serie tan grande de casas
que, en número suficiente para hacerse fronda, hacen ya una ciudad.
1.º entrar en
situación de pasado - insomnio separado de la noche anterior - descubrir mejor
la insistencia y claridad de la gota de agua - primer esfuerzo hacia la imagen
- descripción exacta del corredor - 2.º el filtro - cómo la gota creó la imagen
de ese rincón de mi casa, ya completa - 3.º el ruido y el objeto - 4.º
multiplicación del ruido, un camarote, el mar - el mar y el campo, la ciudad y
el mar - 5.º París [sic] palmera, isla para formar un país - y así como en el
campo emerge la montaña, así en el mar la ola - así la ciudad en el valle -
necesidad de límite.
Prosa, Universidad de Guanajuato, 1969, pp. 88-90.
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